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Yo y mi camello blanco en las dunas de Tinfou. Al día siguiente el mismo camello me tiraría al suelo. |
Continúo con la Serie de "Viajes
en el pasado" con esta ruta de hace ya más de 20 años por algunos de los pueblos
de barro, las kasbahs, del sur de Marruecos. Viaje que en parte hice en
camello, con tres muchachos madrileños que conocí en alguno de los pueblos del
camino.
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Ruta de las Kasbahs marroquí. |
El comienzo del viaje fue casi
iniciático. Hacía poco que ALSA, la compañía de autocares cuyo principal propietario, el empresario
asturiano José Cosmen Adelaida que siempre soñó con unir Asturias y el resto del
mundo en autobús, acababa de inaugurar una ruta directa desde Oviedo hasta
Marraquech (en esos momentos la compañía
ya tenía como destino muchas capitales Europeas, incluidas algunas de países
del este, y había iniciado su expansión en China con varias rutas por el
interior del país. Alguna vez leí que su gran sueño era que se pudiera viajar
directamente de Asturias a Pekín en autobús. La compañía se vendió en 2005 y
aunque la familia conserva una importante participación, en la actualidad es
uno de esos grandes holdings empresariales de transporte que abarca varios
países y continúa expandiéndose en China pero, de momento, aún no se ha materializado
el loco sueño de Cosmen de viajar de Asturias a Pekín en autobús), así que
sin más me subí a un autobús en Oviedo, a pocos metros de mi casa, y me bajé,
34 horas después, en la plaza de Jemaa el Fna de Maraquech. Durante todo ese
tiempo conversé con todos los viajeros marroquíes que volvían de vacaciones a
sus casas, jugué con los niños, probé todo tipo de comidas que las mujeres me
ofrecían sin parar, cruzamos el estrecho en Ferry y me bajé con mi mochila en
plena plaza, al mediodía, bajo un sol de justicia, en medio de un impresionante
barullo de gente y con la sensación de haber viajado en una máquina del tiempo
hacia el pasado. Antes del Internet y de los teléfonos móviles uno podía
trasladarse en poco tiempo un par de siglos atrás. Ahora eso ya es imposible. A
la vuelta, el mismo conductor me recogió en la misma esquina de la plaza y tuve
la misma sensación de que el propio autobús era una máquina del tiempo que me
llevaba de regreso a casa.
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La plaza de Jemaa el Fna de Marraquech en aquél momento. |
Tras varios días en Marraquech
viajé a Quarzazate desde donde hice varias caminatas por el valle del río
Dadés. Luego a Tinerhir, Erfoud y más tarde Zagora donde hicimos nuestra ruta
de varios días en camello por el valle del Draa y las dunas de Tinfou. Fue una de
esas experiencias casi inolvidables, aunque ahora mismo me resulta difícil
decir a que lugares corresponden las diapositivas que conservo con esos colores
que parecen tan irreales como el propio paisaje. Uno de esos días mi camello
comenzó a correr de forma inesperada, campo a través, y yo acabé con mis huesos
en el suelo. Afortunadamente me caí conjuntamente con la albarda, que atemperó
mi porrazo, y no tuvo más consecuencias pero, a partir de ahí, ya no confiaba
en él y lo cambié con uno de mis guías. Uno de los días dormimos en pleno suelo
encima de la arena para ver el amanecer en el desierto. Aún no había esas lujosas salidas al desierto en tiendas de
campaña y con neveras. Pasamos mucho calor y nos divertimos mucho, es lo que recuerdo. En general la mayor parte del turismo era francés y
muchas de las kasbahs y pueblos del camino eran muy pobres y desolados. Aún no
había llegado el turismo de masas ni los numerosos platós de cine que más tarde
se construyeron en Quarzazate y que empezaban entonces a descubrir la kasbah de
Ait Banhaddou como telón de fondo para infinitud de películas desde Gladiator hasta Juego de tronos. Hoy en día toda esa región luce bastante diferente
así que estas fotos son más bien una ventana a un pasado que ya casi no existe.