martes, 10 de enero de 2023

Viajes en el pasado: Brasil: Sao Luis de Maranhao y el festival de “Bumba-meu-boi”

 


Fachada de un casa de Sao Louis cubierta de azulejos.

Continuando del viaje desde Jericoacoara llego a Sao Luis de Maranhao, justo cuando la ciudad celebra uno de las mayores fiestas del año; el festival del “Bumba-meu-boi”. No es carnaval pero casi lo parece aunque la historia es bien distinta. Según esta cita que tomo de un folleto,  La práctica ritual compleja denominada “Bumba-meu-boi” es un elemento del patrimonio cultural vivo del estado brasileño de Maranhão, que agrupa diferentes formas de expresión musicales, coreográficas, teatrales y lúdicas en las que la figura del buey encarna la relación de los participantes en el rito con el ámbito de lo sagrado. En esta práctica cultural confluyen tres componentes principales: el ciclo vital, el universo místico y religioso, y el buey propiamente dicho. Impregnado de un fuerte simbolismo, este elemento es toda una metáfora de la existencia humana ya que reproduce el ciclo de la vida desde el nacimiento hasta la muerte”. Nadie parece saber cuándo comenzó esta fiesta ni porqué. Por una lado se celebra a San Marcial, por el otra la historia de un toro que después de muerto vuelve a la vida. Sea como sea, durante toda la semana grupos folklóricos desfilan por todas partes y la música y el baile llena las plazas de la ciudad de Sao Louis. La gente se entrega a la fiesta como si no hubiera mañana. Durante el día visitamos algunos monumentos de la ciudad antigua y paseamos por sus calles llenas de casas con fachadas cubiertas de preciosos azulejos. Está claro que la ciudad parece haber tenido mejor fortuna hace ya bastante tiempo. Por la noche intentamos disfrutar de la fiesta, aunque está claro que no tenemos esa predisposición innata que tienen los brasileños para el baile y la música a cualquier hora del día.

 


Sao Louis de fiesta.



                                                                       El "boi" de Sao Louis.

La ciudad de Sao Luis se encuentra en una isla en medio de dos bahías, la de San Marcos y la de San José. Curiosamente fue fundada por los franceses en 1612 aunque, apenas 4 años después, ya había caído bajo el dominio de Portugal. Durante  varios siglos vivió de la exportación de la caña de azúcar, tabaco, cacao y esclavos, aunque ya a mitad del XIX, durante la Guerra de Independencia americana, se convirtió en un gran centro de exportación de algodón. En esa época la ciudad creció hasta ser la 3ª con mayor población de Brasil, y se llenó de comerciantes extranjeros. Tras entrar en decadencia durante gran parte del siglo XX la ciudad se ha recuperado, y hoy tiene algo más del millón de habitantes. Sao Louis conserva un importante centro histórico con más de 3.000 edificios de interés en los que destacan sobre todo la decoración con azulejos portugueses en fachadas e interiores. En 1997 su centro histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad, pero está claro que necesita una gran inversión de dinero para restaurar esos miles de edificios coloniales en estado de semi abandono.

 


Ruinas de una iglesia  en Alcántara. 

Uno de los días cruzamos  en un barco para visitar, al otro lado de la bahía, la antigua ciudad de Alcántara, también fundada por los franceses y tomada poco después por los portugueses. La ciudad, al igual que la cercana Sao Louis, fue un gran centro agrícola y comercial, además de venta de esclavos,  durante varios siglos para caer luego en decadencia y en un casi completo abandono como muestran las iglesias,  conventos y casas medio en ruinas o cubiertas por la vegetación. Aún queda alguna gente viviendo en pequeñas casitas y cabañas, pero tienes la sensación de caminar por una ciudad perdida en algún cataclismo del pasado. Espero que os gusten estas fotos.

Aprovecho para despedirme durante un tiempo. Me voy de viaje a algún lugar cálido y a la vuelta seguro que habrá nuevas entradas de jardines y lugares lejanos.



Una plaza de la ciudad de Sao Louis ya restaurada.


Palacio del Gobierno de Maranhao.




Muchas fachadas de azulejos necesitan una restauración de urgencia.




Yo, haciendo de turista en la ventana de un bar.



Plaza típica.


Fuente de época colonial.


Serenita, una estudiante inglesa, posando en una fachada.



Serenita y Christopher, un fotógrafo americano.


Fiesta de "Bumba-meu-boi". Aquí grupos folclóricos compiten en varios escenarios durante toda la noche.







Ambiente de la fiesta.



Además del espectáculo folclórico, la fiesta inunda la ciudad con orquestas y bailes en muchas calles y plazas.



La población disfruta de lo lindo. Es un placer verlos bailar y divertirse.





Puerto de Alcántara, al otro lado de la bahía.


En la antigua ciudad quedan algunas casitas y muchas ruinas.




Ruinas de la iglesia de San Matías del siglo XVII. Fue destruida por un rayo que la partió a la mitad. Delante se puede ver el "pelourinho" donde ataban a los esclavos negros que sufrían algún castigo.



Iglesias de Nossa Senhora do Rosario de los Negros.


Imponente retablo barroco en el interior de la iglesia.


Dicen que estos ángeles fueron tallados por artesanos negros, de ahí su musculatura.


Calle de Alcántara.


Puerta en ruinas.



Vista de calles y edificios abandonados.


           


Restos de una gigantesca puerta hacia ninguna parte. 


Actividad en el puerto.






martes, 3 de enero de 2023

Viajes en el pasado: Jericoacoara y el Parque nacional Lencois Marenhenses. Brasil (2004)



La Gran duna de Jericoacoara al atardecer.

Durante la primera decena del 2000 hice tres viajes casi seguidos a Brasil, coincidiendo con la presidencia de Lula de Silva. En ese momento el país crecía a pasos agigantados, la economía parecía no tener freno, el rial competía en valor con el dólar y el optimismo se palpaba en el aire. Lula acababa de subir el sueldo  a todos  los funcionarios públicos, incluido ejército y policía,  y ese verano decenas de ellos inundaban los lugares turísticos del país. Brasil parecía tener el mejor futuro por delante de todos los países en desarrollo. Todo eso se truncó  con la crisis global que comenzó en el 2008. Después de años de retroceso y problemas económicos Lula ha vuelto de nuevo. Las cosas ya no van a ser tan fáciles como en esos años pero al menos el país ha dejado atrás  el oscuro gobierno de Bolsonaro y su destrucción masiva de la selva del Amazonas y la explotación brutal de sus recursos.



El pueblo de Jericoocoara perdido en un mar de dunas.

Brasil es un país tan grande y tan variado que se necesitan muchos viajes para tener una idea de su enorme geografía, paisaje y cultura pero durante esos tres veranos viajé de sur a norte hasta la selva del Amazonas, y por el interior hasta Brasilia y el Gran Pantanal. Por el sur hasta las cataratas del Iguazú y recorrí casi toda la costa visitando sus grandes ciudades y algunas pequeñas islas. Sin duda es un país magnífico. Su pasado colonial le ha dejado en herencia una enorme variedad de ciudades repletas de edificios históricos, organizaciones culturales y educativas, tradiciones, etc. Si a eso añadimos sus culturas indígenas, su extraordinario paisaje, la belleza de sus costas y la gran variedad de recursos  minerales e hídricos hay pocos países que puedan imaginar un futuro más brillante que Brasil. Esperemos que lo logre y sobre todo que consiga repartir esa enorme riqueza creando una sociedad más justa y equitativa. Sin duda lo merece.


Puesta de sol.

En esta entrada viajo por la costa desde Salvador de Bahía hasta Belem pero antes me detengo en este pequeño pueblo pesquero con ese nombre tan extraño,  Jericoacoara, perdido entre un mar de dunas  y que en esos años comienza a despegar atrayendo a mochileros occidentales y brasileños que disfrutan de sus preciosas playas y que, tras pasar unos días, continúan viaje en dirección al parque nacional de Lencois Marenhenses, de camino hacia la ciudad de Sao Luis.

Este mar de dunas y lagunas hace poco que ha sido declarado parque nacional y sin duda es un lugar de una belleza que te deja sin respiración ya que sus numerosas lagunas de agua azul o verde, de una asombrosa transparencia, contienen agua dulce, y bañarse en ellas es un placer difícil de explicar. En todo este trecho de la costa las infraestructuras son aún muy limitadas en el 2004. Ni siquiera hay carretera asfaltada hasta Jericoacoara, así que formo un grupo con algunos turistas más y contratamos un Land Rover con conductor para hacer los traslados desde Jeri hasta Sao Luis y visitar el parque de camino. Este lugar paradisíaco ha cambiado bastante desde entonces y el pequeño pueblo se ha llenado de hoteles y resorts  pero al menos han ampliado las leyes de protección ambiental  ya que es un paisaje muy frágil. Espero que las respeten y no sigan el camino de otros lugares de vacaciones en nuestro propio país convertidos en un mar de hormigón. Aquí os dejo unas fotos de eso trecho del viaje. Espero que os den una idea de la belleza de ese paisaje.




El pueblo de Jeri entre palmerales.




Una de las pocas tiendas.


Las calles de arena.


Otra playa cercana.


Pousada Calanda donde nos quedamos, casi al lado del agua.







Las dunas al atardecer.


Un grupo practicando capoeira.



Podrían ser dunas en el cualquier desierto africano, pero están en Brasil.



Las puestas de sol son espectaculares.


Nuestro jeep cruzando un río en una barcaza.



El grupo con el que viajo.


Chozos de pescadores. 


Camocín, un  pequeño pueblo en el camino.





Contemplando el pescado puesto a secar.




Paisaje de ríos, lagunas y costa durante el viaje hacia Sao Louis.




Yo subido a un faro en Barreirinhas.






Pasamos una noche en estas cabañas al lado del mar. 




Las espectaculares lagunas de Lencois Marenhenses


Yo metido en una de esas lagunas.



Nadie sabe explicarte muy bien de donde viene toda esta cantidad de agua dulce tan cerca del mar.


A veces las laguna son de color verdoso o marrón por los taninos del agua.


Caminando por las dunas.