jueves, 25 de noviembre de 2021

Finales de Noviembre en la Barrosa.


Los últimos colores del otoño: Salvias. Crisantemo y Arces.

Es probable que mientras escribo esta entrada en la ciudad, en la Barrosa ya no quede ni una sola de las hojas de otoño que veis en estas fotos. La lluvia torrencial, el viento y el frío han sido implacables estos días en Asturias, mientras en las montañas se agolpa la nieve y el invierno se nos ha caído encima casi sin avisar. Algo inusual. Estos últimos años las temperaturas han sido relativamente cálidas hasta la Navidad, pero no esta vez. Lo cierto es que necesitábamos el agua y la nieve, ya que el otoño ha sido predominantemente seco, así que no podemos quejarnos del tiempo.

 


La última Salvia roja.


Es asombroso la capacidad de aguante de estas Rudbeckia anual.

Arbustos en uno de los bordes de la finca.
A estas alturas del año yo ya estoy preparando los parterres para el invierno. Aunque mucha gente dice que no se deben podar las plantas vivaces hasta la primavera yo suelo hacerlo a finales del otoño por varias razones. Una, porque el viento y la nieve suele tumbar las vivaces de ramas altas y a veces arrancar las plantas de raíz. Dos, porque así aprovecho para cubrirlas de una capa de hojas o madera triturada de la poda, lo que hace que sobrevivan mejor al invierno y en la primavera broten con más fuerza. Esta época es un buen momento para cambiar plantas de sitio, incluido arbustos y rosales. También suelo podar los arbustos que florecen en verano y los rosales, justo antes del invierno. Un árbol que suelo podar también ahora es el magnolio, especialmente los de hoja caduca, ya que con el peso de la nieve se pueden romper muchas ramas. Además  suelo podar ligeramente también los de hoja caduca que tienen ramas frágiles y florecen en primavera. Una segunda poda después de la floración es lo adecuado.  Este año he vuelto a plantar unas cuantas decenas de bulbos, especialmente Allium y Tulipanes. El año pasado un tejón se comió la mayor parte de los bulbos que planté nuevos. Me dejó el jardín lleno de agujeros y trozos de bulbos triturados por todas partes, pero este otoño, de momento, me ha dejado en paz. Los tejones, al igual que los jabalíes, se están convirtiendo en un gran problema en casi todas partes. Son animales nocturnos y apenas tienen competidores. Les encanta hacer agujeros para buscar lombrices en el césped recién segado, mucho más atractivo que los prados con hierba alta. En una sola noche pueden hacer decenas de agujeros por todas partes y dejar el jardín como un colador. Tampoco desdeñan los productos de la huerta así que tuve que poner una fuerte y espesa valla de madera alrededor del huerto, pero no puedo hacer lo mismo con el resto del jardín. Además, pasan por debajo de cualquier valla que no sea muy rígida y cuando no, hacen túneles por debajo de la misma, si no hay un buen cimiento de hormigón. No puedo quejarme. Es la alegría de tener la naturaleza al lado de casa y convivir con ella.


Este "Acer Palmatum Umo yama" tiene la mejor coloración otoñal de todos los Arces japoneses que hay en la Barrosa

He terminado de quitar una centena de plantas de boje en forma de seto o bolas. Algunas de buen tamaño. No había más remedio. La batalla contra la polilla china invasora es inútil. Tan solo he dejado un par de setos junto a la casa, a la espera de ver lo que sucede el próximo año. Es curioso como el jardín no parece haberlo notado demasiado. Incluso es fácil no darse cuenta del cambio. Es lo que suele pasar con los jardines ya maduros que, si quitas una planta, rápidamente otra ocupa su lugar en apenas unos días. Es probable que el jardín haya perdido algo de estructura en invierno, pero el resto del año no se va a notar. Como la mayor parte de los sitios que dejaban vacíos los bojes eran zonas de sombras, he puesto algunas skimmias, acebos, pittosporum  y algunas plantas perennes. Pondré una entrada sobre este tema más adelante. Ha sido un trabajo duro, pero no quedaba más remedio que hacerlo ahora. Lo mismo está haciendo miles de jardineros en toda Europa. Yo estoy intentando sustituirlo por “Evonimus japonicum michrophyllum”, que tiene una hoja muy parecida, pero crece con mucha lentitud, y se tarda un montón de años en poder hacer una bola o un cono, pero me temo que no hay muchas alternativas, ya que lo mismo pasa con los tejos o los pittosporum de hoja pequeña, además de que son bastante caros.

Espero que os gusten estas últimas fotos de otoño en la Barrosa. Las próximas ya serán en pleno invierno.



Semillas de Thalictrum delavayi


Las flores de los Sedum suelen durar mucho tiempo también.


Eucomis y Bergenias.


Las hojas rojas de este pequeño arce contrastan con las amarillas de los avellanos.


Pequeños frutos de un manzano ornamental.






Semillas del Heptacodium miconoides, un arbusto chino.


Cornus controversa variegata y Acebo.





Bayas del Clerodendrum trichotomum.


Acer palmatum Seiryu al lado de otro arce ya adulto.


La parte baja del jardín con la pérgola de entrada.


Las hojas de los Arces son bonitas incluso después de haber caído al suelo.


Acer palmatum y Gingko bilowa.


El liquidambar es otro árbol con una magnífica coloración otoñal.





Estas dos rosas aún se resisten a morir a pesar de las heladas.


Parrotia persica, al fondo y Acer palmatum Ki hachijo, el último de la colección.


Los dos parterres plantados este año a cada lado de la pérgola se han desarrollado bien.



Acer palmatum Sango kaku, el mejor color dorado que conozco.



Hojas de arce caídas sobre un acebo.


Otro Arce Sango-kaku.


Este arce germinado de una semilla de Osakazuki tiene una excepcional y duradera coloración otoñal.








He cambiado de sitio esta esfera armillar y la he colocado en otro soporte en la parte baja del jardín.





jueves, 18 de noviembre de 2021

Los Bonsáis de Joaquín.


Exposición de los bonsáis de Joaquín  en el Instituto donde yo trabajaba, hace unos años .

Hace unos cuantos años, cuando aún estaba en activo y daba clases en un instituto de Asturias, fui responsable, durante un tiempo, del Departamento de Extraescolares que organizaba actividades de todo tipo para los estudiantes.  Aquella primavera, mientras buscaba ideas para las  Jornadas  culturales que celebrábamos cada año, el director me presentó a Joaquín, uno de los mejores especialistas en bonsáis de la región, quien se ofreció de inmediato a presentar, de forma totalmente altruista sus conocimientos y su colección de árboles a los alumnos. Como jardinero aficionado sabía lo que eran los bonsáis y había visto algunas fotos en revistas, pero siempre me había parecido una técnica extremadamente complicada  y artificiosa, solo apta para orientales y personas raras. Me bastó con ver el primer árbol que Joaquín trajo al patio para quedar totalmente prendado de ellos. Es probable que la técnica de crear un bonsái sea apta solo para unos pocos, pero la belleza de aquellos árboles en miniatura, y la labor que hay detrás de su creación te llega al alma. Nada hay de artificial en esos árboles retorcidos por el viento y el tiempo (además de la mano del hombre). Al contrario, son la viva imagen de la naturaleza en su forma más exquisita: ellos son un reflejo del cambio de las estaciones, el paso de los años, las inclemencias del tiempo, la belleza vegetal concentrada en una sola forma, además  del lento aprendizaje transmitido durante generaciones. Incluso la mayoría de ellos sobreviven a sus cuidadores y siguen creciendo, mimados por otras manos, a veces muy lejos del lugar donde nacieron. Ciertamente son árboles para meditar sobre el destino, sobre al pasado y el futuro, y la vida después de que nos hayamos ido. Si contemplas uno de estos bonsáis durante un tiempo es probable que establezcas una relación íntima con él hasta tal punto de que querrás que te acompañe el resto de tus días.

 


Detalle de su tejo más antiguo de nombre "Pelayo"

Expusimos los árboles en el hermoso patio del centro, entre cuadros y esculturas. Joaquín, con una enorme paciencia, fue recibiendo a grupos de alumnos a los que explicaba algunas cosas sobre la historia del bonsái y su enorme importancia en la cultura y la estética oriental a lo largo de los siglos. También hacia demostraciones de poda y alambrado así como cuidados básicos. La actividad tuvo un enorme éxito y muchos padres de alumnos y aficionados pasaron a ver la exposición. No había visto a Joaquín desde entonces, pero la imagen de aquellos árboles quedó en mi memoria y, sin conocimiento de la técnica ni aptitudes por mi parte, siempre fui cuidando unos pocos “arbolitos” en la Barrosa, con la vana esperanza de que algún día se parecieran a aquellos bonsáis que Joaquín presentó en aquel patio, hace ya unos cuantos años. Lo cierto es que se parecen muy poco, pero siguen vivos.

 


Un arce japonés iniciando la coloración de otoño.

Hace un par de semanas la casualidad hizo que consiguiera el teléfono de Joaquín, que enseguida se ofreció a recibirme y a enseñarme sus bonsáis, algunos de los cuales son los mismos árboles que expuso en aquella ocasión, algo más longevos, pero igual de vigorosos y de una impactante belleza. Joaquín me contó cómo comenzó su afición por los bonsáis tras un regalo de cumpleaños que le hizo su mujer. Lo difícil que fue contactar con gente que pudiera transmitirle los conocimientos necesarios para cuidar de ellos. Hay pocos especialistas y un cierto oscurantismo en cuanto a la transmisión de las técnicas apropiadas para conseguir un buen bonsái, aunque hoy Internet ha hecho las cosas más fáciles. Durante un tiempo fue un miembro destacado de la Asociación de Amigos del Bonsái en Asturias que organizó numerosas exposiciones por la región, pero que hoy está casi desaparecida. Ha viajado a Japón y aprendido con numerosos especialistas españoles y extranjeros. Sus árboles han participado en concursos y ganado premios y, a pesar de que últimamente tiene algunos problemas de salud, sigue cuidando de sus bonsáis con un gran esmero, creando árboles nuevos y disfrutando del enorme placer de hablar de tú a tú a sus tejos y hayas, algunos de los cuales tienen cientos de años. Termino con un haiku del poeta RYu

“Gotean las luces; de los brotes del arce el fuego del otoño”



Joaquín preparando sus bonsáis para la exposición.



Cuatro excelentes bonsáis: enebro, hiedra, azalea en flor y atrás, un tipo de pino.


Acebuche (olivo salvaje) sobre una roca.


Los tejos son los árboles preferidos de Joaquín. Aquí un precioso ejemplar de tronco retorcido y desnudo. Los tejos pueden vivir cientos de años y son uno de los árboles más cotizados.



Otra vista de la exposición.


Joaquín hace una demostración de poda a un grupo de estudiantes.



Los acebuches con sus troncos retorcidos y sus hojas pequeñas, son otro de los árboles favoritos de los aficionados a los bonsáis.


Al fondo de la foto su tejo más antiguo, Pelayo. Al frente un precioso ejemplar de arce tridente acompañado de dos tejos.



Dos ejemplares de arce, otro de los árboles más utilizados como bonsáis, debido al cambio de coloración de sus hojas tanto en primavera como en otoño.




Las fotos que vienen a continuación son algunos de sus árboles en la terraza de su casa, hace un par de semanas.



El enorme tejo llamado "Pelayo" en la actualidad. Su gigantesco tronco semiseco indica que tiene cientos de años. Sin, duda un árbol espectacular.



Dos tejos muy diferentes.



Tejo y haya.



Acebo con bayas.



Preciosos acebuche en forma de escoba.


Otro acebuche con un gran nebari (raíces visibles)


Tejo en forma de "cascada", uno de los crecimientos de bonsái más difíciles de lograr..


Otro elegante tejo en una forma vertical clásica.


Haya con su característica coloración otoñal.



Viejísimo bonsái de Arce tridente.



Detalle del tronco y el  nebari (raíces visibles en la base)



Tronco y nebari de otro arce japonés.


Bonsáis en la terraza de Joaquín.


Bonsái de pino japonés.



Alevines de tejo en formación. Así se va creando un bonsái.



Uno de estos tejos en forma de cascada y con el tronco envejecido.