miércoles, 3 de diciembre de 2025

Gairloch, un pueblecito típico de las Tierras Altas de Escocia.

 


Atardecer en el pueblo de Gairloch.

            Durante el viaje a Escocia este verano para visitar los jardines del Western Ross, pasamos varios días alojados en “The Old Inn”, uno de los hoteles más antiguos de esta región en el pueblo de Gairloch. Durante el día salíamos en autobús a visitar alguno de los jardines de la zona como Inverewe, Dundonell o Attadale y a la tarde regresábamos a este antiguo hotel y casa de comidas a calentarnos al lado de la chimenea y beber cerveza local, mientras esperábamos por las abundantes cenas de cada noche. El lugar data de 1790 y fue construido por Sir Hector MacKenzie como “cambio de postas y lugar de descanso y refugio para viajeros”. Sigue cumpliendo la misma función y es uno de los sitios más agradables para hospedarse en estas frías y ásperas “highlands”. Está al lado de un arroyo, justo enfrente del “loch” y el pequeño puerto pesquero de Gairloch.



Puerto pesquero de Gairloch.

              El pueblo de Gairloch está situado en la cabeza de un “loch”, esos entrantes en forma de lago que comunican con el mar, en el Noroeste de Escocia. Rodeado de montañas y tierras de pastos, la población aparece dispersa a lo largo de la costa en varios grupos de casas. Durante siglos estas tierras pertenecieron al clan de los Mackenzie de Gairloch y cuenta la historia que fue uno de los más benévolos, ya que durante las famosas “Clearences” del XIX, en las que los propietarios y nobles expulsaron a miles de campesinos, con el fin de dedicar sus tierras a la ganadería extensiva de ovejas, ellos no obedecieron la ley recién pasada en el Parlamento Británico y continuaron con la misma relación que tenían con sus arrendados. Eso evito el desarraigo y la miseria de miles de personas, ya que muchos campesinos se vieron obligados a emigrar o morir de hambre. Gracias a eso la zona se mantuvo bastante más poblada que otras zonas de las “Tierras Altas” y con una mejor situación económica que ha llegado hasta nuestros días.



Paisaje de las Highlands.

              Hay un pequeño museo en el pueblo muy interesante para conocer la historia de esta zona, curiosamente construido en un antiguo bunker nuclear. Allí cuentan muchas cosas sobre la historia del lugar y la dura vida de los campesinos y pescadores. Hay una buena colección de artefactos y reproducciones sobre la forma de vida, incluyendo una vivienda típica de piedra con todos sus muebles y avíos. También información sobre la actividad económica, incluida la pesca, la producción de alcoholes, la lana, el transporte, etc. El museo cuenta además con un excelente café con algunos de los mejores dulces que uno puede probar de la zona.



Museo de Gairloch.

              Hay varias rutas para caminar alrededor del pueblo. Una de ellas lleva a lo largo de un bosque de abedules y vegetación típica de la zona hasta la playa de Gairloch, un arenal muy bonito rodeado de vegetación, que en verano tal vez incluso permita el baño a los más atrevidos. Llama la atención los rododendros que crecen de forma silvestre por todas partes. Sin duda proceden de semillas llevadas por el viento o los pájaros, de ejemplares cultivados en los jardines, ya que el rododendro llegó a Inglaterra procedente de la región del Himalaya a principios de siglo XVIII. En Escocia se han adaptado tan bien que hoy forman parte del sotobosque de extensas áreas y florecen por todas partes. Sigue siendo una planta invasiva, pero al menos es bastante decorativa. Os dejo unas fotos de esta visita.



Paisaje en el camino hacia las Highland.


Ovejas y lagos son una constante el el paisaje escocés.




Nuestro hotel en la colina



The Old Inn de 1790, nuestra casa de comidas.



Camino hacia el hotel al atardecer.






Riachuelo a la entrada del Old Inn.


Vista de Gairloch.



Barcos de pesca en el puerto de Gairloch.








Marea baja en el loch.






Cruzando un bosquete de abedules hacia la playa.





La playa de Gairloch. Al fondo otra sección del  pueblo.


Playa de Gairloch.


Rododendros asilvestrados creciendo entre la vegetación autóctona.





Camino de la playa.


Museo de Gairloch 


Reconstrucción de una casa de antigua con paredes de piedra y techo de paja.


Interior de la casa.


Utensilios antiguos.


El hilado y teñido de la lana es parte fundamental de las artesanías locales.



Cervezas artesanales escocesas en "The Old Inn"



Aunque no parece extremadamente apetitoso esto es un "haggis" el plato típico de Escocia. A la derecha vísceras de oveja con cosas que se cuecen en una tripa, pure de calabaza y de patata para acompañar. Se puede comer sin más.


miércoles, 19 de noviembre de 2025

Viajes en el pasado. 2001. Ciudades históricas de la costa de Vietnam.

 


Pescadores en una de las playas de Muine.

A lo largo de la historia, lo que hoy conocemos como Vietnam nunca estuvo unificado sino repartido en diferentes reinos, a menudo luchando unos con otros, cuando no intentando expulsar a invasores extranjeros del reino Cham, Jemer o Chino. La influencia cultural de estos tres reinos es notable en la cultura y el desarrollo de las ciudades, sobre todo en Hue y Hoi An, las consideradas ciudades históricas del país. Hue, situada a medio camino entre el norte y el sur del país, fue capital de diferentes prefecturas del reino Champa, casi desde el siglo IV, hasta que, con la llegada de la dinastía Nguyen, se convirtió en capital imperial y administrativa del reino unificado de Vietnam entre 1802 y 1945. Se reconstruyó la enorme ciudadela para disfrute del emperador y se dotó de numerosos palacios, templos y edificios administrativos. Poco queda de aquel esplendor. La ciudadela fue bombardeada sin descanso por los franceses durante la ocupación de Vietnam y más tarde por los americanos.


Pagoda de la Dama celestial. Hue.



Llego a Hue después de viajar toda la tarde y noche en un destartalado autobús durante los casi 700 km desde Hanoi. Estoy destrozado. Al día siguiente visito los restos de la ciudadela imperial. Parece que, tras permanecer totalmente en ruinas durante años, el gobierno decidió recuperar todo lo posible del lugar con vistas al turismo y lo cierto es que han hecho un trabajo aceptable. Uno puede imaginar cómo debió de ser esta enorme ciudadela llena de exquisitos edificios, jardines y estanques llenos de nenúfares. Apenas hay gente así que voy a mi aire, sin prisas.  La arquitectura vietnamita es un poco diferente de la de los países cercanos como Tailandia o Camboya. Tiene más influencia de China, pero es más delicada que la de este país.  Al menos esa es mi opinión. Los edificios son principalmente de ladrillo visto y madera oscura, con tejados lacados y muy decorados. Entre unos y otros hay estanques, jardines y puentes. Da una sensación de equilibrio y delicadeza. Al día siguiente, cuando visito las tumbas de los emperadores Nguyen, en las afueras de la ciudad, confirmo esta opinión. Estos emperadores construían sus propias tumbas en vida, en fincas de recreo rodeadas de paredes de piedra, al lado del río. Tan hermoso es el interior como el exterior. En medio de jardines y estanques hay pequeños edificios de madera con exquisitos miradores sobre grandes cisternas cubiertas de flores de loto. A veces con pequeñas islas y embarcaderos. Se dice que los emperadores venían aquí a meditar, a recitar poemas, a contemplar la belleza del entorno desde pequeñas barcas de remos. Entre los árboles hay numerosas estelas de piedra con poemas o instrucciones confucianas. Sin duda un lugar muy hermoso para disfrutar estando vivo o muerto.


Palacios y estanques en la Ciudadela de Hue.


Barcas de bambú en la playa de Hue.

Hoi An. Unos 84 km más al sur se encuentra esta pequeña joya de ciudad que fue el puerto principal de los Champa y un gran centro comercial desde los siglos XVI al XVIII. En esa época convivían japoneses, holandeses, indios, y hasta portugueses y españoles que conocían la ciudad como Faifo. A partir del XVII los japoneses dejaron de comerciar y fueron los chinos los que tomaron el relevo. Muchos se casaron con mujeres vietnamitas y a ellos se debe gran parte de los edificios y grandes casas y templos que aún se pueden ver hoy en día. A partir del XIX el puerto entró en decadencia y la ciudad se conservó milagrosamente tal como estaba en esa época. Hace apenas dos años (1999) que la ciudad fue declarada Patrimonio de la Humanidad, así que aún no ha llegado el turismo de masas. Visito alguna de las abigarradas casas y mansiones chinas abiertas al público. Me levanto a las seis de la mañana para ver la descarga del pescado en el puerto. Luego alquilo una barquita con una mujer al remo que me lleva por los canales y el puerto entre un enorme ajetreo de actividad. Los peces de las cestas de mimbre brillan bajo el sol de la mañana entre oro y plata. La ciudad es hermosa hasta la saciedad. Paso el resto del día en una playa de arena blanca donde casi nadie se baña porque al agua está tan caliente que quema.


 
Pescadora en uno de los canales de Hoi An.

Dieciocho horas de autobús hasta Nah Trang son muchas horas, pero no queda otro remedio. Las carreteras son desastrosas y están siempre en obras. Ningún vehículo circula a más de 40 km por hora. El paisaje cambia varias veces. Tan pronto se hace más seco, con dunas, como fértil con palmeras y campos de arroz. Esta ciudad se ha convertido en el lugar de playa de para los turistas occidentales, pero aún está lejos del Benidorm que será, 20 años después. Tal solo se ven un par de edificios altos. El resto son hoteles para “backpackers” al lado mismo de la arena. Una excelente playa de arena amarilla y cocoteros, agua transparente y fresca, cerveza barata, buena comida. No se puede pedir más. A la tarde me acerco hasta el pueblo pesquero donde los hombres extienden enormes redes en la playa y las mujeres las llevan por el mar desde esas barquitas cesto tan extrañas que se ven por todas partes. La luz es magnífica con el sol del atardecer, y no paro de hacer fotos. Paso varios días metido en el agua y me apunto a un viaje en barco donde casi todos los turistas jóvenes terminan borrachos. Sirven una especie de vino dulce con hielo y sin límite además de mucha fruta (“fruit and wine partry”, se llama) Algunos siguen bebiendo metidos en el agua en ruedas de goma. Visitamos un par de islas y hacemos snorkelling en un par de lugares.


Una trabajadora de una fabrica de palitos de incienso.

Unos días después desciendo por la costa hasta otro lugar de playa –casi secreto- de nombre Mui Ne. Apenas un pueblecito de pescadores rodeados de dunas e interminables playas de arena blanca. Es uno de los lugares más hermosos que he visto nunca. A la noche el mar se llena de lucecitas blancas de pescadores en sus barcas-cesto. A la tarde, extienden sus largas redes y, al recogerlas, llenan la arena de pescaditos que saltan como navajas de plata. Me levanto a las cinco de la mañana para verlos regresar y caminar sobre las dunas con sus balancines llenos de peces. Permanezco varios días de relajo total sin otra cosa que hacer que comer, leer, charlar con otros viajeros y permanecer en el agua. En algún momento debo coger otro autobús hasta Saigón.


Campos de arroz cerca de Hoi An.


Puente chino de Hoi An.


Venta de pescado al amanecer.


Puerta de entrada a la ciudadela de Hue.


Dos casas coloniales se reflejan en el agua en los canales de Hoi An.


Estanque en una de las tumbas de los emperadores Nguyen.


Amanecer en Hoi An.



Paseo en barca por los canales.



Puerto de Hoi An.



Tienda de farolillos.



Interior de un templo.


En la playa de cerca de Hoi An.



Recogiendo pescado de las redes en Phra Nang.






En un barco en la bahía de Phra Nang.







Puesta de sol en Phra Nang.