lunes, 11 de noviembre de 2019

Viajes en el pasado. Caminando por los pueblos en torno al lago Inle, Myanmar (antigua Birmania, 2003)

Mujeres plantando arroz.


Birmania o Myanmar, como ahora se conoce, es uno de esos países que figuran en las ofertas de viajes exóticos de muchas Agencias de viajes. Viajes de ocho días en hoteles de 4 estrellas y rápidas visitas a monasterios y estupas, a menudo combinado con unos días de descanso en una playa de Phuket en Tailandia.



Dos niños monje sonríen en el camino.
A ras de tierra el país es muy diferente a como lo venden esas mismas agencias. Es un país de una belleza abrumadora que esconde un sinfín de tragedias y atrocidades. Uno de los países más ricos en reservas naturales de todo el mundo: gemas, oro, petróleo, maderas nobles, gas, etc. y que sin embargo apenas llega al 145 (de 188)  en cuanto a desarrollo y respeto a los derechos humanos. Durante decenios el país ha sido sistemáticamente saqueado por sus dirigentes (Juntas Militares)  mientras la población subsiste  abandonada a su suerte y, aun así, sonríe. Tal vez sea el budismo el que confiere a la gente esa capacidad estoica para afrontar las inclemencias de la vida con una sonrisa. En realidad es el budismo el que mantiene al país en pie: escuelas, pequeñas clínicas, orfanatos, centros de reparto de comidas…y también son los monjes los que de vez en cuando organizan manifestaciones y son golpeados y encarcelados. Mientras, por las destartaladas carreteras del país tan solo circulan grandes camiones cargados de madera, tanques de petróleo, minerales, etc. en dirección a la frontera con China. Todo controlado por el ejército.


En 2003 tan solo se podía visitar por libre una parte del país que iba desde Rangoon, la capital, hasta Mandalay,  la zona del lago Inle y alrededores, incluida la zona arqueológica de Bagan. No había cobertura de teléfono móvil ni apenas Internet, pero se podía viajar libremente y, en pocos sitios del mundo he visto una gente tan amable y con tantas ganas de ser útiles y comunicarse. Para mi aquel viaje ha quedado  en la memoria como el paradigma de la belleza de esa mundo natural al que la comunicación instantánea y la tecnología ha dejado obsoleto. Ya nada ha sido igual desde entonces.

 


Búfalos y campos de arroz de un verde casi transparente.

Comenzamos el trekking en un pueblecito llamado Kalow.  Iba acompañado por Chescu y Maria, una pareja de mallorquines que conocí en el vuelo a Rangoon. En una de las pensiones del pueblo contratamos a un guía Indio, hermano de la dueña de la pensión, un hombre melancólico que hablaba buen inglés y tenía un gran conocimiento de la zona y una enorme curiosidad en saber todo sobre nuestra mundo. Fue un gran acierto. Dormimos en casas de pueblo y monasterios y comimos en casa privadas y sitios que él había organizado de antemano. Siempre hago caminatas con un guía en todos los países que visito, a veces una, a veces varias, y son, con mucho, la mejor forma de acercarse un poco a la realidad de cada país. Este fue uno de los mejores. La belleza del paisaje, la gente que íbamos encontrando por el camino, la comida, el guía al que llamábamos Robin con su eterno  turbante y su estoicismo contribuyeron al enorme disfrute que supuso para mi esta visita. Habrá otras entradas sobre este viaje más adelante, ya que creo que merece la pena.
 
Chescu y nuestro guía Indio en medio de la lluvia.
 
Las cosas han cambiado un poco desde mi visita a Myanmar. En 2007 gigantescas manifestaciones lideradas por la premio Nóbel Aung San Suu kyi y decenas de miles de monjes budistas estuvieron a punto de tumbar la Junta militar en el poder. Reaccionaron cerrando al país al exterior y metiendo a cientos de monjes y activistas en la cárcel, pero fue el ciclón Nargis de 2008, con más de 30.000 muertos, el que al final obligó a la los militares a convocar elecciones al año siguiente. Desde entonces la crisis de la minoría Rohinyas, todavía no resuelta, ha vuelto de nuevo a poner el país en las portadas de los noticieros. Este vez incluso se ha comentado la connivencia de la premio Nóbel con los militares. Para la mayoría de los habitantes del país supongo que las cosas poco han cambiado, aunque el gobierno si lo haya hecho. Me pregunto si aún sonríen como entonces.

En los caminos hay un tránsito constante de personas y animales.

Campos de arroz y pinos.



Llegamos a un monasterio donde está celebrando una fiesta de la luna nueva..


Familias completas han venido al monasterio para comer y celebrar la fiesta. Hay decenas de niños por todas partes con sus gorras americanas y sus lungii tradicionales.


Una motocicleta es la atracción de la fiesta para los muchachos.
 
Dos muchachas con sus mejores galas posan serias ante la cámara.
Los hombres preparan la comida en grandes ollas. Casi siempre cocinan los hombres y las mujeres lavan los platos. Nuestro guía Robin nos lleva a saludar al Jefe del pueblo, este señor fumando un puro.

Tras la fiesta regresan a sus casas en los pueblos.

Hoy dormiremos en esa casa en medio de huertos.

Hay que reconocer que son excelentes cocineros. Casi toda la comida es vegetariana.

Un campo de coles.


Niños a la entrada de los pueblos.

Muchos niños pasan una parte de su vida como monjes en los monasterios. Allí reciben un poco de educación y comida. La mayor parte de los adultos también hacen lo mismo en algún momento de sus vidas.

Chescu siempre enseña las fotos y son una enorme novedad para ellos.



Una mujer en medio de un huerto de maíz y girasoles.
Hoy comemos en casa del shaman o curandero del pueblo.

Cocina típica en casa del curandero. Ella es su hija y nietos.

Comiendo "chapatis" y arroz con vegetales.


 

En medio de los campos un partido de futbol atrae al vecindario.

Cuando uno de los jugadores hace algo mal, en vez de reñir, se tiran por el suelo muertos de risa.

Chescu enseñando fotos a unos niños en el partido.
Los tres delante de un monasterio donde pasaremos la noche.

Un muchacho cocina para nosotros en una de las estancias del monasterio.

 

Unos niños han venido a vernos y a reírse un rato. Llevan la cara pintada con el "thanaka" una especie de pasta hecha de la corteza de un árbol y que sirve de protección solar.
 

Es asombroso la cantidad de platos diferentes que pueden preparar para cada comida.

En el monasterio hay pequeñas separaciones como esta para dormir. A las cuatro de la mañana empiezan los cánticos y oraciones y ya no se puede dormir más. Sin duda una experiencia.

A la mañana visitamos al lama que nos bendice para que tengamos un buen viaje.

Dos niños monjes miran impasibles el paso del tiempo.

Otros llegan a la mañana con las limosnas recogidas en los pueblos cercanos.


La lluvia del monzón y el barro son inevitables cada día, aunque no suelen durar mucho tiempo.

Una mujer nos contempla impasible desde el balcón de una casa.


Ya vamos llegando cerca del lago.





 Una barca nos va a llevar hasta el próximo pueblo.
 

6 comentarios:

  1. Precioso reportaje amigo José, te has recorrido medio mundo. No cabe duda que esos sitios son de una gran belleza y como suele ser lo habitual sus gentes son acogedoras y amables, de seguro que los que reciban serán tratados humildemente pero ofreciendo todo cuanto tienen.
    ¡¡Un gran viaje!! No cabe duda.
    Un abrazo

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  2. Gracias Juan. Disfruté mucho de este viaje sobre todo por la amabilidad de la gente, su humildad y la belleza del paisaje.
    Un abrazo.

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  3. Me parece un viaje precioso. Saludos.

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  4. Extraordinario tu reportaje por esas tierras lejanas, me ha gustado mucho. Se nota que has disfrutado con el contacto con la gente además de con los paisajes y esos campos de arroz.
    Es un placer seguirte, José Antonio.
    Muchos besos.

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    1. Me alegro de que te haya gustado el reportaje. El contacto con la gente es una parte muy importante de los viajes a otros países.
      Un abrazo.

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