domingo, 30 de agosto de 2020

Pueblos y caseríos de Aller: Rioaller (Robayer). Las arcadia feliz de Aureliano del Llano



Puente a la entrada de Rioaller. Justo al lado estaba la casa de la familia de mi padre.


Hacía tiempo que tenía abandonada mi sección de “Pueblos de Aller”, y cualquier momento es bueno para recuperarla, especialmente en este verano anómalo en que el Covid ha llevado a cientos de personas a redescubrir los pueblos perdidos de la España vacía o vaciada como se dice ahora.

En el concejo de Aller, uno de los concejos centrales de la montaña asturiana, Rioaller, a 830 metros de altura, es uno de esos pueblos remotos y vacíos, casi olvidado de la memoria de los hombres, y sin embargo no siempre ha sido así. Hoy hace casi 100 años que el erudito y viajero Aureliano del Llano en su viaje a lo largo de Asturias de 1924 nos dejaba esta descripción. En hora y medio de camino (desde Casomera) llegué al pueblo de Rioaller. En las calles hay varios vecinos haciendo madreñas, y sus mujeres, sentadas en el suelo las exornan a punta de navaja. A la puerta de sus casas hermosas jóvenes vana erga envueltas en una nube de polvo rubio, en el que flotan partículas brillantes. Las abejas nadan en las ondas del sol ante los vestíbulos de las colmenas, que forman líneas escalonadas delante de las sebes. Ruedan nubes pardas sobre los picachos. Para llegar al pueblo, Aureliano tiene que cruzar antes las Hoces del rio Aller que el describe de esta manera. A la entrada de las foces brota un manantial de unos cien litros por segundo, el ancho del escobio es variable: en un punto se estrecha hasta seis metros y en el centro se atraviesa por un puentecito rústico de madera. Las rocas se levantan majestuosas; unas en línea vertical; otras piramidando como para destruir las fuerzas interiores que actúan misteriosamente. Adornos de arquitectura caprichosa serpean por los diferentes cuerpos de que se componen este monumento cuya crestería roza las nubes. Sobre el hastial hay varias cruces grabadas, en recuerdo de las personas que han muerto al pasar por aquí aplastadas por los peñascos desprendidos desde la altura. De niño yo todavía conocí esas cruces que me infundían verdadero temor al cruzar el desfiladero camino del pueblo. Rioaller fue el último pueblo del concejo en tener carretera asfaltada (1979) debido a la dificultad de cruzar estas hoces. Durante su construcción se destruyeron esas cruces al horadar las rocas del desfiladero.



La Hoces del Rio Aller, camino del pueblo (esta fotografía debe tener unos 80 años. Me la pasó un amigo quien la recibió de su padre). A la derecha serpenteaba el camino que conducía hasta Rioaller. En invierno era extremadamente peligroso por las crecidas del río,  las rocas que caían de las alturas y los frecuentes ataques de los lobos.


A principios del pasado siglo unas 300 personas vivían en el pueblo y los caseríos aledaños de Otambo, el Entrueyu,  Casa Corral y Foceya. Hoy no quedan más de 30. Entonces todavía era común ver un gran trasiego de rebaños que subían y bajaban del puerto de Vegarada o incluso de reatas de mulas con mercancías que regresaban de Castilla, cargadas con trigo, patatas o vino.  Así había sido a lo largo de siglos, una de las puertas de entrada al reino de León y Castilla. Por aquí pasaron los romanos en algún momento de la historia y más tarde los reyes de Castilla a sofocar motines y levantamientos de sus rebeldes súbditos asturianos. También muchos peregrinos que hacían el Camino de Santiago cruzando las montañas asturianas rumbo a San Salvador, la iglesia de Oviedo. Durante esos años una torre bien guarnecida controlaba el paso, al igual que muchas otras, a lo largo del Río Aller hasta bien cerca de Oviedo. Hoy ya nada queda más que el nombre “Casa de la Torre”. La familia de mi padre procede de Rioaller y, de niño, aún me tocó ver un poco de ese mundo antiguo y rural que tan solo queda en los libros y en la memoria de unos pocos. Aún conservo unas pocas fotografías que hice de muchacho, cuando nació mi afición a la fotografía. Muchas otras se han perdido.

Esta foto la hice yo siendo un muchacho. El camino  había mejorado mucho pero aún no circulaban coches y el transporte se hacía en caballos y mulas.
Ganado camino del puerto de Vegarada a la salida de las Hoces del Rioaller. (escaneo de una diapositiva de hace unos 40 años)

Hoy en día el Puerto de Vegarada que comunica el pueblo de Rioaller con León sigue siendo uno de los pocos puertos de montaña que no tiene carretera asfaltada, lo que le da un encanto y una belleza sin igual al paisaje. Es curioso que poco antes de comenzar la Guerra Civil, la república había proyectado la construcción de esa carretera y, 80 años después, sigue estando todavía en el tintero. Muchos se consuelan diciendo que, si se hubiera hecho, tal vez no se habría ido tanta gente del pueblo. Yo, al contrario, suelo pensar que habría destruido gran parte de su hermoso paisaje y la gente se habría ido igual. El pueblo y su entorno de pastizales, bosques y montañas continúa siendo para mí una especie de “arcadia feliz”, uno de los lugares más hermosos y únicos de esta región, y espero que siga así muchos años más. Siento lastima por las casas ya caídas (como la de mi propia familia), los hórreos y cuadras que se han venido abajo, los molinos abandonados, los prados reconvertidos en bosques, pero sé que la historia no tiene vuelta atrás y la naturaleza continúa imperturbable ocupando los espacios que antes le robó el hombre. Siempre ha sido así. Es el ciclo de la vida. Nada detiene el tiempo.

La casa familiar hoy ya desaparecida a la entrada del pueblo. (de mis primeras fotos en blanco y negro aún)

Mientras, hay unos pocos atisbos de vida. Se han restaurado algunas casas. Se ha construido alguna nueva y, de vez en cuando, se ven algunos turistas de paso en bicicletas de montaña o caminando. Cada año el ganado continúa transitando el pueblo, camino de los pastos de verano, como lo ha hecho durante siglos. Así ha sido y así será.



El puente bajo el río. 

Manolín.

La casa familiar ya abandonada.

La única casa nueva construida por aquellos años.


El pueblo de Rioaller en una ladera desde la Puente.



Paisaje de otoño.

Esta casa con su preciosa ventana tallada ya ha desaparecido.

Ventana tallada en piedra caliza de muy buena factura.
Parte central del pueblo, con sus tejados de "llabanas" de piedra.

La fuente.





Recuerdo que siempre había muchos burros pastando, y que se utilizaban para el transporte de cosas y personas.

Fotos recientes de Rioaller

Caserío de Otambo

Caserío de Otambo, en ruinas. Por este caserío situado en la margen derecha, antes de llegar al pueblo, pasaba el camino real que salvaba las hoces del río por la parte superior. Aparece citado ya desde antiguo en varios documentos y, en su mejor momento, debió de tener varias casas habitadas con sus cuadras, huertos y prados.



Caserío del Entruellu

Caserio del Entruellu, en la margen izquierda del río. También citado desde siglos atrás, aquí llegaron a vivir unas 40 personas. Hoy deshabitado y casi en ruinas, excepto por algunas cuadras.


Casa y corredor en el Entruellu.
Desde el Entrueyu se ve al fondo las casas de Rioaller.

El Entrueyu.



Rioaller





La parte central del pueblo se asienta en una ladera entre huertos y prados. Escanda, maíz y patatas eran los cultivos principales hace cien años. También una buena cabaña ganadera. El pueblo serpentea siguiendo el empinado camino hacia el puerto. Los terrenos más llanos se aprovechaban para huertos y prados, no para las casas.



El pueblo desde la otra orilla del río.




Casas y horreo.



Algunas casas se mantiene bien y se han restaurado.


El pueblo se alinea al lado del camino que lleva al puerto de Vegarada.



El centro del pueblo hoy en día. Ya apenas se ven tejados de llábanas de piedra.




El ganado sigue siendo un importante recurso económico.








Llegando a la plaza del pueblo. Aquí se acaba la carretera asfaltada.




Vega de Rioaller. Al fondo el valle del Orria.



Mirando hacia el puerto de Vegarada.



La iglesia se construyó bastante después que el pueblo, ya que Rioaller perteneció a la parroquia de Casomera y así aparece en el  Catastro de Ensenada.






Interior de la Iglesia bajo la advocación de San Lorenzo.


Las casas siguen la empinada pendiente del camino que conduce hacia Vegarada.


Casa Corral, es otro caserío un poco apartado del pueblo, en el camino hacia Vegarada. Situado en una vega con buenos huertos y prados es el único caserío que ha sobrevivido y se han restaurado algunas casas recientemente.

domingo, 23 de agosto de 2020

Fotografiando plantas: algunas flores de la Barrosa de cerca.



Rosa de te, poco después de la lluvia.


Fotografiar plantas, además de paisajes y monumentos, es otra de mis grandes aficiones, casi a la par con la jardinería. En realidad, no creo que haya ningún jardinero al que no le guste hacer fotografías de las plantas y flores que crecen en su jardín. Es una de las mejores formas de abstraerse y contemplar el jardín desde una posición más crítica y realista. Ayuda a planificar, contemplar resultados y realizar modificaciones para el futuro. Cuando uno ve las fotografías de sus parterres en flor en un momento determinado del año, es cuando se da cuenta de qué cosas van bien y cuáles no. A menudo los jardineros aficionados, entre los que me incluyo, sin ninguna formación en jardinería, cometemos una infinidad de errores y las cosas salen (las plantas crecen sanas y florecen) a base de ensayo y error. Las plantas son seres extremadamente complejos y aunque la información sobre cualquiera de ellas, ahora tan accesible en Internet, parece casi imposible de mejorar, la realidad es que cuando uno la planta en su jardín, al lado de otras plantas, los resultados son totalmente imprevisibles. La composición de la tierra en ese lugar exacto, la variable climatología, la influencia del resto de las plantas que la rodean y hasta la multitud de insectos y otros seres vivos que viven alrededor, pueden alterar totalmente el crecimiento de una planta y su floración. La jardinería implica un aprendizaje tan complejo que es probable que uno nunca acabe de aprender cosas nuevas, esa es la realidad. Tened en cuenta que en un jardín pequeño-medio como la Barrosa, crecen unas 400 especies de plantas diferentes a lo largo del año, cada una con sus necesidades específicas.


Delfinium. Uso  de otras flores de la misma especie desenfocadas como fondo.
Por suerte la fotografía, con toda su complejidad, me parece una tarea más sencilla para el aficionado, que la propia jardinería. Aquí al menos, uno se puede fiar de las máquinas y de una serie de reglas que suelen funcionar sin imprevistos. De alguna manera entramos en el campo de la ciencia y aquí las variables son finitas y previsibles. Los teléfonos móviles han hecho accesible la fotografía a casi todo el mundo, para desesperación de los profesionales de la fotografía que intentan vivir de esa profesión y, en muchos casos, apenas lo consiguen. Por desgracia es una de esas profesiones que la tecnología se está llevando al olvido cada día que pasa y sin posibilidad de vuelta atrás.

Dalia Gloria de Nordwijk. Uso del verde del fondo para hacer resaltar el color anaranjado y la forma de los pétalos de la flor. 

Helenium. Aquí parte de las flores están desenfocadas para añadir profundidad.
Está claro que cualquiera puede fotografiar flores de cerca con su móvil y conseguir resultados relativamente decentes, pero si intentamos hacer algo con más calidad necesitaremos de una cámara con un objetivo que permita acercar el objeto a la vista y abstraerlo del fondo dotándolo de profundidad y volumen. Un objetivo de 60 a 80 milímetros con macro sería lo ideal, pero bastan algunos trucos para mejorar las cosas y obtener buenas fotografías.   El primer consejo es elegir el momento para hacer la fotografía: si es posible temprano por la mañana, cuando la luz no es muy fuerte y las sombras no son aún muy pronunciadas, y si es posible con algo de humedad o rocío. También los días nublados con cierta luminosidad, o incluso justo después de un día de lluvia. Es muy importante también tener en consideración el fondo que queremos para la flor: cuanto más oscuro más va a destacar. Es posible utilizar el verde del entorno para darle un toque neutro, o incluso el color de otras flores cercanas. Es importante utilizar el diafragma en torno a f.4 para tener una profundidad de campo pequeña y difuminar el fondo, aunque dependiendo de lo que queremos dentro del enfoque, podemos utilizar diafragmas superiores también. En cuanto a la velocidad de obturación, es aconsejable hacer este tipo de fotografías con trípode, ya que se consiguen mejores resultados, pero yo reconozco que casi nunca lo utilizo y suelo fiarme de mi pulso a velocidades en torno a los 1/60 o 1/100 s. con buena iluminación natural. Si el día está muy nublado o el fondo es muy oscuro es el momento de utilizar el trípode y poner velocidades más lentas. En cuanto al ISO, lo mejor es mantenerlo lo más bajo posible, en torno a ISO 100 o 125. La foto macro standard para mi utilizaría estos parámetros. Objetivo 60mm f.4, 1/80 a ISO 100. También se puede utilizar iluminación extra, aunque yo nunca la utilizo. 

Dejando atrás las consideraciones técnicas es importante el componente artístico de cada uno. No todas las flores se pueden fotografiar igual. A veces salen mejor de forma individual, otras en grupo. A veces se pueden mezclar una o dos flores diferentes, pero no demasiadas. También es importante utilizar el desenfoque que proporciona la apertura de diafragma, para dejar a veces otras flores desenfocadas en el fondo, bien sea de la misma especie o de otras. Conviene huir de las posiciones centrales (una flor en medio de la foto) con el fin de conseguir un resultado más atractivo y artístico. Y dado que la fotografía digital no cuesta nada, conviene hacer varias fotos de la misma flor a diferentes distancias y con diferentes enfoques, hasta lograr una que nos guste. Uno aprende a base de resultados y de ensayo y error.


El fondo casi negro hace resaltar el blanco de estos Lilium.
Rudbeckia nitida. Aquí las rudbeckias parecen soldados en formación en un desfile. Para ello he fotografiado parte de los tallos y la cabezas florales están en la parte superior de la foto.

Estas fotos son solo un ejemplo de los cientos de ellas que suelo hacer a lo largo del año. Son todas de flores que han crecido y florecido en lo que llevamos de año en la Barrosa desde la primavera. Hay ejemplos de muchas de las cosas que menciono en esta entrada. Espero que os gusten.


Iris hollandica. El fondo gris de la piedra combina bien con el azul de la flor.

Aquilegia vilgaris. El verde difuminado de los tallos funciona bien como fondo para resaltar la flor.

Anthirrinum. Aquí utilizo el rojo de la salvia del fondo, algo difuminada, para crear continuidad y llevar la atención sobre la espiga del Anthirrinum

Iris y Penstemon. Dos flores diferentes. El blanco y el azul van bien juntos. Otra combinación no funcionaría igual.

Delfinium hibridos en tonos similares. Los del fondo, algo desenfocados para centrar la atención en el primero y crear profundidad.

El fondo verde funciona bien con el rojo de esta serie.  Hemerocallis

Dianthus.

Rosa floribunda con Salvia de fondo. No conviene utilizar más de tres colores diferentes en la misma foto. Esta ya está al límite.

Hemerocallis Crimson Pirate. Al ocupar un tercio de la foto dan algo de sensación de movimiento.

Santolina. Parte desenfocada para añadir profundidad.

El fondo en sombra hace destacar las flores de esta Heliopsis scabra.
Rudbeckia fulgida "Goldsturm"

Flor de calabacín. Aquí las líneas tubulares de las ramas conducen la vista  al centro de la enorme flor

Cala con hiedra desenfocada en el background.


Echinacea purpurea "Firebird.


Plox paniculata "Tequila sunrise". El amarillo limón crea un buen contraste para el fondo.

El fondo oscuro y muy difuminado hace resaltar el volumen de los pétalos de esta rosa.

Dalia "Le Baron". Aquí no he difuminado el fondo y he dejado la rama verde enmarcar la flor.

Varias dalias "Double delight" dan profundidad y geometría a la foto.

Dalia "Miss Evelyne". La segunda flor, algo desenfocada, ofrece contraste y profundidad.
Leucanthemum maximum. Blanco sobre verde oscuro.

No he conseguido que la flor se despegue del fondo en esta Hidrangea.

Los nernufares siempre resaltan sobre un fondo casi negro

Echinacea y Lobelia. El color de la flor de la Lobelia se refleja en los pétalos de la Echinacea de ahí que combinen bien.

Crocosmia Emilie Mackenzie. Naranja sobre fondo oscuro.

El naranja de la flor de la Heliopsis scabra combina bien con la hoja oscura de la planta, asi que no hace falta difuminar el fondo.
Agapanto. El fondo oscuro de la parte superior resalta la forma de las flores y hojas.

El Thalictrum es una planta que deja ver la forma de las otras. En este caso el amarillo contrasta con el color malva de la propia flor.

Salvia "Amistad". El fondo confuso, con formas tubulares resalta el extraño color y forma de las flores de esta salvia.