lunes, 27 de mayo de 2024

Viajes en el pasado: “Ouro preto”. La ciudad del oro. Brasil 2007.



La ciudad de "Ouro preto" al amanecer, el día que llegué.

Llegué a “Ouro preto” al amanecer, después de un largo viaje nocturno en autobús desde Rio de Janeiro. La vista de aquella ciudad extendiéndose entre las colinas y bañada de una luz dorada me dejó perplejo. Parecía haberme trasladado en el tiempo a otra época y otro lugar, muy lejos del Brasil actual. Era como si no hubiera salido de casa, o estuviera en otro país. Nada te prepara para la belleza de estas ciudades coloniales tan lejos de su lugar de origen, en medio del trópico. Las torres de las iglesias se alzan sobre las colinas y justo en ese momento suenan las campanas que llaman a los fieles a la primera misa. Parece un sueño. El sueño de miles de portugueses emigrados de la lejana Portugal construyendo una imagen del país que dejaron atrás a cinco mil kilómetros de distancia hace trescientos años.

 


El autobús me deja delante de esta iglesia iluminada por el sol temprano. (Iglesia de San Francisco de Asís)

Pasé una semana caminando por sus calles de piedra, visitando iglesias con retablos cubiertos de oro, comiendo en bares de estudiantes universitarios y contemplando la pequeña ciudad desde el corredor de madera de la pensión donde me alojo. Tuve la sensación de no haber salido de España, de volver atrás a mis años de estudiante. Este no puede ser el Brasil real, pensaba yo, el de las grandes ciudades, las selvas, las fiestas de Carnaval y todo eso que, desde afuera, uno asocia con este país. Pero si lo era. Brasil tiene ciudades y pueblos coloniales muy similares a los que los españoles construimos por todo Sudamérica, solo que rara vez están en los planes de viaje de los turistas españoles y muy pocos los visitan. Podía haberme quedado a vivir allí durante meses. En pocos sitios me he encontrado tan a gusto como en esta pequeña ciudad perdida en un tiempo que ya no existe.

 


La pensión donde me alojo tiene mucho carácter también. Vista de la ciudad desde la habitación.



Durante el siglo XVII Portugal necesitaba con urgencia encontrar oro y plata con el que  financiar su gran imperio de ultramar. La corona portuguesa decidió subvencionar a grupos de “bandeirantes” para que se introdujeran en el interior del enorme país en busca de metales, piedras preciosas y esclavos. No fue hasta finales de ese siglo cuando se encontraron los primeros indicios de oro en una zona no muy lejos de Rio de Janeiro a la que después llamarían Minas Gerais. En poco tiempo la fiebre del oro se extendió como la pólvora. En las colinas de Ouro Preto se montaron decenas de campamentos de mineros que abrían agujeros en la tierra y en poco tiempo se formó una ciudad que en principio se llamó Vila Rica, por su abundancia en oro. En 20 años 400 mil portugueses y otros tantos esclavos habían invadido las ricas tierras de este municipio y la ciudad de Ouro Preto alcanzó los 40 mil habitantes en 1720. Fue la ciudad más poblada de América en esa fecha. Con la riqueza llegaron artistas y constructores de otras partes del país. Se construyeron una docena de extraordinarias iglesias barrocas, con altares y retablos cubiertos de oro y pinturas, además de un buen número de palacios y edificios públicos. Los mejores arquitectos y artistas del momento trabajaron durante años en esta ciudad, entre ellos el escultor y maestro de obras Antônio Francisco Lisboa, conocido como Aleijadinho, y el pintor Manoel da Costa Athaíde. En 1723 fue nombrada Ciudad Imperial y capital del estado. Se calcula que 1200 toneladas de oro se trasladaron a Portugal y otras tantas circularon por la colonia. Hacia 1890 el oro se había agotado y la actividad económica se había trasladado a otras partes del país. La ciudad de Ouro Preto entro en decadencia, pero consiguió mantener en pie gran parte de sus edificios e infraestructuras gracias a la actividad universitaria, sobre todo de su famosa Escuela de Minas o de su Escuela de Farmacia. En 1980 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco y hoy en día dormita, apenas alterada por los pasos de los estudiantes y de algunos turistas que se acercan a contemplar sus magníficas iglesias barrocas.




Vista del centro de la ciudad con el Palacio del Gobierno y la Basílica de Nuestra Señora de la Concepción.


Las calles son extremadamente empinadas.




Plaza del Gobierno.


Calles empedradas y casas con tejas portuguesas. Difícil no ver una iglesias en todas las fotos.



La artesanía de la piedra es una actividad importante en la ciudad actual.




Fuente barroca. Hay varias en diferentes partes de la ciudad


Interior de la Basílica de Nossa Senhora do Pilar.



Fresco en la Iglesia de San Francisco de Asís.



Interior de la iglesia Nossa Senhora do Carmo.


Iglesia de San Francisco de Paula.


Contemplando la ciudad desde un mirador





La ciudad está extremadamente bien conservada y cuidada con mimo.


Mirando estas vistas difícil creer que uno esta en Brasil y no en Portugal.


Pequeña plaza en uno de los barrios de Ouro Preto.





Visitando una mina de oro.






En la pensión donde me alojo hay algunos estudiantes residiendo y me encuentro muy a gusto. Es un sitio muy especial y lo echare de menos a lo largo del viaje. Aún me quedan muchos lugares que visitar.



Vista nocturna de la plaza central.


lunes, 13 de mayo de 2024

Una nueva planta en la Barrosa: Anchusa azurea “Feltham Pride”.

 


Espigas florales de la Anchusa azúrea junto a Iris Barbatus.

Hace unos años, durante una visita a principio de Junio a varios jardines ingleses, una planta con altas espigas florales de un espectacular color azul llamaba la atención en muchos de los parterres a finales de primavera. No tenía ni idea como se llamaba, aunque si me recordaba a una planta silvestre de diminutas flores azules o rosadas que crece muy a menudo por los caminos y prados de Asturias, el Echium vulgare.  No es extraño que se parecieran ya que son de la misma familia: las Boraginacea. Como con muchas otras plantas, no encontré ningún Vivero que las tuviera a la venta por aquí. Hace un par de años encontré las semillas a la venta en “Jelitto seeds”, las compré por Internet y la primavera pasado  germinaron unas pocas plantas de hojas peludas y poco agraciadas. Al fin, esta semana, las grandes espigas florales comenzaron a salir de la base de hojas y poco a poco  se van llenando de campanillas azules o rosadas y, ciertamente, son espectaculares, o al menos a  mí me lo parecen. Es un azul tan fuerte que parece tener luz propia y acompaña muy bien a los Iris, Siyirinchium, Weigelas y otras plantas que florecen ahora. Sin duda ha merecido la pena la espera. También he leído que esta planta no es muy duradera y suele desaparecer al año siguiente, pero al menos tengo la posibilidad de recoger las semillas o intentar reproducirla por esquejes. Ya veremos si lo consigo. Sería una pena verla desaparecer, pero así son las cosas de la jardinería. Cada día que pasas aprendes algo nuevo. Cada planta es un mundo y nunca terminas de saber lo suficiente. Tal vez por eso engancha.

 


Los Iris barbatus están en su mejor momento en azul y amarillo.


El jardín de la Barrosa cambia un poco cada año, aunque en realidad casi cambia cada día. Ya se va haciendo maduro, aunque este año acabo de añadir un nuevo parterre. Parece que siempre hay sitio para una planta más o un pequeño parterre. Llegará un momento en que tendré que decir basta, pero ese momento aún no ha llegado. Como todos los años el invernadero está a rebosar de bandejas de pequeñas plantas, algunas nuevas. Muchas de esas plantas servirán para sufragar los gastos de la “Fiesta de la Primavera” que hacemos en el pueblo todos los años a mediados de Junio. Durante un par de días haré Jornada de Puertas Abiertas y abriré el jardín a quien quiera visitarlo. Deberíamos hacerlo todos los que tenemos jardines como hacen en Inglaterra. Es la mejor forma de propagar el interés por la jardinería entre la gente, pero aquí no es muy común. Tenemos el país que tenemos y es difícil cambiar las cosas.

 


Iris y Anchusa.


Mientras, nos acercamos cada vez más al verano y a los días de calor. Este año la primavera está siendo relativamente lluviosa en Asturias pero este mes ya hemos tenido dos días de 30 grados en la Barrosa, algo totalmente impensable antes. La alternancia de días de calor con otros relativamente fríos es un vaivén continuo que altera las floraciones de las plantas y su comportamiento general. Vivimos en un caos de imprevisión y vulnerabilidad con respecto a la climatología y eso nos trae a todos de cabeza. Espero que os gusten estas fotos de la Barrosa en toda su efervescencia primaveral.



Iris barbatus blanco y Weigela.


Iris hollandicus y Digitalis purpuera.


Las flores de la Anchusa Azúrea varias del azul al rosa y cambian de color según maduran.




Los Iris se polinizan unos a otros y pueden cambiar de color. Hace años tan solo tenía un planta amarilla y ahora ya hay un montón.


En la Barrosa hay un par de "Crataegus Paul Scarlet",un espino inglés de flor rosada. Contrastan magníficamente con las Arces purpura.


Este arbusto de flor blanca es un Viburnum plicatum tomentossum mariessi.


Erigeron karvinskianus y Weigela florida.


Berberis amarillo y Rosa "Apricot Nectar".


Contraste entre la flor del Viburbum blanco y el Crataegus rosa.


Digitalis, Iris y Salvias.


Este rosal "Apricot nectar" tiene un perfume que te deja en una nube.


Pronto florecerán los Delfinios en este parterre.


Las primeras Aguileñas (Aquilegia vulgaris)


La pérgola.




El parterre de la pérgola se está haciendo ya maduro y este es su tercer año. 


Arbustos de flor blanca y Nepeta frasseni.




La parte baja del jardín va cogiendo forma. Más adelante veréis el parterre frontal que he construido este año y que cierra el conjunto.



Heucheras y Erigeron.


Iris y Nandina en la fuente.


Una vista más amplia del estanque.


Pequeño parterre junto a la casa.


Celindo en flor y formas de topiaria.



No podían faltar un par de fotos de los manzanos en floración en la pomarada.