lunes, 18 de enero de 2021

Viajes en el pasado. La Cordillera Filipina. El último refugio de los cazadores de cabezas.

 


La Cordillera Filipina es un territorio extremadamente escarpado. Solo se puede cultivar en terrazas construidas con un enorme esfuerzo.

En el norte de la isla de Luzón, en la llamada “Cordillera”, viven numerosos grupos tribales a los que durante siglos se les consideró  marginales, “salvajes” y casi imposibles de “civilizar” según los cánones de las civilizaciones urbanitas, mayoritarias en la capital y otras ciudades del país. Durante la colonización española se les llamó “Igorots” (montañeses en tagalo) y aunque misioneros y oficiales lo intentaron numerosas veces, no hubo forma de convertirlos ni adaptarlos a la vida en pueblos o misiones. Simplemente huían a lo más escarpado de las montañas y rehuían todo contacto o costumbre “civilizadora”. En 1898 España, “obligada” tras la caída de Cuba, vende las islas Filipinas a los americanos por 20 millones de dólares,  quienes las ocupan de inmediato y, con una gran pasión se dedican a explotarlas, civilizarlas  y  borrar todo trazo de cultura española, incluida la lengua. Justo en ese momento los Igorots, aprovechando la debilidad de los últimos años coloniales,  se habían enzarzado en terribles guerras entre ellos y practicaban con regocijo la ancestral costumbre de cortar las cabezas de sus enemigos para demostrar su valentía y exhibirlas en sus poblados.


El pequeño pueblo de Batad en medio de sus terrazas de arroz.


Dicen los estudiosos que los americanos, después de exterminar a las naciones indias de su propio territorio, se imponía una política de mayor prudencia con estas poblaciones tribales de su reciente colonia, así que, a menudo utilizando la técnica del palo y la zanahoria, se dedicaron a construir carreteras, escuelas y poblados en el territorio de los Igorot, mientras sus misioneros expandían su religión,  construían iglesias en cualquier parte y repartían arroz y regalos. Durante la Gran Exposición del 4º centenario del descubrimiento de America celebrada en Filadelfia en 1892, se presentaron varios miembros de los Igorots con sus coloridas ropas y sus artefactos para deleite del público, causando una gran impresión entre los visitantes. Como consecuencia de ello una nube de antropólogos y etnólogos se desplazaron a la cordillera para el estudio de estas tribus. Lo que no habían logrado los españoles en siglos lo lograron los americanos en pocos años. Los Igorot aprendieron inglés y se fueron asentando en poblados y se dedicaron con gran empeño al cultivo del arroz en sus ingeniosas terrazas y, más o menos, dejaron de cortar cabezas. Bastó la invasión japonesa durante la segunda guerra mundial para que retomaran su antigua costumbre, pero tras el reconocimiento por Estados Unidos de la  independencia del país en 1946 se fueron asentando en poblados estables o emigrando a la capital y abandonando muchas de sus costumbres ancestrales y su antigua fiereza. No obstante en 1970 aún se documenta alguna escaramuza con el consiguiente corte de cabezas.

 

Un guerrero Igorot ocn sus ropas tribales. Foto tomada de Internet.

Justo cuando España cede Filipinas a los americanos un joven exsoldado español de nombre Masferre, originario de San Feliu de Gixols, llega a la Cordillera y se instala en la pequeña población de Baguio, donde hace negocio con los misioneros americanos y les ayuda a instalarse. Poco después se casa con una nativa de esa zona, tienen seis hijos, y termina él mismo de predicador,  además de ampliando su negocio en varias direcciones con el fin de subsistir de la mejor manera posible. A principios del XX todavía visita España y uno de sus hijos, Eduardo, estudia unos años aquí antes de regresar definitivamente a Filipinas con una cámara de fotos  y convertirse en el padre de la fotografía filipina. Eduardo dedicó gran parte de su vida a fotografiar las costumbres y la forma de vida de estas tribus de la cordillera y sus fotografías dieron la vuelta al mundo y se expusieron en grandes museos de todo el planeta. Cuando yo visité Baguio, èl hacía unos años que había muerto, pero algún miembro de su familia regentaba una posada-restaurante donde me alojé y vi por primera vez sus impresionantes fotografías de los Igorot y compré uno de sus libros de fotos “Un tributo a la Cordillera Filipina”.  Apenas había turistas aún, y pasé un par de semanas recorriendo las montañas y sus impresionantes arrozales en terrazas en Banaue y Batad, que fueron declarados Patrimonio de la Humanidad hace unos años. Incluso me quedé en un pequeño pueblo llamado Batad al que había que llegar tras 4 horas de caminata, y donde un antropólogo americano había permanecido varios años observando sus costumbres sin acercarse a ellos  por miedo a su fiereza. Hoy poco queda de aquellos fieros guerreros que, al llegar a la mayoría de edad, debían cortar la cabeza de un enemigo para demostrar su valentía. Quedan las fotografías de Masferré, un fotógrafo totalmente desconocido en España, como muestra del orgullo y la valentía de uno de los pueblos más temidos y fieros de cuantos habitaron este planeta.




El pueblo de Baguio donde vivió Masferre se ha convertido en una pequeña ciudad turística.


Baguio fué el centro de la expansión americana en la Cordillera, especialmente de sus misioneros y estudiosos. Las casas tienen cierto aspecto metodista. 



En una de esas casas está la pensión de la familia de Masferré.



Interior del restaurante de la familia Masferré. En las paredes hay fotos de Eduardo Masferré.


Fotos de Masferré en una mural con su propia descripción



Eduardo Masferré en un poblado Kalinga hacia 1948.


Guerrero de la tribu de los Ifugao con la lanza y la temible azada para cortar cabezas

Foto de E. Masferré.
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Jefe de un poblado Ifugao con collar de colmillos de jabalí.
Foto de E. Masferré.


Hombres transportando espigas de arroz.
Foto de E. Masferré.



Muchacha de la tribu de los Ifugao con tatuajes.
Foto de E. Masferré


Terrazas de arroz en Banaue.
Foto de E. Masferré.


Terrazas de arroz en Banaue. En la cordillera apenas hay terreno llano así que los Igorot se las ingeniaron para cultivar arroz en terrazas, incluso en las zonas más escarpadas, con la construcción de paredes de tierra o piedra con un enorme esfuerzo. 



Las luchas por la supervivencia en un espacio tan difícil y sobre todo el control del agua de regadío, llevan a continuas guerras y conflictos entre los distintos pueblos y tribus de la zona.



Los poblados de los Igorots son pequeños y en su mayoría se componen de clanes familiares.






Las casas de los Igorots recuerdan los hórreos asturianos con sus patas que alejan la edificación del suelo. En tiempos anteriores, las cabezas disecadas de sus enemigos colgabas de los maderos. Hoy las han sustituido por cráneos de búfalo.




Poblado Igorot.





A las casas de los Igorots se accede por una escalera de mano, que se retira durante la noche por seguridad..


Los Igorots son excelentes artesanos en la talla de la madera y tejidos. En la foto dos figuras compradas en el viaje.


Esta casa de los maestros en Batad fue con anterioridad la de un antropólogo americano que se dedicó a estudiar sus costumbres y forma de vida desde una distancia prudencial. Detrás está la única pensión para turistas en aquél momento.




Transportando espigas de arroz.



Un descanso en el trabajo.



Todas estas terrazas están regadas por un complejo sistema que transporta el agua al lugar más alto, para dejarlo caer hasta la última parcela a través de pequeños canales. Una autentica obra maestra de los Igorot, los temibles cazadores de cabezas.


Una vista de Batad y sus terrazas de arroz desde la pensión donde me alojo. Han construido una pequeña iglesia metodista en medio del poblado.



Paisajes de la Cordilera.



8 comentarios:

  1. Me ha encantado ver y leer el reportaje, me parece precioso. Las figuras me gustan mucho. Besos.

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    1. Gracias Teresa. Me alegro que te haya gustado el reportaje.
      Saludos

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  2. UN bello e interesante reportaje amigo Jose, tuvo que ser ese viaje una inolvidable experiencia.
    La lectura engancha y lo has descrito muy bien con todo lujo de detalles.
    Un abrazo amigo.

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    1. Fué un viaje muy interesante. Filipinas es un país fascinante pero ha tenido casi siempre políticos desastrosos y por otra parte España la ha abandonado completamente. Pronto no quedará nadie que hable español en todo el país y las iglesias anglicanas y metodistas le está comiendo el terreno a la católica en casi todas partes. Una pena.
      Un abrazo.

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  3. no dejas de sorprenderme!!!! gracias por mostrarnos estas entradas

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  4. Me alegro que te gusten estas entradas que tiene poco que ver con la jardinería.
    Saludos

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    1. las de jardineria tambien!!!! soy fan del diseñador y jardinero de la barrosa!!!

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  5. Me alegra eso de tener un fan, aunque lo de diseñador me queda demasiado lejos!!!

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