lunes, 30 de septiembre de 2019

Aumenta la moda de las Cactáceas y plantas Crasas entre los “millennials”.


Floración de una Opuntia o Chumbera.
 

Los “millennials” son esa generación nacida a partir de los años ochenta y que, aproximadamente, han alcanzado la mayoría de edad en torno al cambio de siglo, de ahí esa connotación con milenio. Aquí se les ha llamado “mileuristas” por los bajos salarios que suelen ganar y lo duro que es para ellos alcanzar una situación económica y familiar estable. Se ha dicho que es la primera generación en la historia que, en general,  vivirán “peor” que sus padres. Curiosamente con esta generación resurge un tipo de plantas totalmente olvidadas y en muchos casos desconocidas: Cactus y plantas Crasas. Desde la ciudad Los Ángeles a Londres, pasando por Nueva York o Paris la venta de estas plantas se ha incrementado exponencialmente en los países desarrollados, sobre todo entre la población joven. En Nueva York las tiendas que venden este tipo de plantas,  junto con otros  elementos decorativos relacionados,  han crecido como las setas en los barrios donde vive gente joven y se han convertido en los más “chic” del barrio, incluso como lugares de reunión. El año pasado la venta de Cactus se incrementó un 65% sobre el anterior en Estados Unidos.

Anuncio de una tienda de decoración para "Millennials"
 
Un artículo reciente del “The Guardian” intenta explicar la fijación de la gente joven con este tipo de plantas en Inglaterra. Según este artículo la mayoría de los ”millennials” tiene muy difícil comprar una casa con lo cual, la mayor parte de ellos, viven de renta o en pisos compartidos. Comprar dos o tres pequeños Cactus o plantas Crasas nada más llegar a tu nueva habitación se ha convertido casi en un símbolo de hogar. Estas plantas son baratas y “duras” (al igual que la vida de muchos de estos jóvenes). Son extremadamente “resilientes” y duraderas, y apenas necesitan cuidados. Pueden pasar semanas sin una gota de agua o años en la misma maceta y con la misma tierra. Crecen extremadamente despacio y les afectan poco los cambios y traslados. Son las plantas ideales para cualquier persona que tenga poco tiempo, pero su presencia se deja notar y añaden un sensación de naturaleza, libertad y lugares exóticos. No tienen ninguna connotación sexista –está bien visto tener estas plantas tanto para hombres como para mujeres- y además van muy bien con una decoración espartana, minimalista y moderna (tipo Ikea) . Y por último, fotografiarse al lado de un Cactus o un Aeonium queda muy bien en Instagram. Esa es la realidad.

Euphorbia a punto de florecer.
Yucca rostrata.
 
 
 
 
No sé si esta costumbre ha calado entre los “mileuristas” de nuestro país, pero la venta de este tipo de plantas también ha crecido enormemente aquí también. Es curioso observar que tiendas como Ikea, Lidl, o Carrefour las tiene siempre en sus estanterías y en los mercadillos de las ciudades, al menos aquí en Oviedo, hay una buena oferta y variedad de estas plantas. Yo confieso que también me he hecho un poco adicto a ellas. Además, pocas plantas son tan fotogénicas como Cactus y plantas Crasas. Tiene esa belleza extraña y exótica que engancha a cualquier aficionado a la fotografía y más, si también te gustan las plantas. Estas fotografías las hice en la Jardín Botánico de Madeira hace unos meses y creo que muestran la belleza de estas plantas en un medio algo similar al natural. Su exterior  parece revelar su extrema longevidad y capacidad para soportar todas las vicisitudes e inclemencias del paso del tiempo. De vez en cuando nos regalan con la sutileza de esas flores casi milagrosas en medio de las espinas. Sin duda son una de las muestras más hermosas del mundo vegetal.


Telas de araña entre los brazos de una  Euphorbia
 
 

Botones florales de la Euphorbia canariensis.

Los Agaves tienen una hermosa estructura en forma de estrella.

Diferente coloración de una Euphorbia.

La Euphorbia milii o corona de espinas tiene unas flores muy vistosas.

Botones florales.

Diferentes tipos de Euphorbia.


Euphorbia Horrida ?.

Aloe plicatilis.


Las espigas de los gigantescos Tajinastes (Echium) ya han perdido las flores.


Una vista del jardín de Cactus y Crasas de Madeira.










 

Gigantesca Euphorbia canariensis.


Diferentes tipos de Agaves y Echium.


Floraciones de un tipo de Aeonium.
 
La mayoría de las Bromeliáceas son plantas epifitas no así la Ananas comosus (piña) que es una planta terrestre. 


 

domingo, 22 de septiembre de 2019

Cudillero y los Jardines de la Fundación Selgas-Falgade.


 
El palacio del Pitu desde una de las entradas monumentales.
 
Hace una semana me dirigí al pueblo pesquero de Cudillero con el fin de visitar los jardines del Palacio del Pitu, conocido ahora como Fundación Selgas-Falgado que al fin, después de varios intentos de aperturas y cierres inexplicable, se abren  al público al menos durante los meses de verano.
 
El recuerdo del Cudillero que visité cuando era niño, se parece a esta fotografía.
Antes de dirigirme al Palacio doy un paseo por el pueblo que, a pesar de que estamos a mediados de Septiembre y en mitad de semana,  está invadido por un buen número de turistas que caminan por sus empinadas y retorcidas callejuelas disfrutando del sol cálido otoñal y de la belleza del paisaje. Tengo recuerdos lejanos de alguna visita durante la infancia cuando el puerto estaba justo enfrente del pueblo y un trajín enorme de barcos y pescadores ocupaba toda la plaza  y en las estrechas callejuelas frente a sus casas las mujeres  cosían redes  y limpiaban pescado en barcales de zinc o sobre los muros de piedra.  Recuerdo las voces de los hombres tirando al unísono de grandes cuerdas que empujaban las barcas ladera arriba hasta sacarlas del agua y ponerlas a refugio en la misma plaza. Parece que hace siglos de esa imagen en blanco y negro que  guardo en la memoria.
 
Hoy el Cudillero que ven mis ojos se parece muy poco al de esos recuerdos lejanos. Dice la prensa que es el “pueblo más bonito de Asturias” según muchos visitantes. No sé si es verdad y si también lo es para mí,  pero reconozco que tiene su encanto y que los colores de las casas tan vivos y la estructura escénica en la distribución de calles y edificios ayudan a crear una ilusión de belleza estética muy apropiada, pero creo que, en el fondo, prefiero la imagen en blanco y negro que guardo en la memoria. A la mayoría de los lugares que se convierte  en iconos turísticos es como si les robaran el alma. Dejan esa sensación de falsedad que ni las fotografías logran enmascarar. Miro a una mujer que escarba la tierra de unos geranios frente a su casa, a un gato que se queda parado en la escalera y me parece que es lo único real en todo el pueblo. El resto parece un escenario de cartón piedra para una película. Fotografío algunas plantas creciendo al lado de las casas o en las laderas y casi parecen de plástico. Definitivamente hoy no es mi día para el disfrute.
 
La plaza de Cudillero hoy en día llena de bares y restaurantes.

 
La misma plaza décadas atrás, cuando yo la vi por primera vez
Conduzco un par de kilómetros hasta la finca de Selgas. Me detengo en una de las grandes puertas monumentales de entrada para sacar una foto, entre los barrotes, de la fuente y el palacio. Será la única. En la entrada me dicen que cierran en unos pocos días y que la mayor parte del jardín ya no se puede visitar ni tampoco los invernaderos, solo el palacio y la avenida de entrada. No se puede entrar con cámara de fotos y el móvil tiene que estar apagado y escondido. Tampoco se puede caminar fuera del sendero marcado ni acercarse a las plantas. Hay un montón de  normas más que uno debe cumplir. Antes mis objeciones la mujer me mira con cierta animosidad, dice que aquello es una Institución privada y suspira aliviada cuando decido que son demasiadas normas para hoy y que, mejor, dejo la visita para otra ocasión. Más tarde leo en Trip Advisor que algunas personas se sintieron muy incómodos durante la visita y a algunos padres con niños les sugirieron que mejor la cancelaran, o les amenazaron con expulsarlos por no estarse quietos en los senderos marcados. Ciertamente es la primera vez en mi vida que me prohíben fotografiar un jardín por el que voy a pagar 10 euros de entrada y, más aún, que no se permita acercarse a las plantas. Definitivamente el llamado “pequeño Versalles asturiano” sigue siendo un lugar de privilegio para el disfrute de unos pocos. No puedo entender una Institución, teóricamente cultural y abierta al público, con tantos inconvenientes y normas. Me quedo muy a gusto enviando un e-mail de queja a la susodicha Fundación. Tal vez vengan mejores tiempos. He sacado algunas fotos de Internet sobre el jardín que, estoy seguro, apenas captan algo de su esencia y me dejan igual de descontento. No se puede hacer nada más.
 
 
Las casas empinándose sobre la ladera y el Faro al fondo.

Casi todas las casas de hoy están muy arregladas, con plantas y flores, pero nada queda del ambiente pesquero de antaño.


Hortensias al lado de las casas.




El pueblo parece un escenario de película.

Una mujer escarba la tierra de los geranios frente a su casa.

Una Ipomoea cubriendo el tejado de una casa.

Gato y escalera con plantas.



 
El nuevo puerto pesquero a unos cientos de metros del antiguo.

Vista del mar desde uno de los miradores sobre el pueblo.




Una gaviota pensativa.

En la plaza de la antigua lonja de pescado ya solo hay restaurantes.

Una de las entradas monumentales al Palacio del Pitu, uno de los más lujosos de la costa asturiana.

El palacio fue mandado construir por los hermanos Selgas que amasaron una enorme fortuna en el siglo XIX. De inspiración francesa guarda en su interior una gran colección de arte y antigüedades, incluido obras de Goya, Murillo, el Greco, Rubens, Tiziano, etc.

Los extensos jardines, de diferentes estilos, están decorados con grutas, templetes y numerosas estatuas y fuentes monumentales. Estas son las únicas fotos que se pueden ver en Internet, dadas las estrictas normas de visita.











Así debe ser el llamado jardín ingles.



El llamado jardín francés de inspiración versallesca.


 
 
Esta enorme iglesia también forma parte de las construcciones benéficas de los hermanos Selgas que incluían además una escuela para doscientos niños, un cementerio, etc.