martes, 23 de abril de 2024

El granate como color de contraste en el jardín de la Barrosa.



Acer palmatum "Blodgood", con hojas de color granate intenso.

Desde que comencé en esto de la jardinería me di cuenta de que el color granate de la hoja de algunos árboles, arbustos y plantas herbáceas lograba un buen contraste con el verde y amarillo intenso tan común del resto de la vegetación del jardín, sobre todo aquí en el norte. Ese color no solo creaba un punto de interés donde descansar la vista de “tanto verde”, sino que además ofrecía una superficie oscura y neutra que resaltaba el resto de los colores, bien de las hojas de otras plantas como de muchas de las flores, especialmente las de color rosa, amarillo y naranja que son una gran mayoría. No es un color estridente sino más bien neutro y cálido. El hecho de que hubiera un buen número de variedades de árboles, arbustos y vivaces cuyas hojas son de ese color, hace que resulte fácil crear esos puntos de interés que mantienen la estructura y el ritmo del jardín. Ciertamente puede que no a todo el mundo le guste. Tampoco he leído nada al respecto, en ningún libro de jardinería, exponiendo que tal combinación funciona bien. Simplemente he llegado a ese convencimiento tal vez por pura casualidad y más que nada observando el paisaje. El hecho es que, casi desde el principio, he utilizado ese color con un fin determinado, no sé si de forma acertada o no, pero es obvio que define este jardín, o al menos yo lo pienso así.



Acer Bloodgood y Prunus pissardii envolviendo la caseta de madera.



Acer palmatum "Atropurpureum" y Nandina.
 

Tal vez todo comenzó con la compra de mi primer arces japonés: un Acer palmatum “Bloodgood”, el que veis en la primera fotografía, que hoy luce espléndido. Más tarde vendría otro arce  Acer palmatum “Atropurpureum”. Luego tres “Prunus Pissardii”, cuya hoja tiene una coloración muy similar al arce japonés. Más tarde añadí un Acer platanoides “Crimson King” y una  Haya purpura (fagus silvatica purpurea) también. Estos siete pequeños árboles forman una estructura de contraste y sus copas de color granate se ven desde casi cualquier parte del jardín. Casi al principio también, me encontré por primera vez con un “Berberis thumberguii” ese arbusto con espinas cuyas hojas tienen un fuerte color granate oscuro. Al principio respeté su forma de crecimiento un poco desordenado, pero me di cuenta de que era inviable y peligroso por sus espinas y terminé dándoles forma de bola o de cubo, mucho más manejable y efectivo. A ras del suelo los bérberis van creando puntos de atención y contraste para el resto de las plantas. Más adelante añadí los Physocarpus “Red Baron” y “Little Devil” cuyas hojas son también de color granate. Hay sin duda algunos arbustos más de color granate, como el Pittosporum Purpurea, Weigela purpurea, Corylus, Loropetalum, etc,  pero creo que con estos es suficiente.



Una solitaria Haya púrpura en medio del intenso verde.


En cuando a las plantas Vivaces de color purpura o granate, de momento tan solo tengo un par de Euphorbias purpurea y algunas Heucheras, pero hay un buen número de ella y no descarto ir añadiendo alguna más en el futuro.



Dos bolas de Berberis Thumberguii en contrate con el blanco de los Iris y el amarillo intenso del Evonimus rastrero.

Puede que el color purpura no sea del gusto de todos, pero mi opinión es que en los jardines del norte, unas pocas variedades de árboles o arbustos de ese color, crean un buen contraste contra la saturación de verde. Algunas de estas fotos muestran muy bien ese contraste al inicio de la primavera en la Barrosa, que es cuando alcanzan su máxima intensidad. Espero que os gusten estas fotos.



Verde, amarillo y purpura en un día lluvioso.


Prunus, Potinia y Lilas en la entrada.



Alissum "Gold Kobold" y Heuchera "Caramel"


Unos pocos tulipanes entre Carex y Heuchera "Lime marmalade".


De nuevo el granate del Prunus y Potinia en medio de diferentes tonos de verde y amarillo.


Unos pocos tulipanes morados.



Comienzan a florecer las primeras Aguileñas.


Bolas de Berberis en granate, Weigela en floración y otras plantas Vivaces.


Weigela y Berberis "Sunjoy Gold", una variedad de Berberis que contrasta muy bien con la de color granate.


La glicinia está en todo su esplendor estos días.



Macizo central con algunos toques de granate.



Berberis, Arce y manzano en flor.


Una bola de Berberis thumbergii en medio de herbáceas


Seto de Berberis thumberguii y plantas de arándanos.






Este pequeño parterre rodeando un tronco de un cedro lo hice este invierno. Tiene una linterna de madera como elemento ornamental.


Ligeros toques de granate crean puntos de atención en el jardín´


Las flores blancas del Viburnum opulus contrastan con el granate del Prunus pissardii.




Un nuevo reloj de sol ocupa el lugar del anterior que destrozó en viento este invierno.




El invernadero a rebosar de plantas, alguna también de color granate, y semilleros.









martes, 16 de abril de 2024

Bosque de bambú y templos de Arashiyama. Kioto.

 


El río Hozu a su paso por Arashiyama.

Arashiyama en un pequeño distrito de laderas montañosas, cubiertas de bosques, en las afueras de Kioto. El lugar ha sido bien conocido ya desde el siglo VIII cuando los nobles solían escapar de la corte y relajarse paseando en barca por el río Honzu, contemplando el hermoso paisaje y visitando alguno de los numerosos templos construidos en las colinas. Hoy, casi todos los que visitamos la ciudad hacemos lo mismo y, sobre todo, durante la floración de los cerezos en primavera o el cambio de coloración de las hojas de los arces en otoño, se convierte en un lugar imprescindible que hay que visitar. Ciertamente, y a pesar de los ríos de turistas que lo inundan, merece una visita. Principalmente porque la mayoría de la gente se concentra en unos pocos lugares  y el sitio es suficientemente grande para perderse y alejarse de las multitudes.

 


Embarcaderos en el rio Hozu.

Desde Kioto se pude llegar en tren o en autobús, y lo mejor es dedicarle un día completo para ver al menos las cosas más importantes. El autobús te deja al lado del gran puente de madera Togetsukyo (puente de la luna) y a ambos lados del río se extiende una población de casas bajas tradicionales, templos y bosques que cubren el paisaje de colinas bajas. El lugar es hermoso hasta la saciedad y el río de agua verde se llena de reflejos dorados y rojos mientras pequeñas barcas lo cruzan de un lado a otro y las garzas espían peces, inmóviles sobre grandes rocas. Es sin duda la quintaesencia del paisaje japonés. Hay tantas cosas que ver y visitar que uno tiene que decidir sobre lo más importante: el templo Tenryuji y sus jardines, el bosque de bambú, un paseo por el río y en mi caso una visita a un pequeño templo encaramado en la colina para contemplar una vista más amplia del paisaje. También comer en alguno de sus pequeños restaurantes a la orilla del río. No hay tiempo para mucho más.


Entrada al templo Tenryu-ji

El templo Tenryu-ji es uno de los cinco grandes santuarios zen de Kioto y tiene uno de los jardines más antiguos y mejor conservados de la región. El templo fue construido en 1339 por el shogun Ashikaga quien encargó la elaboración de los jardines al afamado monje budista Muso Soseki con quien tenía una gran amistad. La parte central del jardín se encuentra a un lado del gran Salón Soho y consta de un gran lago bordeado por  ondulaciones de grava, grandes grupos de rocas y numerosos arces que se reflejan en al agua. El jardín se extiende ladera arriba y llega un momento en que se confunde con el paisaje natural de bosques. Estrechos senderos de piedra te conducen a través de zonas de arbustos, arriates de plantas de flor y helechos, pequeños arroyos y cascadas, bosques de cerezos y, al final, parte del gran bosque de bambú. Entre los árboles hay varios edificios y pequeños salones o santuarios que se fueron añadiendo a lo largo de los siglos. El lugar rezuma tanta belleza que llega un momento en que te sientes abrumado, como si te hubieras trasladado a un mundo lejano y antiguo, fuera del tiempo. Basta salir por la puerta que lleva al bosque de bambú para que el espejismo se rompa y vuelvas de nuevo a la realidad de miles de turistas intentando sacarse un selfie en el camino del bosque, entre una marabunta de cabezas humanas. Por suerte la multitud se vuelve más escasa según te alejas de la parte más cercana al pueblo y puedes disfrutar por unos minutos y casi oír el viento entre los grandes troncos  de color verdoso.



Paisaje con bosque de Bambú en el templo Tenryu-ji.

Tras la comida recorro el camino en la margen izquierda del río contemplando a la gente que rema en pequeñas barcas entra el agua verde. Tras un par de kilómetros me encaramo por un sendero hasta un pequeño templo o ermita ladera arriba que habita un solo monje muy amable. Desde allí hay una vista magnífica del valle y el río.

 


Pequeño santuario en las colinas.

Hay muchas más cosas que ver y hacer en Arashiyama, pero ya no tengo más tiempo. Hay al menos otros seis o siete templos más, un refugio de macacos en las montañas, un tren turístico que sigue el margen del río. Me da pena no haber podido ver el templo Goi-ji que tiene uno de los jardines de musgo más conocidos del país, pero se necesita hacer reserva con mucha antelación. Camino de vuelta hasta el puente de madera para coger el autobús de vuelta a Kioto. Tengo los pies machacados. Ha sido un día muy largo. Espero que os gusten estas fotos.


El gran puente de madera Togetsukyo (puente de la luna)


Kuri o aposento de los monjes en Tenryu-ji


Jardín del estanque Sogen.




Cerezos ya sin hojas y linterna.


Edificios y salones del templo Tenryyu-ji.




Parterres de arbustos y Arces.




Cerezos, arces y bambús, forman el corazón del jardín.






Estanque de flores de loto ya secas.


Multitud en la parte baja del bosque de bambú.






Camino en la margen derecha del río Hozu.




Entrada al pequeño santuario en la colina.


En la empinada subida hay lugares para descansar protegidos de la lluvia.




El pequeño santuario entre los árboles del bosque.


Vista de las montañas desde el santuario.


Camino de vuelta al pueblo.