Un rayo de sol se filtra entre los árboles en el camino hacia el Cedro (Parque de Garajonay) |
La primera vez que visité la
Gomera fue en 1980, durante mi primer año en las islas Canarias, y el parque de
Garajonay estaba aún en proyecto. De ese viaje recuerdo unas carreteras tan inverosímiles
que en muchas curvas había que hacer maniobra, con mucho cuidado, y con el
temor constante de despeñarse por algún profundo barranco. La bajada al mítico
Valle del Gran Rey, en un autobús destartalado, ponía los pelos de punta al más
templado. Al final del valle había unos pocos hippies acampados en una playa de
arena negra tomando el sol desnudos. Al amanecer solíamos caminar por los caseríos
del estrecho valle, entre pequeñas casas de piedra y huertos de palmeras y vegetales. Casi siempre
había algún muchacho que subía con los pies descalzos palmera arriba y bajaba
con un recipiente de savia con el que hacían el famoso sirope o, una vez
fermentado, un licor dulzón que te dejaba atontado. El valle era lo más
parecido al paraíso que yo había visto nunca.
Los líquenes reflejan la escasa luz del atardecer. |
Hoy la isla ha cambiado tanto que
casi no parece la misma y, ciertamente, ha cambiado para mejor, mucho mejor. Sin
duda uno de los mejores aciertos ha sido preservar ese 10% de los bosques que
coronan la isla en este enorme parque de Garajonay, hoy Patrimonio de la
Humanidad y reserva de la Biosfera, un lugar único y con una vegetación tan exuberante
que en nada tiene que envidiar a la mejor selva húmeda del mundo, para mí, el
Parque Nacional de Monteverde en Costa Rica. Salvando la distancia se parecen
bastante. Tan solo faltan los quetzales y los monos. Bromas aparte Garajonay es
un lugar para perderse en solitario y sentarse a contemplar como la luz va
jugando con los retorcidos troncos de los árboles y la niebla esfuma los contornos
de los líquenes y los helechos. Sentir la húmeda respiración de las hayas y
brezos en la penumbra del bosque es algo que uno debe experimentar alguna vez
en la vida. Sentir la fragilidad de toda esa belleza que te rodea, incluido tú
mismo, te hace ver el mundo y el futuro de otra manera.
Vista desde uno de los numerosos miradores que bordean el parque. |
El parque de Garajonay ocupa toda
la parte superior de la isla y tiene numerosas entradas y decenas de senderos y
rutas para caminar. Una pequeña carretera lo bordea y lo cruza en varios
lugares así que es muy accesible. Esta vez tan solo hice un par de rutas pero
uno puede pasar semanas siguiendo numerosos caminos marcados hacia los pueblos
de las medianías o incluso hasta cerca de la costa. Conviene seguir siempre los
senderos marcados ya que es relativamente fácil perderse si uno se sale de los
caminos. La vegetación forma lo que se llama un bosque de laurisilva, un bosque húmedo
y templado, de especies perennes, que en el terciario cubría casi todo Europa y
hoy tan solo quedan unos pequeños retazos en las islas de la Macaronesia. Entre
las especies arbóreas destacan los laureles, viñátigos, acebos y durillos. Los
árboles a menudo están cubiertos de líquenes y bajo sus copas crecen diferentes
especies de helechos. En este tipo de bosque la humedad es constante y la temperatura
varía muy poco. Estos árboles recogen las gotas de lluvia de las nieblas que a
menudo los cubren y por lo tanto son fundamentales para la vida y el sustento
de los habitantes de la isla. El parque tiene un buen centro de interpretación
y varios lugares donde sentarse a descansar y comer. En los extremos más bajos aún
se pueden ver restos de caseríos, en su mayor parte ya abandonados. He
disfrutado mucho haciendo fotos aunque no es fácil dada la poca luz en muchos
casos y como casi siempre por no ser lo suficiente previsor para llevar un
trípode. Aun así espero que os gusten estas fotos y os animo a visitar este
precioso parque.
Vista desde la carretera que conduce al parque. |
Desde la misma carretera ya se pueden contemplar magníficas vistas del tupido bosque. |
Arboles cubiertos de líquenes al lado de la carretera. |
Sonchus aucalis de flor amarilla y Erica arbórea en plena floración. |
Arboles cera de Laguna Grande. |
Área recreativa de Laguna Grande. |
En esta gran pradera abierta de Laguna Grande hay varias esculturas de madera. mesas y lugares de descanso. También un buen restaurante donde probar comida de las islas. |
En las aberturas más soleadas, a menudo al lado de la carretera se el Tajinaste azul endémico de las islas. |
Magníficos ejemplos de árboles cubiertos de líquenes y musgos. |
Pequeños senderos llevan por diferentes rutas y conviene tener claro a donde se quiere ir. Hay buena información al principio de cada ruta. |
La ruta llamada bosque del Cedro es una de las más hermosas y uno de los pocos lugares donde se pueden ver arroyos con agua. |
Esta ruta lleva a través de algunos caseríos con viviendas que parecen abandonadas en su mayor parte. |
Sotobosque con helechos: Dryopteris Oligodonta. |
Ermita de Lourdes en medio del bosque. |
Saliendo ya en dirección a la costa. |
Roque de Agando un monolito de 1246 m. que se puede ver desde muchas partes de la isla. |
Pequeños caseríos en las laderas que se acercan a la costa. |
Tras abandonar el bosque, una vista de la costa de la Gomera. |
Realmente parece un parque encantador, es como una bella selva. Verlo en un atardecer debe dar algo de reparo a no ser que vayas con más personas.
ResponderEliminarUn abrazo Jose.
Gracias por el comentario Juan. Los bosques de laurisilva de las Canarias son algo que todos deberíamos conocer.
EliminarUn abrazo
Es un lugar de gran belleza, ha sido precioso poderlo conocer a través de tu reportaje y tomo nota por si voy por La Gomera en alguna ocasión.
ResponderEliminarMuchos besos!!
Me alegro de que te guste Montse. Este tipo de bosque lo puedes ver también en Tenerife y algo en las Palmas. No dejes de visitarlo si vas a Canarias de vacaciones.
EliminarUn abrazo