lunes, 2 de diciembre de 2019

Otoño tardío en el bosque de Peloño.


Hayas (Fagus sylvatica) en el bosque de Peloño.
 

Hacía varias semanas que teníamos planificado visitar el bosque de Peloño para contemplar el paisaje de otoño en toda su intensidad, pero las continuas lluvias y nevadas de estas últimas días retrasaron esta decisión hasta la pasada semana y, cuando al fin pudimos acercarnos, ya era un poco tarde, y la nieve cubría gran parte del paisaje, haciendo muy difícil caminar los doce kilómetros del recorrido y regresar de nuevo. Tuvimos que contentarnos con caminar unos pocos kilómetros entre la nieve y volver por donde habíamos venido. Aun así  creo que mereció la pena, ya que la nieve añade una nueva dimensión a las pocas hojas doradas que aún permanecen en las ramas de los árboles.

Numerosos arroyos cruzan el bosque.
 
El bosque de Peloño es uno de los mayores hayedos que aún quedan en Europa. Situado en el concejo de Ponga, cerca de la población de San Juan Beleño, su capital, es una reserva natural poco conocida y visitada ya que se encuentra  fuera de los circuitos clásicos en torno a Covadonga y Picos de Europa, y tal vez sea mejor así. Se calcula que unas 200 mil hayas conviven en un espacio natural de unos 15 kilómetros cuadrados, junto a robles, acebos y muchos otros arbustos típicos de la montaña asturiana. Situado a una altura media de unos 1.200 metros, es el hogar ideal de gran parte de la fauna común en estos lugares: oso pardo, lobo, urogallos, corzo, venado, paloma torcaz, etc. y si, también forman parte de la reserva un buen número de prados y pastizales que mantienen una buena cabaña ganadera. En Asturias, inevitablemente, el ganado tiene que convivir con los animales salvajes y, algunas veces, sobrevivir a ellos.

 

La visita a este bosque es relativamente fácil y se suele hacer a través de un antiguo camino carretero amplio y con poco desnivel. La ruta completa son unos 13 km. y hay que regresar por el mismo camino (otros 13 km de vuelta). Antes se podía hacer en un vehículo todo terreno pero ahora ya no, -muchos concejos de Asturias están tomando estas decisiones con respecto a pistas forestales y ganaderas para evitar la masificación de vehículos turísticos y de recreo- así que hay que caminar todo el trayecto. Está bien marcado y es casi imposible perderse. En la visita veremos gigantescas hayas cubiertas de líquenes que retiene la humedad, numerosas arroyos y cascadas, un sotobosque de acebos que a veces se convierten en verdadero bosque, prados y pastizales con algunas cabañas ganaderas y, dependiendo de la época, un buen número de vacas y caballos. Cuando la niebla lo permite veremos al fondo el gran macizo occidental de los Picos de Europa con Peña Santa de Enol de 2.476 m. de altura sobresaliendo sobre los demás. En el recorrido también se puede ver uno de los mayores robles vivos del país: el roblón de los Bustiellos, catalogado como monumento natural. Esta vez no llegamos hasta allí, pero prometo hacer otra visita a inicios de verano para ver la vegetación y floraciones de cerca.

Un pequeña aldea antes de llegar a Beleño.
 
De camino hacia Beleño se pueden ver numerosos pueblos y aldeas asentados sobre las fértiles laderas. Es asombroso ver lo bien que se conservan aún, y la belleza de sus casa de piedra en contraste con el verde intenso de los prados y el ocre dorado de los bosques. Aquí os dejo unas fotos para que disfrutéis de este paisaje.

Los colores del bosque ya comienzan a decaer.

Carretera hacia Beleño, la capital del concejo de Ponga

Casería con ganado en el concejo de Ponga.



Las montañas nevadas asoman sus cabezas detrás del bosque.


Aldeas entre campos de cultivo y prados, aún relativamente bien conservados.





Una vista de Beleño la capital del concejo.
Acebos en la subida hacia el bosque de Peloño.

Primeros prados en la entrada al bosque de Peloño. Al fondo el macizo occidental de los Picos de Europa.


A 1200 metros la nieve cubre los prados y caserías.
Un amplio camino carretero cruza el bosque durante la mayor parte del trayecto.




Muchos árboles están cubiertos de líquenes, debido a la humedad y son el mejor símbolo de que el bosque tiene buena salud.



Bosques de acebos.

El agua fluye constantemente por todas partes.


Algunas hayas aún mantienen la coloración otoñal de las hojas.

El contraste entre los líquenes y las hojas dorados es muy hermoso.

Majada a 1300 metros. Aquí la nieve ya es muy abundante y decidimos regresar.




A la vuelta, los Picos de Europa nevados se ven algo mejor.


De regreso, paramos a hacer unas fotos a las aguas del río Dobra que bajan de un verde esmeralda.



Puente medieval sobre el río Dobra, un afluente del Cares que baja de las montañas de Ponga.




La pureza de la aguas del deshielo y la coloración verde son un gran atractivo para este río.


9 comentarios:

  1. Precioso el reportaje, me encanta ese bosque, el río con esa coloración del agua, los riachuelos y todo el entorno, las aldeas, es un paisaje de maravilla. Es una buena zona para dedicar un poco al senderismo y además bellísima.
    Precioso Jose un abrazo.

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    1. Gracias, Juan. Esta zona de Asturias es una belleza para el senderismo.
      Saludos

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  2. Otoño tardío pero agradecido ¡vaya paisajes preciosos nos traes!
    Como siempre, da gusto ver tus paseos.
    Un abrazo.

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    1. Gracias Montse. El otoño en Asturias es un festival de color casi hasta el final.
      Un abrazo

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  3. Qué vistas tan bonitas. Cómo me gustan esos bosques caducos que tenéis en el norte!
    Tus fotos son maravillosas, Jose Antonio! Gracias por compartirlas.
    Un abrazo!

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  4. Gracias por el comentario. Ciertamente estos bosques caducos llenan de color cualquier fotografía y son de una gran belleza.
    Un abrazo.

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