jueves, 18 de enero de 2024

Por las calles y mercados de Kioto.

 


Dos muchachas con el traje tradicional contemplan las tiras de kukurizaru o monos colgantes, un talismán que simboliza el autocontrol sobre los deseos.

Kioto, la antigua capital de Japón, sede de la corte imperial desde el siglo VIII hasta mediados del XIX, es sin duda una de las ciudades más agradables para visitar de este país. También es una de las que mejor se ha conservado, ya que apenas sufrió bombardeos durante la segunda guerra mundial (por decisión del gobierno americano) y gracias a ello mantiene intactos numerosos edificios históricos además de un ingente número de templos, jardines y barrios completos de viviendas tradicionales de madera. Con una población de aproximadamente un millón y medio de habitantes, aún es suficientemente pequeña para trasladarse por ella de forma rápida, e incluso caminar por gran parte de sus barrios históricos sin gran esfuerzo. Aún así no esperemos una gran ciudad monumental, al estilo de las ciudades históricas europeas. En la cultura japonesa la mayor parte de los edificios antiguos están construidos de madera y rodeados de hermosos jardines, pero carecen de la grandiosidad, estatuaria, ornamentación  o magnificencia, por decirlo de alguna manera, de los grandes palacios o edificios religiosos de la cultura occidental. En Japón todo es mucho más sutil  y uno tiene que cambiar muchas ideas preconcebidas para llegar a apreciar la belleza y armonía de una cultura muy diferente a la occidental. Comparar el vacío –exceptuando las exquisitas pinturas de las paredes - del salón del trono del shogun, en el castillo de Kioto, con una sala similar en Versalles o en cualquier otro palacio europeo, es el mejor ejemplo de que nuestra forma de concebir el espacio, el arte o la belleza no se parecen en nada.



Santuario Nisiki Temangu en el barrio del mercado más popular de Kioto.


Barrio de Gion al atardecer

Dicho esto, no hay duda que para cualquier persona que tenga un poco de interés por la cultura japonesa, Kioto es el mejor lugar para iniciarse sin grandes agobios. Uno puede alternar visitas a templos y jardines con un simple vagabundear por los barrios de Gion, Pontocho y otros, donde aún sobreviven muchas calles llenas de pequeñas tiendas, restaurantes y hoteles en edificios que se mantienen igual desde hace siglos. Los japoneses sienten un gran aprecio por las cosas hechas a mano y de forma artesanal, así que son numerosas los tiendas de productos artesanos: papelería, ropa, calzado, telas, cuchillos y utensilios de corte (he comprado dos tijeras de podar, de distinto tamaño, y de una calidad inmejorable, totalmente hechas a mano y que durarán decenas de años), objetos de madera, cerámica, etc.



Los escaparates de las tiendas de Kioto son una delicia de decoración. Aquí venden productos relacionados con las manzanas.


Aquí un restaurante exhibe en modelos de plástico los platos que ofrece en el interior..

El mercado Nishiki, que lleva ocupando el mismo lugar de la ciudad, casi en el mismo centro, desde el siglo XIV, es otro gran lugar para disfrutar de la gastronomía y la cultura japonesa. Aquí podemos ver cientos de pequeñas tiendas vendiendo toda clase de productos gastronómicos y artesanías además de pequeños restaurantes para disfrutar de comida y bebida. No es un lugar solo para turistas ni mucho menos, ya que la gente local lo disfruta tanto o más que los visitantes. Kioto está llena de pequeños restaurantes en todas las calles, ya que al igual que en muchos otros países de Asia, una parte importante de la población, incluidos la mayor parte de los estudiantes, suele comer fuera casi a diario. En muchos de estos restaurantes hay que hacer cola antes de entrar ya que no admiten reservas. Los japoneses parecen estar comiendo a todas horas, pero es que acostumbran a comer pequeñas cantidades de cada vez y cambian constantemente de lugar. Además, permanecen poco tiempo en el restaurante, con lo cual hay un trasiego constante. En algunos restaurantes, incluso se come de pie en la barra. Durante los fines de semana da la impresión de que todos los habitantes de la ciudad se desplazan al  centro y llenan las aceras de todas las calles caminando de la forma mas ordenada que uno puede imaginar.  La gente joven tiene la costumbre de ponerse el traje típico para hacerse fotos en los parques y templos, así que las calles están llenas de geishas y shogunes, lo cual anima muchos las cosas. Sin duda Kioto es una ciudad para disfrutar y entrar en contacto con la vida diaria de los japoneses. No entiendo ese tipo de viajero que está en un sitio un par de días y sale corriendo para otro, creyendo conocer ya la ciudad. Espero que estas fotos os den una idea aproximada de la animada vida diaria de Kioto.



El barrio de Gion es uno de los más tradicionales por sus casas de madera y sus calles peatonales, pero no es el único ya que en la ciudad se mezclan a menudo calles con casas tradicionales con otras partes de construcciones nuevas.


Casas tradicionales en este barrio. 









Entrada al parque Maryuma. Este parque en las laderas de la montaña, a un lado de Gion, se convierte al atardecer en uno de los lugares preferidos de los habitantes de la ciudad para hacer una visita a sus templos o relajarse entre  árboles y estanques.








Las empinadas calles del barrio de Hygashiyama, es otra de las partes más interesantes de Kioto por sus templos y casas tradicionales.





Cerca de este barrio se encuentran algunos de los templos más importantes de la ciudad como el Kiyomizudera, uno de los más grandiosos.



Es frecuente ver en este barrio grupos de estudiantes vistiendo sus uniformes, que viene de visitar los templos.


Casa tradicional con un pequeño altar con el símbolo budista de la cruz gamada para desear la buena suerte, y macetas con plantas, algo muy común en estos barrios.


 
Algunas de las muchachas que se ven por la ciudad con el traje tradicional pueden ser geishas pero solo un minoría.






Los fines de semana se celebra un mercado de antiguedades muy concurrido cerca del templo Toji-in y su gran pagoda.





El mercado Nishiki ocupa varias calles estrechas cubiertas por un tejado. Alli se pueden ver cientos de tiendas con todo tipo de mercancías imaginables, sobre todo de comida.



Muchas venden comida preparada para consumir allí mismo (está prohibido comer moviéndose por el mercado). Aquí todo tipo de mariscos.


Los japoneses son únicos a la hora de empaquetar las cosas, incluidos los pescados.


Las brochetas de pulpo caramelizado son una especialidad de esta zona.


Interior de una tienda de verduras.


A los asiáticos en general les encantan las verduras encurtidas o marinadas en sal.  Aquí
veis unos ejemplos.


Los japoneses adoran las brochetas con todo tipo de mariscos y carnes.



Este dulce tan extraño es un pastel de mochi con una fresa en el interior. La variedad de dulces raros que consumen es absolutamente espectacular.



La tempura en brocheta de pescados y vegetales es otra gran especialidad.


Hay varias tiendas de plantas en el mercado.


No podían faltar los mariscos frescos.


A la noche el ambiente se traslada a las pequeñas calles peatonales del barrio de Pontocho donde decenas de diminutos restaurantes sirven todo tipo de comida. Aquí se puede ver al cocinero por la ventana de rejas.



Entrada a otro restaurante. La mayoría no suelen tener más de 4-6 mesas, así que siempre hay que esperar.


Casa tradicional convertida en restaurante.


Esperando para comer.

miércoles, 10 de enero de 2024

El templo de Tofuku-ji, justo antes de la explosión otoñal.

 


Vista de uno de los puentes de madera antes de llegar al templo.

En estos tiempos de climatología tan imprevisible, uno propone y la naturaleza dispone. Debería haber llegado a Japón en pleno “momiji”, pero el el tiempo tan caluroso de este otoño del 23, ha retrasado los cambios de coloración de las hojas, al menos un par de semanas, así que no ha sido posible ver este templo en su mejor momento. A cambio de eso tengo una visita relativamente tranquila y con muy poca gente, lo que probablemente será imposible dentro de un par de semanas, ya que Tofuku-ji es uno de los templos más visitados para ver el cambio de coloración de las hojas en otoño. Un “mar” de 2.000 arces japoneses crece con profusión en torno al templo situado al lado de un riachuelo cruzado por varios puentes de madera desde los que se contempla este río de color espectacular.



Jardín de rocas del templo Tofuku-ji

Este gran templo situado al sur de Kioto, en el distrito de Higashiyama, fue fundado en 1236 por el poderoso clan Fijiwara. Su nombre combina el de dos grandes templos de Nara, Todai-ji y Kofuku-je y durante muchos años fue uno de los mayores templos zen de Kioto, sede de la secta budista Rinzai. Como casi todos los templos, Tofuku-ji sufrió numerosos incendios y destrucciones a lo largo de los siglos siendo reconstruido una y otra vez, aunque en el proceso se perdieron un buen número de edificios y hoy su tamaño es mucho  más reducido. La parte central del templo, donde se encuentra la residencia del abad, fue reconstruida por última vez en 1890, y parte de los jardines fueron rehabilitados en 1930 por el famoso paisajista Shigemori Mirei. Es uno de los pocos  “hojo” rodeado de jardines en los cuatro lados, cada uno de ellos con un paisaje totalmente diferente. El que está orientado al sur es el más conocido y sus cuatro rocas gigantes representan las islas Elysias rodeadas de un mar de grava, mientras al otro lado, cinco montículos de musgo simbolizan las cinco montañas sagradas del budismo. Shigemori dio un toque moderno a los tres jardines restantes con figuras geométricas de azaleas recortadas o una especie de tablero de ajedrez de piedra y musgo en uno de los lados

 


Jardín en el Kaisando Hall.

Un poco más arriba está el Kaisando Hall, que sirvió de mausoleo al primer abad del templo con un espectacular jardín en ambos lados, con preciosas linterna de piedra, un bosque de arces, arbustos con  bayas y otros con formas recortadas. También se puede visitar otro jardín de menor tamaño en torno a una casa de té.

 


Pasadizos y puentes sobre el mar de arces.

 El entorno del templo es un gran bosque de arces que crecen en las laderas de un barranco.  Se puede cruzar de un lado a otro a  a través de varios puentes cubiertos de madera oscura con varios balcones y contemplar los tejados de los diferentes edificios sobresalir sobre las copas de los árboles que empiezan a cambiar de color. Sin duda una vista muy hermosa. Espero que os gusten estas fotos.


Cruzando la puerta de entrada al templo Tofuki-ji.


Jardín de piedra seca y musgo en uno de los lados de la residencia del abad.


El jardín sur es uno de los más espectaculares jardines zen de Shigemori Mirei.



Montículos representando las cinco montañas sagradas del budismo.



Las Gigantescas piedras de pie simbolizan las 4 islas Elysias. Las hondas en la grava representa el mar.




Jardín abstracto de las azaleas  en otro de los lados.


Puente sobre el barranco.


En este lado, Shigemori ha realizado un jardín geométrico de musgo, simbólico del paisaje rural japonés.


Puerta de entrada al jardín de la casa de té.


Azaleas recortadas y una gran vasija de piedra.



El jardín desde la veranda de la casa de té.






"Sarcandra glabra" un arbusto de bayas que veo por primera vez.



Colores otoñales en el jardín de la casa de té.


Jardines de musgo y arces con una gran lápida.


Un pino negro trabajado durante años para adquirir esa espectacular forma retorcida de las ramas.


Bosque de Arces japoneses.


Pasadizos de madera en torno al barranco.


Dentro de un par de semanas estos bosques de arces habrán alcanzado una coloración excepcional, pero yo ya no estaré aquí para contemplarlo.