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Gran tori de entrada al Santuario de Fushimi Inari. |
Del viaje del año pasado por
estas fechas a Kioto, para ver el “Momiji”, me quedaron algunos lugares interesantes
sin poner en el blog, así que ahora vuelvo sobre ellos, ya que se está
acercando la época del cambio de coloración de las hojas de los arces y es el
momento de disfrutar de su contemplación. Este año tengo intención de abrir el
Jardín de la Barrosa al público dentro de unas semanas, para que todo el que
quiera pueda contemplar ese cambio otoñal de las hojas de
los arces japoneses, algo que a todos los que nos gusta la
jardinería y quizás a muchos otros, nos emociona ver.
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Un tramo del largo camino por la montaña |
El santuario de Fushimi Inari es
sin duda uno de esos lugares que todos los que visitan Japón por primera vez
anhelan ver. La mayoría para hacerse esa foto tan bonita caminando entre los
cientos de tories de color rojo. Lo cierto es que pocos hacen el recorrido
completo de unos cinco kilómetros en torno a la montaña para contemplar los
diferentes santuarios y lugares de ofrendas. La mayoría se van nada más hacerse
la foto en el primer tramo de puertas escarlata. El turismo de masas es así.
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Vista de Kioto desde la montaña de Inari. |
Este santuario es una de los más
antiguos del Japón y sin duda uno de los más importantes. Su fundación comenzó
en el siglo VII, como lugar de veneración a la diosa del arroz Inari, tras una
época de hambrunas por malas cosechas. El arroz es la base de la supervivencia
del país, así que tras esta primera fundación, se construyeron miles de
santuarios similares con el mismo propósito a lo largo y ancho de las islas. El
santuario se construyó en la ladera de una montaña, cerca de Kioto y, hoy en día, ocupa una enorme extensión, con decenas
de templos y ermitas y más de 1000 puertas tories que serpentean a lo largo de
toda la montaña. Con el tiempo el culto a Inari se amplió para abarcar todo lo
relacionado con la buena surte y la prosperidad, convirtiéndose en una de las
diosas más prominentes del panteón sintoísta. Las puertas tories representa el
paso del mundo visible al sagrado y pronto, particulares y compañías comenzaron
a donar puertas con sus nombres con el fin de atraer la prosperidad a su
familia o su negocio, de ahí que el número
de estas puertas crezca cada año. En color bermellón tiene la función de
espantar los malos espíritus y atraer la buena suerte. El santuario tuvo muy
pronto el mecenazgo real, convirtiéndose en uno de los lugares de culto más
importantes del país.
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Dos "kitsune" o zorros blancos escoltan una de las entradas. |
Dado que la mayor parte de las
deidades sintoístas no tienen forma física, se representan a menudo bien con
inscripciones o, como en este caso, con una figura simbólica asociada. Aquí es
el zorro al que se considera su mensajero y cumpla la función de llevar las
oraciones y peticiones a la diosa y transmitir sus mensajes. Miles de estatuas
grandes y pequeñas de este personaje aparecen por todas partes. También las
lámparas donde se dejan o exponen los deseos junto a velas o incienso como
ofrendas para los espíritus.
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Pasadizos con linternas adquieren un significado especial cuando se encienden al atardecer. |
Recorrer los caminos del
santuario bajo esas puertas rojas en medio del bosque es una experiencia única.
Contemplar las miles de estatuas que te acompañan en el camino, a menudo
cubiertas de musgo y barritas de oloroso incienso, te hace retroceder en el
tiempo a otro lugar, un lugar antiguo donde lo sagrado y lo humano apenas se
diferencian y la naturaleza parece esconder alguna fuerza sobrenatural que te
vigila a cada momento. Sin duda
recomiendo hacer esta peregrinación en un atardecer sombrío del otoño. No os
defraudará.
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La gente hace colas para depositar ofrendas en el hall principal. |
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Este gigantesco cedro al lado de uno de los templos tiene casi 900 años. |
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Tras la entrada hay un conjunto de templos y pabellones para realizar ofrendas. |
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En el primer tramo de tories la gente se amontona y cuesta trabajo caminar. |
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Cada cierto tiempo hay un rellano con altares de ofrendas y decenas de tories de madera o piedra, de todos los tamaños, con los nombres de los donantes. |
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Las lámparas de piedra como estas son un lugar para hacer peticiones a la diosa y prender una vela o incienso en su honor. |
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Al lado del lago hay un gran altar con Kitsunes y velas encendidas. |
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El camino se bifurca haciendo un recorrido circular para que no regreses por el mismo sitio. |
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Este gran rellano se adentra en el bosque y hay decenas de altares e inscripciones cubiertos de musgo mezclados con estatuas, lápidas y ofrendas. Todo parece muy antiguo y perdido en el tiempo. |
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Aquí apenas hay gente y puedes deambular entre las estatuas y puertas. Parece un cementerio abandonado. |
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Los cedros y arces invaden el espacio entre los altares de granito. Todo tiene un aspecto melancólico y perdido en el tiempo. |
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Ni un alma en estas secciones más lejanas de tories. |
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De vuelta a la parte baja del santuario. Aquí un kitsune (zorro) y un león chino guardan el mismo espacio aunque pertenezcan a religiones diferentes (busdismo y sintoismo). |
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Abajo el trasiego de la gente es continuo hasta el atardecer. |
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Otra de las grandes puertas de entrada. |
Hermosas fotos de tu visita a ese Santuario ¡qué interesante el reportaje!
ResponderEliminarMuchos besos.
Gracias Montse. Los templos y santuarios japoneses son casi siempre espectaculares.
ResponderEliminarUn abrazo
tengo unas ganas de ir a japon.... no te imaginas... ya te pedire asesoramiento cuando ahorre... jajaja
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