martes, 3 de enero de 2023

Viajes en el pasado: Jericoacoara y el Parque nacional Lencois Marenhenses. Brasil (2004)



La Gran duna de Jericoacoara al atardecer.

Durante la primera decena del 2000 hice tres viajes casi seguidos a Brasil, coincidiendo con la presidencia de Lula de Silva. En ese momento el país crecía a pasos agigantados, la economía parecía no tener freno, el rial competía en valor con el dólar y el optimismo se palpaba en el aire. Lula acababa de subir el sueldo  a todos  los funcionarios públicos, incluido ejército y policía,  y ese verano decenas de ellos inundaban los lugares turísticos del país. Brasil parecía tener el mejor futuro por delante de todos los países en desarrollo. Todo eso se truncó  con la crisis global que comenzó en el 2008. Después de años de retroceso y problemas económicos Lula ha vuelto de nuevo. Las cosas ya no van a ser tan fáciles como en esos años pero al menos el país ha dejado atrás  el oscuro gobierno de Bolsonaro y su destrucción masiva de la selva del Amazonas y la explotación brutal de sus recursos.



El pueblo de Jericoocoara perdido en un mar de dunas.

Brasil es un país tan grande y tan variado que se necesitan muchos viajes para tener una idea de su enorme geografía, paisaje y cultura pero durante esos tres veranos viajé de sur a norte hasta la selva del Amazonas, y por el interior hasta Brasilia y el Gran Pantanal. Por el sur hasta las cataratas del Iguazú y recorrí casi toda la costa visitando sus grandes ciudades y algunas pequeñas islas. Sin duda es un país magnífico. Su pasado colonial le ha dejado en herencia una enorme variedad de ciudades repletas de edificios históricos, organizaciones culturales y educativas, tradiciones, etc. Si a eso añadimos sus culturas indígenas, su extraordinario paisaje, la belleza de sus costas y la gran variedad de recursos  minerales e hídricos hay pocos países que puedan imaginar un futuro más brillante que Brasil. Esperemos que lo logre y sobre todo que consiga repartir esa enorme riqueza creando una sociedad más justa y equitativa. Sin duda lo merece.


Puesta de sol.

En esta entrada viajo por la costa desde Salvador de Bahía hasta Belem pero antes me detengo en este pequeño pueblo pesquero con ese nombre tan extraño,  Jericoacoara, perdido entre un mar de dunas  y que en esos años comienza a despegar atrayendo a mochileros occidentales y brasileños que disfrutan de sus preciosas playas y que, tras pasar unos días, continúan viaje en dirección al parque nacional de Lencois Marenhenses, de camino hacia la ciudad de Sao Luis.

Este mar de dunas y lagunas hace poco que ha sido declarado parque nacional y sin duda es un lugar de una belleza que te deja sin respiración ya que sus numerosas lagunas de agua azul o verde, de una asombrosa transparencia, contienen agua dulce, y bañarse en ellas es un placer difícil de explicar. En todo este trecho de la costa las infraestructuras son aún muy limitadas en el 2004. Ni siquiera hay carretera asfaltada hasta Jericoacoara, así que formo un grupo con algunos turistas más y contratamos un Land Rover con conductor para hacer los traslados desde Jeri hasta Sao Luis y visitar el parque de camino. Este lugar paradisíaco ha cambiado bastante desde entonces y el pequeño pueblo se ha llenado de hoteles y resorts  pero al menos han ampliado las leyes de protección ambiental  ya que es un paisaje muy frágil. Espero que las respeten y no sigan el camino de otros lugares de vacaciones en nuestro propio país convertidos en un mar de hormigón. Aquí os dejo unas fotos de eso trecho del viaje. Espero que os den una idea de la belleza de ese paisaje.




El pueblo de Jeri entre palmerales.




Una de las pocas tiendas.


Las calles de arena.


Otra playa cercana.


Pousada Calanda donde nos quedamos, casi al lado del agua.







Las dunas al atardecer.


Un grupo practicando capoeira.



Podrían ser dunas en el cualquier desierto africano, pero están en Brasil.



Las puestas de sol son espectaculares.


Nuestro jeep cruzando un río en una barcaza.



El grupo con el que viajo.


Chozos de pescadores. 


Camocín, un  pequeño pueblo en el camino.





Contemplando el pescado puesto a secar.




Paisaje de ríos, lagunas y costa durante el viaje hacia Sao Louis.




Yo subido a un faro en Barreirinhas.






Pasamos una noche en estas cabañas al lado del mar. 




Las espectaculares lagunas de Lencois Marenhenses


Yo metido en una de esas lagunas.



Nadie sabe explicarte muy bien de donde viene toda esta cantidad de agua dulce tan cerca del mar.


A veces las laguna son de color verdoso o marrón por los taninos del agua.


Caminando por las dunas.





6 comentarios:

  1. no hay lugar en el mundo que no tenga algo interesante que ofrecer, pero hoy con Brasil y esos paisajes... que decir? Que envidia das ... señor Fogg (permiteme la broma)

    ResponderEliminar
  2. Gracias Mario. No dejes de visitar Brasil en alguno de tus viajes, especialmente el Amazonas. te va a sorprender.
    Un saludo

    ResponderEliminar
  3. Un precioso viaje el que hiciste, me encantó. Feliz Año 2023.

    ResponderEliminar
  4. Precioso viaje y un bellísimo reportaje, realmente existen sitios sorprendentes para ser visitados.
    El nombre de ese pueblecito (Jericoacoara), se las trae.
    Un abrazo Jose y te deseo tengas un maravilloso año 2023.
    Feliz día de Reyes!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Juan. Sin duda es uno de los nombres de pueblo más raros que he visto. Que el próximo año nos traiga lo mejor y paciencia para continuar con nuestros blogs.
      Un abrazo

      Eliminar