domingo, 6 de agosto de 2017

La Paraya y las "Foces" de Rio Aller





En el concejo de Aller hay una docena o más de diminutas aldeas o caseríos deshabitados o en los que viven, apenas, una o dos personas, casi siempre ancianos. Es el caso de esta pequeña población de la Paraya, en el camino hacia Rioaller, el último pueblo del concejo en el límite con Castilla. Como todos los lugares habitados de este país, cada uno tiene su historia o mejor su intrahistoria que va quedando en el olvido. La Paraya no siempre fue un lugar vacío o semiolvidado. Durante siglos pasaron por aquí reatas de mulas, personas y ganado de camino hacia el puerto de Vegarada y Castilla. Probablemente también peregrinos que, tras cruzar el puerto de montaña, buscaban refugio, extenuados, en las iglesias de Conforcos, Llamas o Santibañez, un poco más abajo, antes de dirigirse hacia Oviedo. Cuando yo era niño aún había un buen tráfico de personas y ganado de camino hacia Río Aller y el puerto de Vegarada. Entonces aún no se había construido la carretera y el camino serpenteaba entre las gigantescas paredes rocosas y el río de aguas tempestuosas del deshielo. El eco de los cascos de los caballos resbalando en el empedrado del camino resonaba en las paredes, amplificado sobre el estruendo del agua. Mientras, mi padre me señalaba las cruces talladas en la roca de las personas fallecidas, siglos atrás, en algún desprendimiento de las paredes.

A principios del siglo pasado se construyó en la Paraya una de las primeras centrales hidroeléctricas del concejo que proporcionaría luz a muchos pequeños pueblos. La construcción de la central llevó años de duro trabajo para traer el agua del río Aller a través de una gran canal de piedra a lo largo de kilómetros de espeso bosque. Fue una época de gran actividad para los canteros que dejaron sus marcas en algunas casas del pueblo. Poco después empezó el auge de la minería y la Paraya siguió siendo un sitio de paso y parada obligatoria de transeúntes. No en vano llegó a haber dos bares y una buena clientela. Cuando yo era estudiante un bar-restaurante abierto sobre el molino y de nombre “La Moncloa”, tuvo tanto éxito que no era infrecuente ver a algún político conocido comiendo truchas al lado de la chimenea. Así lo recuerdo yo también. El fuego iluminando la penumbra de los techos de madera y las paredes de piedra; un buen plato de truchas recién fritas con jamón y un vaso de espeso vino tinto de León mientras afuera caen los primeros copos de nieve.
Marca de cantería en una pared de la Paraya.

Ya nada de eso queda. Ni bares, ni gente. La única habitante es una mujer ya anciana que pasa aquí parte del año, pero la Paraya tiene la belleza de esos lugares en los que el tiempo parece haberse detenido esperando quizás un nuevo despertar o un nuevo destino. ¡Quién sabe! Aquí os dejo unas fotos para matar el olvido.


Puente medieval sobre el rio, a la entrada de la aldea.

Molino y hórreo.




Dinteles de piedra caliza.

Casas de piedra de aspecto casi medieval.



En esa casa de piedra sobre el río estuvo durante unos años el bar-restaurante "La Moncloa" en homenaje a los pactos con ese nombre.

Hórreo con enormes lajas de piedra en forma de cierre


Cascada aliviadero del canal en el camino hacia Hoces del Río Aller.


Hoces del Río Aller. La carretera que las cruza se construyó no hace demasiados años.

Durante siglos un camino de piedra cruzaba este angosto pasaje  y eran frecuentes los desprendimientos de piedras de las paredes de roca como atestiguaban las cruces y fechas grabadas en las rocas.


El río Aller desciende en pequeñas cascadas entre la vegetación.




3 comentarios:

  1. que pena que poco a poco todo el mundo rural vaya perdiendo habitantes, saberes, riqueza... para concentrase en grandes explotaciones... No seré yo quien diga que cualquier tiempo pasado fue mejor, no le deseo a nadie vivir en las duras condiciones de esos pueblos hasta hace no mucho... pero si veo cierto "desinterés" "ovido" de la gran mayoria de politicos, tras las elecciones hasta la siguiente campaña en la que volveran a hablar de lo importante del medio rural, del problema de la despoblación... en fin. Para bien o para mal hay lugares que agonizan o han muerto de forma casi irreversible... Ahora quedan como un bonito paseo de fin de semana para nosotros "urbanitas" los parajes tan bonitos como duros para vivir, en pocos años los caminos se iran cerrando y solo perviviran donde haya algun habitante o un reguero de excursionistas que mantengan abiertas las sendas... puf q melodramatio me pongo por las mañanas jejejej

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  2. Si, la despoblación rural es uno de los grandes males de este país por la pérdida cultural y paisajistica que supone pero ningún político parece tomárselo en serio ni presentar siquiera un amago de solución. En Asturias la maleza invade los caminos y los pueblos abandonados o con pocos habitantes de forma imparable y por mucho que alguno permanezca en pie para deleite de los urbanitas ya no es lo mismo. La intrahistoria se ha perdido para siempre. Enfin es el futuro sin remedio que espera a los que vengan detrás.
    Saludos

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