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Puente a la entrada de Rioaller. Justo al lado estaba la casa de la familia de mi padre. |
Hacía tiempo que tenía abandonada
mi sección de “Pueblos de Aller”, y cualquier momento es bueno para
recuperarla, especialmente en este verano anómalo en que el Covid ha llevado a
cientos de personas a redescubrir los pueblos perdidos de la España vacía o vaciada
como se dice ahora.
En el concejo de Aller, uno de
los concejos centrales de la montaña asturiana, Rioaller, a 830 metros de
altura, es uno de esos pueblos remotos y vacíos, casi olvidado de la memoria de
los hombres, y sin embargo no siempre ha sido así. Hoy hace casi 100 años que
el erudito y viajero Aureliano del Llano en su viaje a lo largo de Asturias de
1924 nos dejaba esta descripción. En hora y medio de camino (desde Casomera) llegué
al pueblo de Rioaller. En las calles hay varios vecinos haciendo madreñas, y
sus mujeres, sentadas en el suelo las exornan a punta de navaja. A la puerta de
sus casas hermosas jóvenes vana erga envueltas en una nube de polvo rubio, en
el que flotan partículas brillantes. Las abejas nadan en las ondas del sol ante
los vestíbulos de las colmenas, que forman líneas escalonadas delante de las sebes.
Ruedan nubes pardas sobre los picachos. Para llegar al pueblo, Aureliano tiene
que cruzar antes las Hoces del rio Aller que el describe de esta manera. A la
entrada de las foces brota un manantial de unos cien litros por segundo, el
ancho del escobio es variable: en un punto se estrecha hasta seis metros y en
el centro se atraviesa por un puentecito rústico de madera. Las rocas se
levantan majestuosas; unas en línea vertical; otras piramidando como para
destruir las fuerzas interiores que actúan misteriosamente. Adornos de arquitectura
caprichosa serpean por los diferentes cuerpos de que se componen este monumento
cuya crestería roza las nubes. Sobre el hastial hay varias cruces grabadas, en recuerdo
de las personas que han muerto al pasar por aquí aplastadas por los peñascos
desprendidos desde la altura. De niño yo todavía conocí esas cruces que me infundían
verdadero temor al cruzar el desfiladero camino del pueblo. Rioaller fue el último
pueblo del concejo en tener carretera asfaltada (1979) debido a la dificultad de cruzar estas hoces. Durante su construcción se
destruyeron esas cruces al horadar las rocas del desfiladero.
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La Hoces del Rio Aller, camino del pueblo (esta fotografía debe tener unos 80 años. Me la pasó un amigo quien la recibió de su padre). A la derecha serpenteaba el camino que conducía hasta Rioaller. En invierno era extremadamente peligroso por las crecidas del río, las rocas que caían de las alturas y los frecuentes ataques de los lobos.
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A principios del pasado siglo
unas 300 personas vivían en el pueblo y los caseríos aledaños de Otambo, el Entrueyu, Casa Corral y Foceya. Hoy no quedan más de 30. Entonces todavía era común ver un gran trasiego
de rebaños que subían y bajaban del puerto de Vegarada o incluso de reatas de
mulas con mercancías que regresaban de Castilla, cargadas con trigo, patatas o
vino. Así había sido a lo largo de
siglos, una de las puertas de entrada al reino de León y Castilla. Por aquí
pasaron los romanos en algún momento de la historia y más tarde los reyes de
Castilla a sofocar motines y levantamientos de sus rebeldes súbditos asturianos.
También muchos peregrinos que hacían el Camino de Santiago cruzando las
montañas asturianas rumbo a San Salvador, la iglesia de Oviedo. Durante esos
años una torre bien guarnecida controlaba el paso, al igual que muchas otras, a
lo largo del Río Aller hasta bien cerca de Oviedo. Hoy ya nada queda más que el
nombre “Casa de la Torre”. La familia de mi padre procede de Rioaller y, de
niño, aún me tocó ver un poco de ese mundo antiguo y rural que tan solo queda
en los libros y en la memoria de unos pocos. Aún conservo unas pocas fotografías
que hice de muchacho, cuando nació mi afición a la fotografía. Muchas otras se
han perdido.
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Esta foto la hice yo siendo un muchacho. El camino había mejorado mucho pero aún no circulaban coches y el transporte se hacía en caballos y mulas. |
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Ganado camino del puerto de Vegarada a la salida de las Hoces del Rioaller. (escaneo de una diapositiva de hace unos 40 años) |
Hoy en día el Puerto de Vegarada
que comunica el pueblo de Rioaller con León sigue siendo uno de los pocos
puertos de montaña que no tiene carretera asfaltada, lo que le da un encanto y
una belleza sin igual al paisaje. Es curioso que poco antes de comenzar la
Guerra Civil, la república había proyectado la construcción de esa carretera y,
80 años después, sigue estando todavía en el tintero. Muchos se consuelan
diciendo que, si se hubiera hecho, tal vez no se habría ido tanta gente del
pueblo. Yo, al contrario, suelo pensar que habría destruido gran parte de su
hermoso paisaje y la gente se habría ido igual. El pueblo y su entorno de
pastizales, bosques y montañas continúa siendo para mí una especie de “arcadia
feliz”, uno de los lugares más hermosos y únicos de esta región, y espero que
siga así muchos años más. Siento lastima por las casas ya caídas (como la de mi
propia familia), los hórreos y cuadras que se han venido abajo, los molinos
abandonados, los prados reconvertidos en bosques, pero sé que la historia no
tiene vuelta atrás y la naturaleza continúa imperturbable ocupando los espacios
que antes le robó el hombre. Siempre ha sido así. Es el ciclo de la vida. Nada
detiene el tiempo.
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La casa familiar hoy ya desaparecida a la entrada del pueblo. (de mis primeras fotos en blanco y negro aún) |
Mientras, hay unos pocos atisbos
de vida. Se han restaurado algunas casas. Se ha construido alguna nueva y, de
vez en cuando, se ven algunos turistas de paso en bicicletas de montaña o
caminando. Cada año el ganado continúa transitando el pueblo, camino de los
pastos de verano, como lo ha hecho durante siglos. Así ha sido y así será.
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El puente bajo el río. |
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Manolín. |
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La casa familiar ya abandonada. |
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La única casa nueva construida por aquellos años. |
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El pueblo de Rioaller en una ladera desde la Puente. |
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Paisaje de otoño. |
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Esta casa con su preciosa ventana tallada ya ha desaparecido. |
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Ventana tallada en piedra caliza de muy buena factura. |
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Parte central del pueblo, con sus tejados de "llabanas" de piedra. |
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La fuente. |
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Recuerdo que siempre había muchos burros pastando, y que se utilizaban para el transporte de cosas y personas. |
Fotos recientes de Rioaller
Caserío de Otambo
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Caserío de Otambo, en ruinas. Por este caserío situado en la margen derecha, antes de llegar al pueblo, pasaba el camino real que salvaba las hoces del río por la parte superior. Aparece citado ya desde antiguo en varios documentos y, en su mejor momento, debió de tener varias casas habitadas con sus cuadras, huertos y prados. |
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Caserío del Entruellu |
Caserio del Entruellu, en la margen izquierda del río. También citado desde siglos atrás, aquí llegaron a vivir unas 40 personas. Hoy deshabitado y casi en ruinas, excepto por algunas cuadras.
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Casa y corredor en el Entruellu. |
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Desde el Entrueyu se ve al fondo las casas de Rioaller. |
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El Entrueyu.
Rioaller

La parte central del pueblo se asienta en una ladera entre huertos y prados. Escanda, maíz y patatas eran los cultivos principales hace cien años. También una buena cabaña ganadera. El pueblo serpentea siguiendo el empinado camino hacia el puerto. Los terrenos más llanos se aprovechaban para huertos y prados, no para las casas.
El pueblo desde la otra orilla del río.
Casas y horreo.
Algunas casas se mantiene bien y se han restaurado.
El pueblo se alinea al lado del camino que lleva al puerto de Vegarada.
El centro del pueblo hoy en día. Ya apenas se ven tejados de llábanas de piedra.
El ganado sigue siendo un importante recurso económico.
Llegando a la plaza del pueblo. Aquí se acaba la carretera asfaltada.
Vega de Rioaller. Al fondo el valle del Orria.
Mirando hacia el puerto de Vegarada.
La iglesia se construyó bastante después que el pueblo, ya que Rioaller perteneció a la parroquia de Casomera y así aparece en el Catastro de Ensenada.
Interior de la Iglesia bajo la advocación de San Lorenzo.
Las casas siguen la empinada pendiente del camino que conduce hacia Vegarada.
Casa Corral, es otro caserío un poco apartado del pueblo, en el camino hacia Vegarada. Situado en una vega con buenos huertos y prados es el único caserío que ha sobrevivido y se han restaurado algunas casas recientemente.
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