jueves, 18 de noviembre de 2021

Los Bonsáis de Joaquín.


Exposición de los bonsáis de Joaquín  en el Instituto donde yo trabajaba, hace unos años .

Hace unos cuantos años, cuando aún estaba en activo y daba clases en un instituto de Asturias, fui responsable, durante un tiempo, del Departamento de Extraescolares que organizaba actividades de todo tipo para los estudiantes.  Aquella primavera, mientras buscaba ideas para las  Jornadas  culturales que celebrábamos cada año, el director me presentó a Joaquín, uno de los mejores especialistas en bonsáis de la región, quien se ofreció de inmediato a presentar, de forma totalmente altruista sus conocimientos y su colección de árboles a los alumnos. Como jardinero aficionado sabía lo que eran los bonsáis y había visto algunas fotos en revistas, pero siempre me había parecido una técnica extremadamente complicada  y artificiosa, solo apta para orientales y personas raras. Me bastó con ver el primer árbol que Joaquín trajo al patio para quedar totalmente prendado de ellos. Es probable que la técnica de crear un bonsái sea apta solo para unos pocos, pero la belleza de aquellos árboles en miniatura, y la labor que hay detrás de su creación te llega al alma. Nada hay de artificial en esos árboles retorcidos por el viento y el tiempo (además de la mano del hombre). Al contrario, son la viva imagen de la naturaleza en su forma más exquisita: ellos son un reflejo del cambio de las estaciones, el paso de los años, las inclemencias del tiempo, la belleza vegetal concentrada en una sola forma, además  del lento aprendizaje transmitido durante generaciones. Incluso la mayoría de ellos sobreviven a sus cuidadores y siguen creciendo, mimados por otras manos, a veces muy lejos del lugar donde nacieron. Ciertamente son árboles para meditar sobre el destino, sobre al pasado y el futuro, y la vida después de que nos hayamos ido. Si contemplas uno de estos bonsáis durante un tiempo es probable que establezcas una relación íntima con él hasta tal punto de que querrás que te acompañe el resto de tus días.

 


Detalle de su tejo más antiguo de nombre "Pelayo"

Expusimos los árboles en el hermoso patio del centro, entre cuadros y esculturas. Joaquín, con una enorme paciencia, fue recibiendo a grupos de alumnos a los que explicaba algunas cosas sobre la historia del bonsái y su enorme importancia en la cultura y la estética oriental a lo largo de los siglos. También hacia demostraciones de poda y alambrado así como cuidados básicos. La actividad tuvo un enorme éxito y muchos padres de alumnos y aficionados pasaron a ver la exposición. No había visto a Joaquín desde entonces, pero la imagen de aquellos árboles quedó en mi memoria y, sin conocimiento de la técnica ni aptitudes por mi parte, siempre fui cuidando unos pocos “arbolitos” en la Barrosa, con la vana esperanza de que algún día se parecieran a aquellos bonsáis que Joaquín presentó en aquel patio, hace ya unos cuantos años. Lo cierto es que se parecen muy poco, pero siguen vivos.

 


Un arce japonés iniciando la coloración de otoño.

Hace un par de semanas la casualidad hizo que consiguiera el teléfono de Joaquín, que enseguida se ofreció a recibirme y a enseñarme sus bonsáis, algunos de los cuales son los mismos árboles que expuso en aquella ocasión, algo más longevos, pero igual de vigorosos y de una impactante belleza. Joaquín me contó cómo comenzó su afición por los bonsáis tras un regalo de cumpleaños que le hizo su mujer. Lo difícil que fue contactar con gente que pudiera transmitirle los conocimientos necesarios para cuidar de ellos. Hay pocos especialistas y un cierto oscurantismo en cuanto a la transmisión de las técnicas apropiadas para conseguir un buen bonsái, aunque hoy Internet ha hecho las cosas más fáciles. Durante un tiempo fue un miembro destacado de la Asociación de Amigos del Bonsái en Asturias que organizó numerosas exposiciones por la región, pero que hoy está casi desaparecida. Ha viajado a Japón y aprendido con numerosos especialistas españoles y extranjeros. Sus árboles han participado en concursos y ganado premios y, a pesar de que últimamente tiene algunos problemas de salud, sigue cuidando de sus bonsáis con un gran esmero, creando árboles nuevos y disfrutando del enorme placer de hablar de tú a tú a sus tejos y hayas, algunos de los cuales tienen cientos de años. Termino con un haiku del poeta RYu

“Gotean las luces; de los brotes del arce el fuego del otoño”



Joaquín preparando sus bonsáis para la exposición.



Cuatro excelentes bonsáis: enebro, hiedra, azalea en flor y atrás, un tipo de pino.


Acebuche (olivo salvaje) sobre una roca.


Los tejos son los árboles preferidos de Joaquín. Aquí un precioso ejemplar de tronco retorcido y desnudo. Los tejos pueden vivir cientos de años y son uno de los árboles más cotizados.



Otra vista de la exposición.


Joaquín hace una demostración de poda a un grupo de estudiantes.



Los acebuches con sus troncos retorcidos y sus hojas pequeñas, son otro de los árboles favoritos de los aficionados a los bonsáis.


Al fondo de la foto su tejo más antiguo, Pelayo. Al frente un precioso ejemplar de arce tridente acompañado de dos tejos.



Dos ejemplares de arce, otro de los árboles más utilizados como bonsáis, debido al cambio de coloración de sus hojas tanto en primavera como en otoño.




Las fotos que vienen a continuación son algunos de sus árboles en la terraza de su casa, hace un par de semanas.



El enorme tejo llamado "Pelayo" en la actualidad. Su gigantesco tronco semiseco indica que tiene cientos de años. Sin, duda un árbol espectacular.



Dos tejos muy diferentes.



Tejo y haya.



Acebo con bayas.



Preciosos acebuche en forma de escoba.


Otro acebuche con un gran nebari (raíces visibles)


Tejo en forma de "cascada", uno de los crecimientos de bonsái más difíciles de lograr..


Otro elegante tejo en una forma vertical clásica.


Haya con su característica coloración otoñal.



Viejísimo bonsái de Arce tridente.



Detalle del tronco y el  nebari (raíces visibles en la base)



Tronco y nebari de otro arce japonés.


Bonsáis en la terraza de Joaquín.


Bonsái de pino japonés.



Alevines de tejo en formación. Así se va creando un bonsái.



Uno de estos tejos en forma de cascada y con el tronco envejecido.




4 comentarios:

  1. felicitar a Joaquin por su dedicación, altruismo y maestría! ya me gustaría tener cerca un Joaquin que me enseñase... siempre me ha llamado la atención pero cuando contacte con la asoc de bonaistas de mi ciudad... me dijeron que alli se reunian para enseñarse los arboles que no enseñaban a nadie... pues nada....

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    1. Tienes razón que en ese mundo del bonsái debe de haber bastante oscurantismo y muchos quieren guardarse las cosas para si, pero no así Joaquín que siempre está dispuesto a enseñar todo lo que sabe. Se necesita paciencia y bastante dedicación y yo no creo que tenga mucho de las dos cosas.
      Un saludo

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  2. La verdad que este milenario arte Japonés es todo una pasada y siempre me llamó la atención por la gran dedicación y entrega de sus creadores. Felicita de mi parte a tu amigo Joaquín por esta bella presentación, no deja de ser una maravilla. 👌👏👏👏.
    Un abrazo y buen fin de semana.

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    1. Si, es un arte que necesita mucha paciencia, dedicación y aprendizaje. A mi siempre me ha llamado mucho la atención y disfruto mucho viendo los resultados pero reconozco que no creo que tengo la paciencia necesaria para dedicarme a ello. Me gusta la jardinería en general, porque es mucho más libre y puedes hacer lo que quieras sin seguir reglas ni normas. Tu jardín es tu casa y puedes hacer lo que te de la gana. No así en el mundo del bonsái donde creo que las reglas y la forma de hacer imperan, al menos esa es mi impresión.
      Un abrazo

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