miércoles, 19 de noviembre de 2025

Viajes en el pasado. 2001. Ciudades históricas de la costa de Vietnam.

 


Pescadores en una de las playas de Muine.

A lo largo de la historia, lo que hoy conocemos como Vietnam nunca estuvo unificado sino repartido en diferentes reinos, a menudo luchando unos con otros, cuando no intentando expulsar a invasores extranjeros del reino Cham, Jemer o Chino. La influencia cultural de estos tres reinos es notable en la cultura y el desarrollo de las ciudades, sobre todo en Hue y Hoi An, las consideradas ciudades históricas del país. Hue, situada a medio camino entre el norte y el sur del país, fue capital de diferentes prefecturas del reino Champa, casi desde el siglo IV, hasta que, con la llegada de la dinastía Nguyen, se convirtió en capital imperial y administrativa del reino unificado de Vietnam entre 1802 y 1945. Se reconstruyó la enorme ciudadela para disfrute del emperador y se dotó de numerosos palacios, templos y edificios administrativos. Poco queda de aquel esplendor. La ciudadela fue bombardeada sin descanso por los franceses durante la ocupación de Vietnam y más tarde por los americanos.


Pagoda de la Dama celestial. Hue.



Llego a Hue después de viajar toda la tarde y noche en un destartalado autobús durante los casi 700 km desde Hanoi. Estoy destrozado. Al día siguiente visito los restos de la ciudadela imperial. Parece que, tras permanecer totalmente en ruinas durante años, el gobierno decidió recuperar todo lo posible del lugar con vistas al turismo y lo cierto es que han hecho un trabajo aceptable. Uno puede imaginar cómo debió de ser esta enorme ciudadela llena de exquisitos edificios, jardines y estanques llenos de nenúfares. Apenas hay gente así que voy a mi aire, sin prisas.  La arquitectura vietnamita es un poco diferente de la de los países cercanos como Tailandia o Camboya. Tiene más influencia de China, pero es más delicada que la de este país.  Al menos esa es mi opinión. Los edificios son principalmente de ladrillo visto y madera oscura, con tejados lacados y muy decorados. Entre unos y otros hay estanques, jardines y puentes. Da una sensación de equilibrio y delicadeza. Al día siguiente, cuando visito las tumbas de los emperadores Nguyen, en las afueras de la ciudad, confirmo esta opinión. Estos emperadores construían sus propias tumbas en vida, en fincas de recreo rodeadas de paredes de piedra, al lado del río. Tan hermoso es el interior como el exterior. En medio de jardines y estanques hay pequeños edificios de madera con exquisitos miradores sobre grandes cisternas cubiertas de flores de loto. A veces con pequeñas islas y embarcaderos. Se dice que los emperadores venían aquí a meditar, a recitar poemas, a contemplar la belleza del entorno desde pequeñas barcas de remos. Entre los árboles hay numerosas estelas de piedra con poemas o instrucciones confucianas. Sin duda un lugar muy hermoso para disfrutar estando vivo o muerto.


Palacios y estanques en la Ciudadela de Hue.


Barcas de bambú en la playa de Hue.

Hoi An. Unos 84 km más al sur se encuentra esta pequeña joya de ciudad que fue el puerto principal de los Champa y un gran centro comercial desde los siglos XVI al XVIII. En esa época convivían japoneses, holandeses, indios, y hasta portugueses y españoles que conocían la ciudad como Faifo. A partir del XVII los japoneses dejaron de comerciar y fueron los chinos los que tomaron el relevo. Muchos se casaron con mujeres vietnamitas y a ellos se debe gran parte de los edificios y grandes casas y templos que aún se pueden ver hoy en día. A partir del XIX el puerto entró en decadencia y la ciudad se conservó milagrosamente tal como estaba en esa época. Hace apenas dos años (1999) que la ciudad fue declarada Patrimonio de la Humanidad, así que aún no ha llegado el turismo de masas. Visito alguna de las abigarradas casas y mansiones chinas abiertas al público. Me levanto a las seis de la mañana para ver la descarga del pescado en el puerto. Luego alquilo una barquita con una mujer al remo que me lleva por los canales y el puerto entre un enorme ajetreo de actividad. Los peces de las cestas de mimbre brillan bajo el sol de la mañana entre oro y plata. La ciudad es hermosa hasta la saciedad. Paso el resto del día en una playa de arena blanca donde casi nadie se baña porque al agua está tan caliente que quema.


 
Pescadora en uno de los canales de Hoi An.

Dieciocho horas de autobús hasta Nah Trang son muchas horas, pero no queda otro remedio. Las carreteras son desastrosas y están siempre en obras. Ningún vehículo circula a más de 40 km por hora. El paisaje cambia varias veces. Tan pronto se hace más seco, con dunas, como fértil con palmeras y campos de arroz. Esta ciudad se ha convertido en el lugar de playa de para los turistas occidentales, pero aún está lejos del Benidorm que será, 20 años después. Tal solo se ven un par de edificios altos. El resto son hoteles para “backpackers” al lado mismo de la arena. Una excelente playa de arena amarilla y cocoteros, agua transparente y fresca, cerveza barata, buena comida. No se puede pedir más. A la tarde me acerco hasta el pueblo pesquero donde los hombres extienden enormes redes en la playa y las mujeres las llevan por el mar desde esas barquitas cesto tan extrañas que se ven por todas partes. La luz es magnífica con el sol del atardecer, y no paro de hacer fotos. Paso varios días metido en el agua y me apunto a un viaje en barco donde casi todos los turistas jóvenes terminan borrachos. Sirven una especie de vino dulce con hielo y sin límite además de mucha fruta (“fruit and wine partry”, se llama) Algunos siguen bebiendo metidos en el agua en ruedas de goma. Visitamos un par de islas y hacemos snorkelling en un par de lugares.


Una trabajadora de una fabrica de palitos de incienso.

Unos días después desciendo por la costa hasta otro lugar de playa –casi secreto- de nombre Mui Ne. Apenas un pueblecito de pescadores rodeados de dunas e interminables playas de arena blanca. Es uno de los lugares más hermosos que he visto nunca. A la noche el mar se llena de lucecitas blancas de pescadores en sus barcas-cesto. A la tarde, extienden sus largas redes y, al recogerlas, llenan la arena de pescaditos que saltan como navajas de plata. Me levanto a las cinco de la mañana para verlos regresar y caminar sobre las dunas con sus balancines llenos de peces. Permanezco varios días de relajo total sin otra cosa que hacer que comer, leer, charlar con otros viajeros y permanecer en el agua. En algún momento debo coger otro autobús hasta Saigón.


Campos de arroz cerca de Hoi An.


Puente chino de Hoi An.


Venta de pescado al amanecer.


Puerta de entrada a la ciudadela de Hue.


Dos casas coloniales se reflejan en el agua en los canales de Hoi An.


Estanque en una de las tumbas de los emperadores Nguyen.


Amanecer en Hoi An.



Paseo en barca por los canales.



Puerto de Hoi An.



Tienda de farolillos.



Interior de un templo.


En la playa de cerca de Hoi An.



Recogiendo pescado de las redes en Phra Nang.






En un barco en la bahía de Phra Nang.







Puesta de sol en Phra Nang.




sábado, 8 de noviembre de 2025

Otoño en el Jardín de la Barrosa. Video.

   

 

Estos días he recibido algunos e-mails de gente preguntando si este año no voy a abrir la Barrosa para ver los cambios de coloración de los arces japoneses. Desgraciadamente no, ya que el jardín no está en su mejor momento, debido a la prolongada sequía de estos meses, al tiempo cálido y a los vendavales de viento del sur. Esta semana algunos arces ya han perdido sus hojas, otros están cambiando de color y muchos otros aún no han iniciado el cambio de coloración. Como todos sabemos el cambio climático está causando estragos en el comportamiento natural de las plantas que sufren la falta de humedad y sobre todo el descontrol de temperaturas. Espero que el próximo año la climatología sea un poco más regular y pueda abrirlo de nuevo. Mientras os dejo un video que he realizado con fotografías del año pasado y con alguna de este año. Es la primera vez que pongo un video como entrada en este blog. Se puede ver bien a pantalla completa con relativa calidad y dura un par de minutos así que espero que los visitantes al blog tengan paciencia para verlo. Gracia por visitar este blog.




viernes, 31 de octubre de 2025

Primeros tintes de otoño en el Jardín de la Barrosa tras 4 meses de sequía.

 


Los arces japoneses comienzan a cambiar de color. Este de la foto nació de una semilla de Osakazuki y tiene unos 7 años.

    Tras la enorme sequía que padecemos desde principios del verano, por fin han llegado las primeras lluvias de otoño y el paisaje reverdece lentamente, mientras que en árboles y arbustos comienzan los primeros tintes del otoño. Dicen que falta al menos 1/3 del agua habitual que suele caer por estas fechas en Asturias Apenas un centímetro debajo de las briznas de hierba, la tierra está reseca y apelmazada. Por primera vez en varias décadas no ha habido cosecha de manzanas ni podremos hacer sidra. La mayor parte de las manzanas se cayeron aún sin madurar y las que quedan, apenas tienen jugo. Lo mismo ha ocurrido con las nueces. Se han vuelto negras por la antracnosis, acelerada por la sequía. Y sin embargo aparentemente todo sigue igual y el jardín no parece haber sufrido demasiado gracias al riego y a la resiliencia de muchas plantas, incluidos los arces japoneses.



Un Liquidambar a la derecha y al fondo el pueblo y las montañas.

    A pesar de que los arces japoneses se consideran árboles que no soportan muy bien la falta de humedad, lo cierto es que suelen acostumbrarse y, cuando ya tienen unos años, no parecen sentirlo mucho. Si, es verdad que en veranos muy calurosos suelen dejan caer anticipadamente algunas de las hojas del interior de la copa -tal vez una estrategia para ahorrar savia y que ésta llegue a las partes más altas-, pero el resto no parecen sufrir mucho. Cada vez entiendo mejor su forma de comportamiento, que está muy ligado a su origen como árbol de sotobosque y que, tarde o temprano, termina emergiendo sobre los demás, después de un proceso de bastantes años. Para entonces las hojas superiores ya se han acostumbrado al calor directo del sol y lo soportan sin ningún problema. Por otra parte, también están acostumbrados a competir con otros árboles por la humedad o los nutrientes, lo que hace que se conformen con poco y a la larga sean árboles muy resilientes y longevos. Parte del secreto del cultivo de los arces japoneses está en superar los primeros años. En esos años son muy vulnerables a los hongos (verticillum) y a la falta de humedad en el aire, que puede quemar las hojas en unas horas, sobre todo el viento reseco de Agosto. Sin embargo, un exceso de riego con calor, acelera el crecimiento del hongo y puede acabar con un árbol en pocos días, así que no hay que excederse nunca, especialmente si la tierra no drena muy bien, como es el caso de la arcilla, tal como la tengo en la Barrosa.



Acer dissectum "Green Globe" y mis aprendices de bonsais.

    No hay duda de que donde mejor crece un arce japonés es en sombra o semisombra, pero eso hace que sus olores no sean tan intensos en otoño, así que si vamos a plantarlo a pleno sol, elegir árboles de hoja verde o amarilla, tener un poco de paciencia y vigilar los días por encima de 30 grados o con viento seco que son los peores. Colocar buen drenaje en la base de la plantación es también fundamental para evitar encharcamientos esos primeros años de desarrollo de las raíces. Si el árbol sobrevive los primeros 4 o 5 años ya casi no necesitas preocuparte más, y tu arce japonés seguirá durante años llenando el jardín de luz y color durante muchos años.

    Está claro que esta enorme sequía que estamos pasando en la zona de montaña de Asturias, desde hace ya más de 4 meses no ha podido acabar con ellos y en pocos días sus hojas se cubrirán de oro y purpura igual que todos los años hasta ahora. Os animo a cultivarlos.



Jardín junto a la casa.



Yucas y plantas crasas en macetas. 



Patio trasero con macetas.


Plantas vivaces y arbusto iniciando el cambio de color.


Algunas salvias aún continúan en flor.


Junto al estanque.




Arce, Acebos y Prunus.



Ampliación de parterre ya listo para la plantación en primavera.


Acer palmatum Osakazuki, el primero en cambiar de color.



Acer palmatum Sango Kaku y Bloodgood.



La salvia Amistad aún en flor.


Plantas de arándanos en el huerto.



Gauras, Cosmos y Dalias.



Macizo al final del huerto.






Salvias y Erigeron karvinskianus aún en flor.



Manzanos ya sin fruto en la pomarada.






Arces con coloración otoñal.



miércoles, 22 de octubre de 2025

Edimburgo, una ciudad que sorprende por su monumentalidad y su historia.


 


La ciudad de Edimburgo desde Calton Hill.

    Edimburgo es una ciudad monumental que impresiona por sus gigantescos edificios de piedra oscura, su clima intempestivo y la marea humana de visitantes que deambulan por sus calles como si buscaran el santo Gríal. Uno puede quedar abrumado por tanta historia y tanto edificio histórico que visitar. Afortunadamente no faltan en cada esquina excelentes pubs victorianos donde tomar una Guinness o viejos cafés donde cada mañana sirven sublimes scones con pasas sultana. La capital de Escocia reúne todo lo bueno y lo malo de las ciudades históricas de la Gran Bretaña: un exceso de turistificación de su historia y sus edificios, y espacios verdes donde perderse cuando uno ya no aguanta más.

 


Jardines de Princess Street.

    Edimburgo fue la capital de los escoceses desde el siglo XI, gracias a su monumental castillo, casi inexpugnable, edificado sobre una colina desde la que se domina toda la ciudad. Desde allí guerrearon una y mil veces contra los ingleses o entre ellos mismos ya que Escocia siempre estuvo controlada por varios clanes, a menudo enfrentados los unos a los otros, y ferozmente orgullosos de su terruño particular. Durante toda la Edad Media fueron frecuentes las guerras con los ingleses. En el siglo XVI, María I de Escocia es decapitada por su media hermana Isabel I en Londres, y pocos años después, el hijo de María, Jacobo I, unifica el reino pasando Escocia a formar parte del Reino Unido, más o menos, porque aún siguió manteniendo su independencia “de facto” durante varios siglos más nombrando sus propios reyes. La historia de la reina escocesa está intrínsecamente ligada a Edimburgo y bien representada en todos los edificios históricos de la ciudad, desde el castillo al palacio de Holyrood. Está por todas partes.


Palacio real de Holyrood, sede de la monarquía escocesa.

    Durante el XVIII y gran parte del XIX Escocia alcanza un gran desarrollo industrial y cultural, bien representado en los lujosos e inmensos edificios y monumentos de Edimburgo, hasta el punto de ser llamada la “Atenas” de Europa. En esa época se termina la Royal Mile, los Monumentos a Nelson y Scot, la Galería Nacional, el Monumentos Nacional, la Gran estación de tren, el Hotel Balmoral, la Ciudad Nueva, etc. Sin embargo, tras la primera guerra mundial, la decadencia de la industria empobreció a muchos escoceses, que se vieron obligados a emigrar al Nuevo Mundo. El descubrimiento de petróleo en el Mar del Norte y el turismo –el petróleo del siglo XXI- han vuelto a reconvertir la ciudad de Edimburgo en una de las más activas y visitadas de Gran Bretaña. No podía ser de otra manera. 


La conocida Victoria Street con sus fachadas de clores.

    Además de esos grandes edificios de piedra, ennegrecidas por la lluvia, la ciudad merece la pena por sus espacios verdes. Los jardines del Palacio de Holyrood tienen tanto interés como el propio palacio y su historia. El Jardín Botánico de Edimburgo es uno de los mejor cuidados que he visto en Europa. Los jardines de Princess Street son un buen lugar para pasear contemplando la vista del castillo. Calton Hill, con sus grandiosos monumentos, merece una visita para contemplar la ciudad desde lo alto, aunque no sobraba un poco más de atención a la naturaleza que lo rodea. El cementerio de Greyfriars o el cercano al palacio de Holyrood son también lugares verdes llenos de historia y de monumentos olvidados. En cuanto a los museos, uno de no debe perderse la Galería Nacional, pequeña pero llena de grandes joyas de los mejores pintores europeos. El Museo Nacional de Escocia sorprende tanto por la belleza del edificio como por las grandes exposiciones que alberga. Ambos son gratuitos así que no hay disculpa para no visitarlos. Sin duda Edimburgo es una gran ciudad para pasar unos días embobado con su monumentalidad e historia. Lo suficientemente pequeña para ir caminando a casi todas partes, pero con suficientes atractivos para llenar varios días. Si extendemos la visita una semana más recorriendo las Highlands y los grandes castillos y jardines, el viaje será mucho más completo. En realidad, una visita a Escocia es casi como ir a otro país europeo de tamaño medio. Os animo a visitarla. Os encantará.



La catedral de Saint Giles y capilla interior. Iniciada en 1124, sufrió numerosos incendios y asaltos en su larga y agitada historia.







Grandes edificios de piedra en el Royal Mile.



Pubs y tiendas típicas en esta calle.






La Plaza de West Parliament en el Royal Mile.





El castillo desde Princess Gardens.


Jardines en Princess Street.


Los jardines ocupan el lugar de una marisma, Loch Nor, que fue drenada en 1820.



La fuente Ross de 1872, que estuvo antes en la exposición Universal de Londres.




Vista de Old Town desde los jardines de Princess Street.



Puerta de entrada al castillo. Sus orígenes datan de 1124 durante el reinado de David I.



Edificios en el interior del castillo.



Muralla interior.


Vista de la ciudad desde el castillo.


Palacio de Holyrood, residencia principal de los monarcas escoceses desde el siglo XVI. Fue ocupado por incontables monarcas incluida la más conocida, María I.





Patio interior del palacio.



Abadía agustina de Holyrood construida en 1128 por David I de Escocia.


Jardines del palacio.






Cementerio de Canongate.



Monumento a Sir Walter Scott.



Sala de la Galería Nacional.



Pintura española en la Galería Nacional.



Sala del Museo Nacional de Escocia.


Cementerio de Greyfriars.



Monumento Nacional de Escocia, con sus gigantescas columnas de estilo Dórico.