jueves, 28 de junio de 2018

Comunidadades de plantas silvestres en rosa y amarillo.

 
Trébol de los prados y Ranúnculos.


¿Por qué son tan comunes las plantas silvestres que tienen flores amarillas? ¿Y por qué se asocian tan a menudo con plantas que florecen en rosa o azul? ¿Hay alguna relación entre el color de la flor y los insectos que las polinizan? Es muy probable que todo tenga alguna relación. Nada en la naturaleza es casual, y las plantas han tenido millones de años para perfeccionar los colores y la forma de sus flores, además de los olores que desprenden sus estambres y pistilos recubiertos de polen para atraer a los insectos que las polinizan. Y sin embargo cuando uno intenta hallar alguna respuesta a estas preguntas se encuentra con que o no existen, o son confusas, cuando no contradictorias. La conclusión es que hay miles de cosas del mundo natural que aún desconocemos.

 
Brezos y Helianthemum en un bosque de robles.

Últimamente ha saltado la voz de alarma sobre la desaparición de las abejas, tan importantes para nuestra agricultura, y nadie parece encontrar una causa concreta, sino múltiples posibles factores, difíciles de evaluar.  Una de esas “causas posibles” tiene que ver con el color de las flores que normalmente polinizan esos insectos. La extensión de los grandes monocultivos en todos los países con plantas que solo florecen en un solo color parece ser un factor importante. Los ojos de las abejas solo ven en el espectro ultravioleta y tienen preferencia por los colores blancos y azules/rosados. La desaparición en toda Europa de las praderas con diferentes comunidades de plantas asociadas, como las que muestro en estas fotografías, puede estar muy relacionada con la muerte de las abejas. Uno no tiene más que darse un paseo por Europa para ver cómo, incluso los prados donde pasta el ganado, apenas tienen flores de uno o dos colores, cuando no ninguno. El uso masivo de fertilizantes que solo promueven el crecimiento de un tipo determinado de gramínea para alimento del ganado, ha acabado con las praderas naturales que aún se pueden ver en algunas partes de nuestro país.

 
Pradera de montaña en amarillo y rosa.

Una de las cosas que más me llamó la atención en mi reciente viaje a Inglaterra fue comprobar que, en los prados, apenas se ven más que flores de color amarillo, cuando las hay. Otra, es la obsesión de gobierno y de la Royal Horticultural Society en promover en la jardinería, el uso de praderas naturales que, en realidad, no son nada naturales, sino una mezcla artificial de gramíneas y plantas perennes o anuales que producen flores de diferentes colores, y que semejan esas praderas reales que hace años han desaparecido del país. Incluso la reina tiene su propia “pradera” en Green Park para disfrute de todos los ciudadanos. Además, hace años que se ha hecho común el dejar estas praderas –y los bordes de las carreteras- sin segar hasta finales de verano, para que los insectos – y otros animales- se alimenten y cumplan con su labor. (Uno no tiene más que darse un paseo por el conocido Hide Park y preguntarse qué fue de aquel césped inmaculado que lo caracterizaba).  Esto, que parece muy meritorio, acalla muchas conciencias, y hace que muchos se sientan bien, para nada ataca el problema esencial que es el uso masivo en la agricultura y ganadería extensiva, de herbicidas y fertilizantes que solo promueven el crecimiento de un tipo de gramínea de forraje que no produce flores. Y puestos a pensar mal, ahorra al gobierno cientos de miles de libras en horas de trabajo que antes mantenían los bordes de las carreteras impecables y los parques y jardines del país con un inmaculado césped verde. Inglaterra ya no es lo que era. Todo sea por salvar a las abejas, pero me temo que con promover el uso de una jardinería más “natural” y dejar los bordes de las carreteras en completo abandono, no se va a solucionar el problema. Por suerte aquí en Asturias aún tenemos estas preciosas praderas naturales que, por mucho que se empeñe la jardinería “natural”, nunca será capaz de emular. Espero que os gusten estas fotos.

 
Brezos y escobas (Erica y Cytisus)
 
Helianthemum, trébol y prunela vulgaris.
 

Un tipo de "Allium" silvestre de montaña.
 


Pradera de montaña antes de la siega con abundancia de Centaureas.
 
Las abejas adoran las flores en forma de tubo, en rosa o azul, como las del Trébol y el Echium abajo.
 
 
Cytissus y de fondo Anarrhinum bellidifolia.
 
Pradera mixta de Tréboles, y Rhinanthus, entre otros.
 
Aquí el conocido Rhinanthus (flor amarilla en forma de cabeza de pájaro) se impone al resto de las flores.
 

Pradera mixta donde las flores compiten con las gramíneas debido al abonado casi exclusivo de estiércol natural.

Dos cabezas de Malva silvestris se hacen notar sobre el resto.

No he conseguido identificar estas cabezuelas azul oscuro que sobresalen sobre las flores de la Prunella vulgaris.


Cabezuelas de Scabiosa  (malva) y Rhynanthus (amarilo).

Rhinanthus y Helianthemum.


Prado en la subida al Puerto de Vegarada donde compiten las flores en amarillo y rosa.

En el puerto de Vegarada las matas de brezos (rosa) y Cytisus (amarillo) conviven en las laderas de las montañas.

 
 
Brezos y escobas.

Brezos y Helianthemum en una ladera seca y pedregosa..

  

sábado, 23 de junio de 2018

Viajes recientes. Jardines Ingleses: Great Dixter. La belleza que surge del caos. Inglaterra.

La  casa desde uno de los grandes parterres lineales.

Great Dixter es probablemente el jardín Inglés más emblemático, la "quintaesencia del jardín inglés", traduciendo un término poco adaptable a nuestra lengua. Todo en él nos lleva a ese estereotipo de la Inglaterra de siempre, donde el pasado y el presenta parecen convivir al mismo nivel, en un tiempo sin tiempo. Todo lo que hay de caos y belleza en la cultura inglesa nos lleva a imaginar un lugar así. Esa casa ligeramente ladeada hacia un lado -aparentado reumatismo- parece haber sufrido inalterada el paso de decenas de siglos. Las paredes, las piedras desgastadas por infinitas lluvias, las fantasmales figuras vegetales de animales, el gato real que pasea por los jardines y te sigue con sus ronroneos, la confusión de plantas y árboles que parecen florecer y vivir a su libre albedrío, todo parece haber estado ahí desde siempre y sin embargo no es así. Los ingleses son maestros en el drama de tergiversar la historia y dar apariencia de pasado a lo que solo es presente. También tienen una virtud especial para la permanencia y la contradicción.
El gato es real y te sigue a todas partes. La reencarnación de decenas de gatos anteriores.
Tejos tallados en medio de uno de los jardines laterales.

Este jardín tal como lo conocemos hoy en día es en gran parte la obra de Christopher Lloyd que dedicó toda su vida a la tarea de crear uno de los jardines más bellos de Inglaterra. Nacido en esta misma casa en 1921 murió hace apenas 10 años, no sin antes crear una fundación que continuara con su obra. Sus padres habían adquirido una mansión medieval en completa ruina en 1910 y con la ayuda del arquitecto Edwin Luytens la fueron ampliando con restos de casas antiguas hasta darle el aspecto actual. También sentaron las bases del jardín en forma de diferentes "estancias" cada una con un aspecto diferente, pero fue Christopher el que creó ese estilo de jardinería tan inconfundible: esa mezcla de plantas perennes cultivadas y salvajes que se suceden en una explosión continua de color que no parece tener fin. La densidad de plantación es tan extrema que las decenas de plantas que florecen y conviven en un solo metro cuadrado de tierra es absolutamente asombroso. Ese aparente caos solo puede producir belleza y armonía si hay un control absoluto del tamaño, floración o necesidades de espacio de cada una de las plantas que vemos ensambladas "al azar" en los diferentes parterres. Y eso nos lleva a años de estudios, de ensayo y error y de una maestría sin igual a la hora de crear la "permanente belleza de lo efímero".
Detalle de la "gran bordura" en la parte trasera de la casa a principios de Junio.

Una de las estancias separada por muros de ladrillo y puertas de piedra. En este jardín las plantaciones se complementan a menudo con decenas de macetas con plantas individuales.
Great Dixter llega a producir una cierta ansiedad en el jardinero aficionado, una especie de estupor y hasta de shock. Por mucho que lo intentas no eres capaz de asimilar tantas variedades de plantas juntas, tantas flores diferentes, tantos esquemas de alturas, formas, colores y cuando intentas recordar algún nombre o llevarte algún esquema para su futura aplicación en tu jardín, te quedas con la mente en blanco. Es imposible crear nada mejor, te dices. Es inalcanzable. "Si al menos pudieras extrapolar un pequeño rincón de este jardín y trasladarlo al tuyo...", pero todo te supera. Tan solo puedes seguir caminando de una estancia a otra en una especie de trance, disparar tu cámara con la vana ilusión de captar algo de tanta belleza, tal vez inmortalizarla...pero también es en vano. Ninguna foto puede fijar los olores, el brillo sublime de los colores, la magia de la luz que lo envuelve todo en un día gris y plomizo que acentúa la sutileza del color, que llega inalterado hasta tus ojos. Necesitarías meses para individualizar los cientos de variedades que contemplas, y tan solo tienes unas horas: unas pocas horas de estancia en el paraíso.
La entrada a la casa está precedida de un campo con diferentes variedades de plantas salvajes entre la hierba.

Puerta de entrada a la gran casa, la parte más antigua.


El edificio que aparece entre los árboles es parte de los establos y construcciones auxiliares de la finca. Esa especie de chimeneas se utilizaban para secar el lúpulo, uno de los productos agrícolas de esta zona.

Las diferentes "estancias" crean la imágen de que cada jardín es nuevo y diferente al anterior.
Preciosa combinación de margaritas y amapolas.

Este prado con tejos recortados se deja sin segar hasta finales de verano, para poder disfrutar de las flores salvajes.

En algunas partes del jardín se deja a las plantas crecer de forma desordenada para ofrecer puntos de contraste y crear ese aspecto salvaje y caótico de la fotografía.



En estos grandes parterres de plantas perennes y arbusto siempre hay plantas en flor, manteniendo el interés todo el año. Algo muy difícil de conseguir en jardinería.

Borduras siempre delimitadas por paredes de tejo que sirve para cortaviento y para resaltar la belleza de las composiciones.
La gran bordura desde el prado.

La geometría de los tejos sirven de contraste a la aparente confusión creada por la plantación desordenada de plantas perennes  y salvajes.

En pocos días decenas de esas plantas que se ven en primer término estallarán en una profusa floración que sustituirá a las que se ven al fondo.


Un jardinero trabajando en la parte del huerto. En estos momentos Fergus Garret, que ya había trabajado muchos años con Christopher LLoyds, continúa siendo el jardinero jefe.


En el huerto se mezclan frutales, plantas de flor y vegetales de forma continua.


El color y la forma de las hojas es fundamental para crear contraste, como en esta fotografía.

Extraordinaria gradación de color.

Este "Geranium maderense" exige tu atención de medio de un mar de verde.

Detalle del exterior de los establos.

Geometría de tejos evocando la simetría de la arquitectura de la casa.
En Great Dixter un grupo de 6 jardineros bajo la batuta de Fergus Garret, además otro grupo de aprendices y ayudantes, continúan sin pausa con la rutina de que la efímera belleza del presente y el pasado permanezcan inalterables a lo largo de los siglos venideros. Inglaterra no sería Inglaterra sin lugares como este. Inventados o reales son el alma del país, eso que los demás admiramos con cierta envidia.
El vivero de Great Dixter. Aquí están a la venta muchas de las plantas que se ven en el jardín. Lástima que no esté más cerca.

El jardín tropical no está en su mejor momento.