domingo, 27 de junio de 2021

Viajes en el pasado: Bali, la perla de los mares del Sur. 2000.


Escalinata de subida a los templos de Besahik, en la falda del volcan Gunung Anung.


Si hay un viaje que perdura en mi memoria y al que recurro a menudo en momentos difíciles, es aquél que hice en el año 2000, recién entrado en el nuevo milenio, a las islas de Bali y Lombok. Hay pocos lugares en el mundo donde el paisaje, la cultura y la gente contribuyan de una manera tan perfecta a crear a tu alrededor una enorme sensación de felicidad y de belleza. En pocos sitios me he sentido tan a gusto, después del largo viaje en avión, al contemplar desde la ventanilla del taxi el exuberante paisaje de arrozales y templos enmarcados por el azul de un mar de terciopelo.


Paisaje típico de Bali con sus campos de arroz inundados de agua.



En Bali, los turistas que no viajamos en luna de miel –como lo hacen la mayoría de los españoles que me acompañan en el avión, ni con agencias de viajes-, solemos ir de inmediato a Ubud, la capital cultural del país, en el interior de la isla. Aquí puedes sumergirte en la vida real de un pueblo que adora la belleza y cuya vida parece estar dedicada casi exclusivamente a celebrar rituales religiosos y actividades comunales. En 1930 un escritor y pintor mejicano llamado Miguel Covarrubias visitó esta isla en su luna de miel y quedó tan prendado de su cultura y su forma de vida, que se quedó a vivir en ella durante varios años y escribió uno de los libros más significativos y esclarecedores sobre este pueblo que le pareció un modelo de convivencia y de sociedad igualitaria. Dice Covarrubias que la isla es tan fértil, gracias a su suelo volcánico, que sus habitantes necesitan dedicar muy poco tiempo a trabajar para producir suficiente comida para su sustento. Esto les deja mucho tiempo libre para dedicarlo al embellecimiento de sus casas y templos, a sus rituales religiosos, danzas, obras de teatro o simplemente a las relaciones sociales. Añade también que los habitantes parecen tener muy poco interés en acumular dinero o intentar tener más bienes que los demás. Otro visitante europeo por esas fechas decía que si se te cae una pluma sobra la tierra del jardín a los pocos días le salen raíces, tal es la fuerza de la naturaleza y la tierra en esta isla.



Un muchacho coloca ofrendas en uno de los templos de Ubud.

Tras la segunda guerra mundial y en los años posteriores, numerosos artistas europeos recabaron en Bali y se quedaron a vivir allí dando lugar a una colonia de artistas y creadores, que influyeron enormemente en el desarrollo posterior de un turismo de baja intensidad, pero muy exitoso, y en la preservación de la cultura y el arte como un rasgo fundamental de su pervivencia frente al resto del país al que pertenece, Indonesia, de mayoría musulmana. La convivencia con el resto del país ha tenido sus altibajos y las presiones para, de alguna manera, “islamizar” la isla, ha llevado en los últimos años a numerosos roces con el gobierno central. Los atentados de Bali que se produjeron dos años después de mi visita y que dejaron 202 personas muertas, la mayoría turistas, fueron un intento por destruir la economía de la isla y llevarla por el sendero de la islamización. Esperemos que no lo consigan.


Yo en una de las visitas.


 

En Ubud tuve la sorpresa de descubrir a Antonio Blanco, un artista de origen español casado con una balinesa y que es toda una institución en la isla. Nació en 1911 en Filipinas, de padres españoles y llegó a la isla en los años cincuenta. Se le suele llamar el Dalí de Bali y ha tenido una carrera muy exitosa como pintor y creador polifacético y grandilocuente. Posee una enorme casa museo, más bien un complejo, con una extraña arquitectura donde mezcla el estilo balinés con el renacentista europeo en medio de unos exuberantes jardines. Cuando yo la visité acababa de fallecer en 1999 y el museo renacentista aún no estaba terminado, pero ha sido continuado por su hijo Mario y, en la actualidad, es una auténtica atracción turística que visitan miles de personas cada año. Sus cuadros se cotizan en millones de dólares.

Los balineses dedican una enorme cantidad de tiempo a las relaciones con los numerosos dioses de su panteón religioso y de estos rituales y creencias emergen la belleza de su arquitectura, tanto en los templos como en sus casas. También sus danzas comunales, la música, las obras de teatro, etc. Es imposible aburrirse en Ubud ya que cada día hay alguna actividad en sus numerosos templos o halls ceremoniales. Mucha gente que visita esta isla y pasa una semana en alguno de los hoteles de cinco estrellas en la costa, apenas conoce nada de esta intensa vida cultural y, todo lo másk asisten a algún espectáculo para turistas en sus propios hoteles, pero Bali es mucho más que eso. La isla más hermosa de los mares del sur tiene un alma que pocos de los millones de turistas que la visitan cada año conocen. Espero que estas fotos, diapositivas de antes de la fotografía digital, os trasmitan un poco de la belleza de esta lugar y os animen a visitarla.



Entrada al Hotel Artini, un complejo familiar donde me alojé en Ubud.


Mi habitación en el Artini. El hotel es una casa familiar con varios pabellones que han sido adaptados para habitaciones en un ambiente muy familiar.


Patio en el interior del hotel.


Interior del Palacio Puri Sareng de Ubud donde aún reside la familia real pero abierto al público y convertido en auténtico centro cultural.


Jardines palacio de Ubud.

Entrada al templo de la Cueva del elefante. Goa Gajah.



                            Tirta Empul. Un templo construido en torno a fuentes termales sagradas.


Templo de la serpiente en Tirta Empul.



Pabellones en el palacio de Klungkung. 





Bajando las escaleras del templo de Besahik.


Pura Taman Ayun, otro conjunto de templos que se puede visitar desde Ubud.


Los balineses se visten como príncipes para llevar ofrendas a los dioses








Una de las numerosas piscinas termales abiertas al público.




Palacio de Tirta Ganga, también llamado el palacio de Agua, tiene unos jardines espectaculares.







Entrada a la casa del pintor Antonio Blanco en Ubud.



Pabellones en el interior del complejo de Antonio Blanco.



Jardines en la casa del pintor.




Entrada al Museo renacentista donde expone sus cuadros.


Antonio blanco se casa con la bailarina balinesa Ni Ronii.


El pintor de origen español en una de sus poses Dalinianas.

Interior de uno de los pabellones.


Terraza en la parte superior del museo.




Ofrendas para colocar en los templos.



Pequeño hotel donde me alojé  ya en la costa.



Playa en Candidasa. Solo unas pocas playas en Bali tienen la arena amarilla. La mayoría son volcánicas de color oscuro.







Snorkelling desde una barca local.



Playa de Kuta conocida por sus surfistas.



Templo de Tanah Lot, donde se contempla la puesta de sol.





Visitando un templo cerca de la costa.


Una ultima vista de un paisaje típicamente Balinés.

jueves, 17 de junio de 2021

Phlomis russeliana y Siryrinchium striatum: dos plantas todoterreno muy diferentes, pero con una coloración de flor similar.


 


Matas de Phlomis russeliana en la parte más seca de la Barrosa.


Estas dos plantas perennes de procedencias y orígenes muy diferentes tienen sin embargo unas características muy comunes que las hacen casi imprescindibles en el jardín desde mediados de primavera hasta el inicio del verano. Ambas florecen al mismo tiempo y sus flores son de un amarillo claro que combina muy bien con casi todos los colores, especialmente con azules y rosas. Producen sus flores, de pequeño tamaño, en largas espigas que duran más de un mes sin inmutarse ante lluvias torrenciales o el calor inesperado. Tras la floración las espigas y las hojas se mantienen muy bien e incluso sobreviven con relativamente buen aspecto durante el invierno. En otoño sus espigas y semillas añaden interés y colorido al paisaje otoñal. Ambas son plantas que necesitan muy pocos cuidados. Sobreviven con poca agua una vez establecidas y forman matas abundantes en poco tiempo que conviene dividir cada dos o tres años. Apenas necesitan poda más que la eliminación de las hojas muertas o las espigas florales. Se reproducen fácilmente mediante semillas o división. Crecen igual de bien en la zona mediterránea que en el norte del país. Ambas aguantan temperaturas muy bajas de al menos 6-7 grados bajo cero sin que les afecte lo más mínimo. En el norte, con abundantes lluvias, pueden ser demasiado exuberantes y convertirse en invasivas, aunque de momento no lo he comprobado. Es probable que la eliminación de las espigas florales antes de que las semillas se caigan al suelo puede evitar que se extiendan a otros lugares.  Ambas son plantas poco conocidas en España, aunque muy utilizadas en los jardines británicos.

 


Combinación de Sisyrinchium striatum con Lupinos y Nepetas azules.




La Phlomis russelliana pertenece a la familia de las Lamiaceas y es originaria de Turquía, aunque crece por gran parte de Asia y Norte de África. Se le suele llamar Salvia Turca o de Jerusalén. Crece en casi todos los terrenos tanto al sol como en semisombra. Como dije antes aguanta bien la sequía, aunque aquí en el norte también crece de maravilla y mantiene un aspecto muy frondoso a lo largo de todo el año. Se da bien hasta la zona 7 y no necesita poda más que quitar las hojas con mal aspecto y las espigas florales en otoño o en primavera. Yo la tengo en las zonas más secas del jardín donde supera el metro de altura. Funciona bien debajo de los árboles y puede utilizarse como cubresuelos. Combina bien con casi cualquier planta y puesto que sus hojas son grandes y muy llamativas contrasta bien con otras de aspecto totalmente diferente.

El Sisyricnchium striatum es una planta originaria de Chile y Argentina. Pertenece a la familia de los Iris. Es una planta rizomatosa que crece hasta los 80 cm de altura en matas compactas de las que sobresalen las espigas florales amarillo claro, que permanecen en flor durante casi dos meses. Crece bien al sol o en semisombra en cualquier tipo de suelo bien drenado. Tampoco necesita mucha agua una vez establecida. Aquí en el norte se mantiene frondosa casi todo el año, aunque yo suelo cortar las espigas florales antes del otoño para evitar que se diseminen las semillas por todas partes. Combina muy bien con casi todas las plantas que florecen en primavera o al inicio del verano, especialmente Lupinos, Nepetas, otros Iris, hierbas ornamentales, etc.  No se ve mucho en los jardines españoles, aunque en los ingleses es casi imprescindible. Para mi es una planta de diez, y en la Barrosa crecen numerosas matas, todas ellas procedentes de tres semillas que germiné el año anterior. Aguanta bien los inviernos de varios grados bajo cero, aunque hay otros de la misma familia Sisyrinchium que no sobreviven a las heladas.

Os animo a cultivar estas plantas ya que son verdaderos todoterreno que aguantan todo tipo de situaciones y alegran cualquier plantación. Aquí os dejo unas fotos de su uso en los parterres además de otras plantas en floración en la Barrosa estas semanas.

 


Las espigas florales del Sisyrinchium parece emitir luz al atardecer.



Phlomis en otro macizo combinando con rosas y otras Perennes y Herbaceas.






Otra combinación con Phlomis en el huerto.


Primula Bulleyana.



Kniphphia uvaria y Bergenias al lado del estanque.



En rojo. Salvias y Rosa "Red drift".



Sisyrinchium y Iris Latifolia



Mezcla de flores. Las Aguileñas aún aguantan en flor.



Hemerocallis "Crimson pirate".


Rojo.


En rojo Salvia y Rosa. Al fondo Phlomis russeliana.



Sisyrinchium y Penstemon digitalis (flor blanca)




Salvia Michrophylla.



Hemerocallis "Obsession in red", Allium y Clavel chino.



Uno de los nuevos parterres.


Sisyrinchium striatum en diferentes situaciones.





Parterre mixto.


Spiraea japonica "Goldflame".


Sisyrinchium y otras perennes.


Los Delfinium asomando por encima de todo.




Nepetas y Sisyrinchium.






Hemerocallis y Coreopsis.



Hostas, Lamium maculatum y Hortensias aún sin flor.