Museo del Queso majorero en Fuerteventura. |
El año anterior pasé 10 días en
la isla de Fuerteventura y tal vez fue la isla que más me sorprendió de todo el
archipiélago de Canarias. No había vuelto a poner los pies allí desde los años
ochenta y apenas tenía un vago recuerdo de un paisaje extremadamente seco y
pobre, playas desangeladas y vacías, y rebaños de cabras en las laderas
peladas. A principio de los ochenta había estado de profesor en el cercano Lanzarote,
que en esa época, y gracias al pintor Cesar Manrique, se había convertido en
algo excepcional en el panorama turístico canario y nacional. No solo había conseguido crear verdaderos
hitos en la arquitectura y el paisaje de la isla sino que había conseguido
atraer a un turismo refinado y cargado de dinero, complementado por una intensa
vida cultural: conciertos, exposiciones de arte, ferias y congresos de todo
tipo, fiestas de alto nivel, etc. A su lado, la isla de Fuerteventura parecía
abandonada de la mano de dios y de los hombres. Un lugar perdido en el tiempo y
sin apenas futuro por delante.
Montaña de Tindaya cerca de la Casa de los coroneles en la Oliva |
Vista de Fuerteventura desde uno de sus miradores. |
Hoy la isla ha cambiado
exponencialmente y está logrando competir a la misma altura que el resto de las
canarias, con una agenda cultural
significativa, como sus “Simposios Internacionales de Escultura” que ha llenado
la isla de más de 180 obras escultóricas de artistas nacionales o
internacionales y ha convertido la isla majorera en una sala de arte al aire
libre, o sus Festivales de la Ópera en el recién estrenado “Palacio de
Formación y Congresos” en Puerto de Rosario. Se han restaurado numerosos
edificios históricos en las ciudades más significativas: Puerto del Rosario,
Betancuria, Antigua, la Oliva, etc., además de muchas otras iglesias y capillas con siglos de antigüedad,
molinos, casas históricas como la Casa de los coroneles de la Oliva, y se han
construido numerosos miradores desde donde contemplar su precioso y austero
paisaje de tierra roja. Si a esto
añadimos sus cuidados arenales y playas, tanto en el norte como en el sur, sus
pequeños pueblos costeros y puertos de pescadores, sus atractivas urbanizaciones turísticas y
hoteles, no es extraño que la isla haya recibido el último año antes del
coronavirus, casi dos millones y medio de turistas. La isla que contemplo en
este viaje apenas se parece en nada la que guardaba en la mente de mis primeras
visitas en los años ochenta.
El museo del queso majorero con
su magnífico jardín de cactus es una de los lugares que uno no puede uno perderse
si visita la isla. Construido aprovechando edificios de una antigua granja de
cabras, es un lugar magnífico y lleno de encanto, dedicado a contar la
importancia de la producción de queso en la economía de la isla. Cuenta además
con un molino de viento original, con toda su maquinaria, una sala de
degustación de quesos y ese cuidadísimo jardín de cactus que enmarca el paisaje
y lo dota de una excepcional belleza, ya que los ejemplares, tanto los autóctonos:
dragos, cardones, crasas, etc. como otros, llegados de otros lugares secos, son
de gran tamaño, y están enmarcados en el paisaje de forma totalmente natural. En
esta primera entrada incluyo también algunas capillas notables que me encontré
en el camino y una par de cosas más. Habrá más entradas sobre esta isla, ya que
cero que es una gran desconocida para muchos españoles. No dejéis de visitarla
si tenéis la oportunidad. Espero que os gusten las fotos.
Casa de los Coroneles en la Oliva al atardecer. |
La extraordinaria Ermita de Ampuyenta con sus pinturas murales. |
Interior de la Ermita totalmente cubierta de pinturas murales y cuadros. |
Las pinturas han sido atribuidas a varios maestros pintores del siglo XVIII, aunque nada se sabe con certeza. Las pinturas muestran un gran colorido y una gran maestría. |
Hospitalito de la Ampuyenta, legado del doctor Mena en el siglo XIX. |
Molino de viento entre dragos en el Museo del Queso majorero. |
Dragos, Opuntias y otras plantas autóctonas de la isla. |
Vista general del museo del Queso con el molino de viento en primer término. |
Maquinaria en el interior del molino. Aún se pueden ver un buen número de estos molinos de viento en varios pueblos de Fuerteventura. |
Interior del museo. |
Jardín de picón y grava volcánica. |
Euphorbia cooperi. |
Ferocactus robustus. |
Pachycereus Sp. |
En primer término Aloe vera. |
Ferocactus pilosus. |
Cactus y Euphorbia canariensis. |
Euphorbias y Agaves. |
Llegando a Antigua. Iglesia de la virgen de Antígua, comenzada su construcción en el siglo XVI. |
Interior de la iglesia con excelentes retablos y artesonado. |
Casona canaria convertida en Biblioteca municipal en Antigua. |
Paisaje cerca del mirador de los Gigantes. |
Esculturas monumentales de los reyes Guise y Ayose, antíguos reyes de la isla, antes de la llegada de los españoles. Son obra del escultor Emiliano Hernández y miden 4.5 metros de Altura. |
Espléndido tu reportaje sobre esta bonita isla, no la conozco pero tiene el encanto canario en sus construcciones y esas cactáceas espectaculares.
ResponderEliminarMuchos besos.
Gracias Montse. Me alegro de que te guste el reportaje. Fuerteventura merece una visita asique ponla en tus planes de viaje.
EliminarUn abrazo
Tampoco la conozco, la tengo pendiente. Las fotografías te han quedado preciosas. Besos.
ResponderEliminarGracias Teresa. Me alegro de que te guste Fuerteventura, Es un sitio que merec la pena conocer.
EliminarUn abrazo
No la conocía y tengo que reconocer que es una isla llena de encanto como bien lo demuestran tus bellas imágenes.
ResponderEliminarUn abrazo Jose.
Si, sin duda es una isla diferente a las demás y tiene ese encanto colonial y exótico que no tiene las otras islas de Canarias.
EliminarUn abrazo