domingo, 22 de septiembre de 2019

Cudillero y los Jardines de la Fundación Selgas-Falgade.


 
El palacio del Pitu desde una de las entradas monumentales.
 
Hace una semana me dirigí al pueblo pesquero de Cudillero con el fin de visitar los jardines del Palacio del Pitu, conocido ahora como Fundación Selgas-Falgado que al fin, después de varios intentos de aperturas y cierres inexplicable, se abren  al público al menos durante los meses de verano.
 
El recuerdo del Cudillero que visité cuando era niño, se parece a esta fotografía.
Antes de dirigirme al Palacio doy un paseo por el pueblo que, a pesar de que estamos a mediados de Septiembre y en mitad de semana,  está invadido por un buen número de turistas que caminan por sus empinadas y retorcidas callejuelas disfrutando del sol cálido otoñal y de la belleza del paisaje. Tengo recuerdos lejanos de alguna visita durante la infancia cuando el puerto estaba justo enfrente del pueblo y un trajín enorme de barcos y pescadores ocupaba toda la plaza  y en las estrechas callejuelas frente a sus casas las mujeres  cosían redes  y limpiaban pescado en barcales de zinc o sobre los muros de piedra.  Recuerdo las voces de los hombres tirando al unísono de grandes cuerdas que empujaban las barcas ladera arriba hasta sacarlas del agua y ponerlas a refugio en la misma plaza. Parece que hace siglos de esa imagen en blanco y negro que  guardo en la memoria.
 
Hoy el Cudillero que ven mis ojos se parece muy poco al de esos recuerdos lejanos. Dice la prensa que es el “pueblo más bonito de Asturias” según muchos visitantes. No sé si es verdad y si también lo es para mí,  pero reconozco que tiene su encanto y que los colores de las casas tan vivos y la estructura escénica en la distribución de calles y edificios ayudan a crear una ilusión de belleza estética muy apropiada, pero creo que, en el fondo, prefiero la imagen en blanco y negro que guardo en la memoria. A la mayoría de los lugares que se convierte  en iconos turísticos es como si les robaran el alma. Dejan esa sensación de falsedad que ni las fotografías logran enmascarar. Miro a una mujer que escarba la tierra de unos geranios frente a su casa, a un gato que se queda parado en la escalera y me parece que es lo único real en todo el pueblo. El resto parece un escenario de cartón piedra para una película. Fotografío algunas plantas creciendo al lado de las casas o en las laderas y casi parecen de plástico. Definitivamente hoy no es mi día para el disfrute.
 
La plaza de Cudillero hoy en día llena de bares y restaurantes.

 
La misma plaza décadas atrás, cuando yo la vi por primera vez
Conduzco un par de kilómetros hasta la finca de Selgas. Me detengo en una de las grandes puertas monumentales de entrada para sacar una foto, entre los barrotes, de la fuente y el palacio. Será la única. En la entrada me dicen que cierran en unos pocos días y que la mayor parte del jardín ya no se puede visitar ni tampoco los invernaderos, solo el palacio y la avenida de entrada. No se puede entrar con cámara de fotos y el móvil tiene que estar apagado y escondido. Tampoco se puede caminar fuera del sendero marcado ni acercarse a las plantas. Hay un montón de  normas más que uno debe cumplir. Antes mis objeciones la mujer me mira con cierta animosidad, dice que aquello es una Institución privada y suspira aliviada cuando decido que son demasiadas normas para hoy y que, mejor, dejo la visita para otra ocasión. Más tarde leo en Trip Advisor que algunas personas se sintieron muy incómodos durante la visita y a algunos padres con niños les sugirieron que mejor la cancelaran, o les amenazaron con expulsarlos por no estarse quietos en los senderos marcados. Ciertamente es la primera vez en mi vida que me prohíben fotografiar un jardín por el que voy a pagar 10 euros de entrada y, más aún, que no se permita acercarse a las plantas. Definitivamente el llamado “pequeño Versalles asturiano” sigue siendo un lugar de privilegio para el disfrute de unos pocos. No puedo entender una Institución, teóricamente cultural y abierta al público, con tantos inconvenientes y normas. Me quedo muy a gusto enviando un e-mail de queja a la susodicha Fundación. Tal vez vengan mejores tiempos. He sacado algunas fotos de Internet sobre el jardín que, estoy seguro, apenas captan algo de su esencia y me dejan igual de descontento. No se puede hacer nada más.
 
 
Las casas empinándose sobre la ladera y el Faro al fondo.

Casi todas las casas de hoy están muy arregladas, con plantas y flores, pero nada queda del ambiente pesquero de antaño.


Hortensias al lado de las casas.




El pueblo parece un escenario de película.

Una mujer escarba la tierra de los geranios frente a su casa.

Una Ipomoea cubriendo el tejado de una casa.

Gato y escalera con plantas.



 
El nuevo puerto pesquero a unos cientos de metros del antiguo.

Vista del mar desde uno de los miradores sobre el pueblo.




Una gaviota pensativa.

En la plaza de la antigua lonja de pescado ya solo hay restaurantes.

Una de las entradas monumentales al Palacio del Pitu, uno de los más lujosos de la costa asturiana.

El palacio fue mandado construir por los hermanos Selgas que amasaron una enorme fortuna en el siglo XIX. De inspiración francesa guarda en su interior una gran colección de arte y antigüedades, incluido obras de Goya, Murillo, el Greco, Rubens, Tiziano, etc.

Los extensos jardines, de diferentes estilos, están decorados con grutas, templetes y numerosas estatuas y fuentes monumentales. Estas son las únicas fotos que se pueden ver en Internet, dadas las estrictas normas de visita.











Así debe ser el llamado jardín ingles.



El llamado jardín francés de inspiración versallesca.


 
 
Esta enorme iglesia también forma parte de las construcciones benéficas de los hermanos Selgas que incluían además una escuela para doscientos niños, un cementerio, etc.  
 

2 comentarios:

  1. Creo, es cierto amigo José, puede que sea el más bonito pueblo de Asturias. Le visité hace años y me lleve una muy buena impresión, es un pueblo encantador. Otro pueblo que también me encantó enormemente fue Tazones. Realmente tu, que lo has conocido en otra época, echas de menos al igual que yo cuando veo ciertos pueblos que he conocido de pescadores en esta zona del levante y los veo ahora y además, llenos de turistas que nada tienen que ver con aquellos pequeños pueblos encantadores llenos de barcazas y las mujeres cosiendo las redes. Eran gentes humildes pero amables y encantadoras. Nos hacemos viejos y es lógico tener nostalgia de otra época tan distinta a la de ahora y que yo también suelo añorar. Esta última etapa de mi vida no me agrada para nada la forma de vida que predomina, da la sensación de que nada sea real y que todo sea ficticio, y más ahora en que determinados sucesos o situaciones reales superan a la ficción.
    A todo esto, se me pasaba decirte que no entiendo las restricciones tan severas que se dan para visitar ese palacio. Por la fotos debe de ser precioso, pero con tanto problema para entrar imagino que pocas visitan se darán. Desde luego juzgo por mí en ese plan no entro.
    Un abrazo y feliz otoño.

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  2. Tienes razón que nos hacemos viejos y que algunas veces la nostalgia nos puede. Uno tiene continuamente la impresión de que estamos viviendo el final de una etapa y de una forma de vida que ya no volverá y esa perdida nos llena de zozobra porque, de alguna manera, tenemos la convicción de que el futuro nunca será mejor que lo que nosotros hemos visto y sentido. Espero que no estemos en lo cierto y que el futuro que espera a la próxima generación sea al menos igual o mejor que el nuestro. Diferente sin duda.
    Sì, es una pena todas esas restricciones en un palacio que parece tan hermoso, pero tengo la impresión de que las familias pudientes de nuestro país no han asumido -como lo han hecho los ingleses- que al final toda esa belleza acumulada debe compartirse con los demás o no sirve de nada. Me temo que en muchos casos estas "fundaciones" son una mera tapadera para evadir impuestos.
    Saludos

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