jueves, 11 de octubre de 2018

Viajes en el pasado. Nepal, 1997. Trekking del Anapurna.


Vista del Daulaghiri, 8167 m., en uno de los pocos días de cielos despejados.

No soy montañero ni nada parecido. Desde muchacho suelo caminar por los montes de Asturias y poco más. Los picos y lugares altos me dan bastante vértigo. En 1997, en Nepal, antes de que hubiera teléfonos móviles e Internet, los que viajábamos a esos países lejanos solíamos juntarnos en los bares a escribir postales e intercambiar información. En una bar de Katmandú alguien me convenció de que el Trekking del Anapurna era relativamente fácil, al menos la mitad del recorrido, y se podía hacer sin guía ni porteador. Son ocho días de caminata, y a lo largo de todo el trayecto hay pequeñas aldeas donde se puede pasar la noche en pensiones o casas particulares y comer.  Bastan unas botas y un chubasquero, ya que el verano europeo se corresponde con el monzón, y suele llover un rato todos los días. El paisaje es espectacular y uno va viendo algunos de los picos más altos de planeta como los Anapurna y el Daulaghiri. Hasta aquí parecía bastante fácil y sin pensarlo dos veces cogí un autobús hasta Pokhara. Allí se saca el permiso de trekking y se organizan un poco las cosas.
Recorrido del Trekking del Anapurna que hice.

Parecía fácil pero todo lo que podía salir mal salió y fue una de las experiencias más duras de mi vida de viajero, que pudo rozar la tragedia. Llovió a mares casi todos los días, con lo cual pasé todo el viaje empapado y aterrorizado al cruzar arroyos con el agua hasta la cintura. Me perdí un par de veces. Cogí un gripazo con fiebre alta y me cuidaron en una casa particular durante tres días. Tuve fuertes dolores de cabeza por culpa de la altura para la que no estaba aclimatado, pero conseguí terminar el recorrido. No tenía otro remedio. Una vez comenzado ya no hay vuelta atrás. Y si, también disfruté de uno de los paisajes más hermosos que uno puede imaginar y a ratos pude vislumbrar las cabezas nevadas de algunos de los picos más altos del planeta. Algunos de los lugares y vistas que yo fotografié entonces ya no existen o han cambiado considerablemente. Hoy vuelan a Jomson varias avionetas y helicópteros al día y hay hoteles de 4 estrellas con conexión a Internet. También han construido una pista hasta el templo de Muktinah, a casi 4.000 metros de altura, a donde llegan los turistas en jeeps y camionetas y supongo que los teléfonos móviles tienen cobertura durante gran parte del recorrido. Es el progreso, sin duda, aunque me alegro de haber visto estos lugares cuando todavía dejaban algo para la imaginación.
Permiso obligatorio de trekking.
En el plano se ve el recorrido que hice. Llegué a Jomson en un destartalado helicóptero soviético e inicié la caminata en solitario por el terrible y desolado desfiladero de Kali Gandaki, el más profundo del planeta. Dos días después llegué hasta el templo de Muktinah, el lugar más alto del recorrido a casi 4.000 metros de altura. Continué senda arriba hasta divisar el paso de Thorung-la, y di la vuelta ya que no estaba preparado para cruzar el paso con nieve. Regresé a Jomson entre lluvias torrenciales tras cruzar varios arroyos con el agua helada hasta la cintura y al día siguiente estaba enfermo. Continué hasta Tukuche  con fiebre alta. Decidí quedarme en una casa un par de días a descansar y pasé tres días en la cama atendido por una amable anciana que me atiborró de sopa picante y tisanas de hierbas. Recuperado, inicié el largo recorrido de varios días  hasta Pokhara. Me sentía débil, la mochila pesaba como el plomo y me faltaba la respiración. Crucé bosques de rododendros y decenas de puentes colgantes sobre arroyos desbordados. Continuó lloviendo casi a diario. A veces me cruzaba con porteadores que subían o bajaban a toda velocidad cargados con sus cestas  y siempre me ayudaban a cruzar los arroyos o me indicaban atajos. Un día se me hizo de noche. Me había equivocado en un cruce de caminos. Un pastor me encontró y, más asustado que yo, caminó conmigo hasta dejarme en una casa en el camino correcto. El resto ya es historia como se suele decir.
El helicóptero hasta Jomson..
En total fueron doce días de caminata, ya que el recorrido sube y baja constantemente. La preciosidad del paisaje fue un consuelo, sin duda, aunque reconozco que fui un imprudente. Nunca más volví a hacer un trekking en solitario en un lugar desconocido. Desde entonces Nepal ha sufrido un terrible terremoto que destruyó muchos de los monumentos que yo admiré en aquel viaje. La misma familia real fue tiroteada en su totalidad por uno de sus miembros, uno de los hijos del rey, que después se suicidó, pero la vida continúa. Nepal es uno de los países más hermosos y remotos de este planeta y sus gentes son extremadamente amables. Un lugar para visitar, sin dudarlo dos veces.
Estas fotografías son diapositivas escaneadas y la calidad no es muy buena pero sirven para hacerse una idea de ese viaje del que haré otras entradas más adelante.
Porteadores en el terrible desfiladero del Kali Gandaki. A la vuelta las lluvias del monzón habían incrementado el agua del rio notablemente.

Caravana con porteadores y mulos.



El pueblo de Kagbeni, al lado del río Kali Gandaki donde pasaré la primera noche.
Mujeres en los huertos cerca del pueblo, saludando muy risueñas.

Caminando al amanecer en dirección a Muktinah.

La aldea de Ranipauwa donde pasaré la segunda noche a 3.700 m.

 

Las casas de Ranipauwa con sus banderas de oración en los tejados.

Aquí hay varias pensiones muy primitivas. En los alrededores se cultiva cereal de secano. Es el último pueblo antes del paso de Thorong-La a 5.400 m. El paisaje es extremadamente seco y árido. A la noche las temperaturas son cercanas a bajo cero.

Campesinos recogiendo cereal.

Niñas en el pueblo al atardecer.
Caminando a la mañana siguiente en dirección al templo de Muktinah, cercano al paso de Thorong-la.
Detrás de las montañas más cercanas, asoman la cabeza algunos picos nevados.


Templo de Muktinah, un lugar de peregrinación sagrado para budistas e hinduistas a 3.800 m.

El templo es famoso por sus 108 caños de agua helada, y los peregrinos van mojándose en cada uno de ellos para lavar sus  pecados.

El valle en dirección al paso de Thorong-la.
Camino de la aldea.

Una calle en el pueblo de Tukuche.

 

En una de estas humildes casas cuidaron de mi durante tres días mientras estuve enfermo y con fiebre. El hijo, un niño de unos 12 años, hablaba algo de ingles. Uno de los bienes más preciados de la casa era una gran piedra de sal envuelta en una tela que la mujer sacaba ceremoniosamente para las comidas.

Uno de los muchos puentes colgantes que tuve que cruzar.

Bosque de Rododendros.

Terrazas de arroz a gran altura.

Algunos puentes colgantes, mojados, con las barandillas muy baja, y balanceándose con cada pisada, me causaban auténtico terror.
Los arroyos bajan con una enorme fuerza a causa de las lluvias constantes.

El paisaje de montaña y los pueblos asentados en rellanos es impresionante.
Las cascadas de agua se despeñan por todas partes.


 
Cadenas de montaña y alguno de los Anapurna con sus cabezas nevadas.

Desde una pequeña pensión donde pasé la noche, el macizo del Daulaghiri al fondo.

Mi única foto del viaje, con los Anapurna, Machapuchare y otros picos.


2 comentarios:

  1. Veo que eres un viajero empedernido! Cuántos sitios interesantes nos enseñas.
    Jardín y viajes me parecen aficiones fascinantes, espero que sigas con ellas mucho tiempo.
    Un abrazo!

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  2. Gracias Mónica. Jardinería y viajes van a menudo de la mano. Doy por supuesto que a todos los jardineros nos encanta viajar, o eso pienso yo.
    Un abrazo.

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