lunes, 3 de diciembre de 2018

Viajes en el pasado. Angkor Wat, Camboya 2001, “La morada de los dioses”


 
Un gigantesco Ficus engullendo las paredes de un monasterio en Angkor.
 




Niños recogiendo flores de loto comestibles.

Así titulaba la revista “National Geographic” hace ya mucho tiempo, un artículo sobre lo que parecía ser el mayor complejo arqueológico del planeta cubierto por la selva, antes de que el terrible régimen de los Jemeres Rojos cerrara de nuevo esa zona al mundo en 1975, interrumpiendo las excavaciones y el estudio y mantenimiento del enorme yacimiento. Tras veinte años de abandono y saqueo, en 1991 se firman los Acuerdos de París que permiten que llegue la paz a un país atormentado y aterrorizado, que ha perdido un tercio de su población durante las guerras e invasiones de esos veinte años y en los que ha soportado uno de los peores genocidios del siglo XX.



Si hay un país donde lo mejor y lo peor del hombre puede verse a lo largo de la historia ese es Camboya, sin duda. Cuesta trabajo creer que no muy lejos de este paisaje idílico de campos de arroz y templos de una belleza y perfección sin igual, se encuentren “Los campos de la muerte” y la terrible prisión de Tuol Sleng hoy convertida en “Museo de la Infamia” donde se cometieron las mayores atrocidades que pueda contar la historia del mundo contra familias enteras, incluidos niños.

El muchacho que me lleva en una motocicleta de un lugar a otro y que me hace de guía me cuenta que sus padres no le dejan estudiar porque aún tienen miedo de los Jemeres rojos que asesinaron a todas las personas que habían estudiado el bachillerato o una carrera universitaria. Apenas sonríe alguna vez.
La enigmática sonrisa de las estatuas de Angkor son como un paradigma de la historia humana. (Foto del N. G.)

El Gran templo de Angkor Wat está construido a imagen y semejanza del lugar donde viven los dioses: el monte Meru representado por la torre central de 65 m y sus cuatro torres laterales. En su entorno se extienden los diferentes patios y estancias, (el rey solía vivir dentro del mismo templo ya que era considerado un dios) y más allá´, el lago perimetral que evoca los océanos cósmicos. Nada se deja al azar en esta civilización obsesionada con el agua y la perfección geométrica del cosmos.
 
 
El imperio Jemer de Angkor Wat rigió los destinos del sur de Asia desde el siglo IX hasta finales del XIV. Hacia 1350  su poder comienza a extinguirse y poco después abandonan la planicie de Angkor donde habían construido su gigantesca ciudad con decenas de templos, monasterios y palacios rodeados de canales y depósitos de agua para el regadío de sus campos de arroz. Solo muy recientemente y gracias a la tecnología más puntera comienzan los arqueólogos a evaluar el verdadero tamaño y funcionamiento de una ciudad que pudo llegar a albergar un millón de personas. Una teoría reciente relaciona el colapso de esta civilización con el cambio climático producido por la llamada “pequeña edad del hielo” que se produjo a mediados del siglo XIV, y que pudo colapsar el complejo sistema hidráulico que la mantenía. Otros a las guerras con reinos vecinos que comienzan a despuntar como el de Ayutthaya en la cercana Tailandia.
Foto aérea del complejo de Angkor Wat con sus canales perimetrales.
Cuando yo visité  Angkor Wat en el 2001 no hacía mucho que el complejo arqueológico se había abierto al público y se había limpiado la selva colindante de las decenas de bombas lapa que habían dejado los Jemeres rojos en su último refugio. No era un lugar totalmente seguro ya que varios turistas habían sido asesinados en 1999 así que el flujo de visitantes era aún muy escaso. El lugar es enorme y complejo, y lleva varios días visitar las ruinas que se extienden en una enorme planicie entre canales, estanques y campos de arroz. Para cualquier aficionado a la arqueología o a la historia es sin lugar a dudas el complejo arqueológico más impresionante que uno pueda visitar. Es difícil describir la emoción de ver aquellos magníficos templos salir de entre la vegetación abrazados por las enormes raíces de las higueras tropicales. Ver surgir de entre la niebla las gigantescas cabezas de Angkor Thom con la sonrisa helada de sus labios es algo tan impresionante que te deja anonadado. Hay pocos lugares en el mundo donde la belleza de las construcciones humanas y el paisaje se complementen de una forma tan natural y al mismo tiempo tan trágica. Tal vez sea la imagen última de lo que quedará de este planeta cuando nos hayamos ido. Quizás por eso te deja tan impresionado y con un toque de nostalgia y temor al mismo tiempo. Después de visitar Camboya (Incluido Angkor Wat y los Campos de la Muerte) uno parece comprender un poco mejor lo terrible de “ser humano”: el potencial de muerte y belleza que arrastramos a nuestro paso, esa es la realidad.
Las fotos son escaneados de diapositivas y no son muy buenas, pero espero que os den una idea de ese momento congelado en el tiempo.

Imagen del templo de Angkor Wat al lado de un estanque.




Estatua dentro del templo de Angkor Wat.


Una de las entradas a Angkor Thom, otro de los enormes complejos de templos.



Uno de los pasillos de Angkor Wat. Las paredes de los relieves narran escenas de la historia de la ciudad o de la vida de Buda, Hay kilómetros de estas escenas grabadas en las paredes de los diferentes templos.


Avenida de las esfinges en Angkor Thom.


Torres del Bayon en Angkor Thom, coronadas por cuatro caras que representan a Brama o Visnú, dios del universo.


Hay doscientas caras en Angkor Thom.. Cada una parece tener una sonrisa ligeramente diferente y te miran impasibles desde cualquier parte del complejo


Otro de los templos con una enorme explanada rodeada de cientos de estatuas en relieve.






La gente sigue cultivando arroz en los campos de los alrededores como lo han hecho durante siglos.


En la sonrisa de esta niña que recoge flores de loto está el futuro del país.



Decenas de templos y monasterios se extienden sobre la planicie entre los canales. Las piedras para su construcción fueron traídas desde muy lejos en barcos. Cada nuevo rey construía su propio complejo palacio-templo y corte.





Bajorrelieves en la enorme plataforma ceremonial. Hay que tener en cuenta que muchos edificios, incluidas todas las casas de la gente normal y palacios de la nobleza, se construían de madera con lo cual no han sobrevivido. Solo vemos un pequeña porción de lo que debió de ser la ciudad en su apogeo.


Uno de los templos de Angkor Thom.





Plataforma para cremaciones reales frente al Gran Baray, uno de los mayores estanques.


Niño jugando en una pila de agua.

 
 La pobreza y el miedo es aún bastante real en las caras de estos niños.
 
 
 

La fuerza de las raíces de los Ficus es asombrosa.


Muchas de las imágenes talladas en las paredes de los templos representan Apsaras o bailarinas celestiales. Cada templo tenía cientos de ellas de forma real.





En algunos de estos templos siguió habiendo culto después de la caída del Imperio Jemer. Nunca estuvieron totalmente perdidos como pensaron los europeos que los redescubrieron.

 


 
Relieves en las paredes de los templos cubiertas de líquenes.



Fotografía reciente de National Geographic de uno de los templos. No parecen haber cambiado mucho desde que yo los visité. Hasta que punto se puede seguir dejando a la naturaleza "comiendo" los edificios, es difícil de predecir, ya que a la larga, la mayoría terminarán derrumbándose.

4 comentarios:

  1. Otro precioso e interesante reportaje Jose y muy bien detallado, ha sido fascinante el recorrido.
    Cordiales saludos

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  2. Muchas gracias, Juan.
    Saludos desde Asturias

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  3. Me parece un lugar absolutamente mágico. Qué maravilla! Gracias por compartirlo.
    Un abrazo

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  4. Gracias Mónica. Las ruinas de Angkor Wat es uno de los lugares arqueológicos que más impresiona.
    Saludos

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