miércoles, 21 de mayo de 2025

El Jardín Botánico Nacional de Santo Domingo. República Dominicana.

 


.Plaza central. Jardín botánico de Sto. Domingo

    Muchos jardines botánicos de países pequeños y con pocos recursos suelen ser a menudo decepcionantes, en gran parte por falta de mantenimiento debido a la escasez de personal, pero tengo que reconocer que este de Sto. Domingo me sorprendió bastante. Es un jardín relativamente reciente, inaugurado en 1976 y que lleva también el nombre del Dr. Rafael María Moscoso, el primer botánico dominicano que catalogó la flora de la isla Española (Catalogus Florae Domingensis).       .

    Está considerado, por su tamaño, uno de los más grandes jardines botánicos de América latina con alrededor de 2 millones de metros cuadrados, de los cuales un 40% es selva sin modificar.  Con anterioridad, la zona fue un campo de entrenamiento militar. Sin duda es un gran pulmón verde para la capital de la R.D. y al mismo tiempo un lugar de conservación y estudio de la flora  de esta isla. En su interior alberga un museo, herbolarios y un centro de Educación ambiental, botánica y horticultura.


Una vista de la zona de flora nativa de la isla.

     Al ser un jardín tan extenso no resulta fácil de visitar, a pesar de que un pequeño tren lo recorre de una punta a otra, pero solo para en un par de lugares y durante poco tiempo, así que hay que armarse de paciencia. Aún así la parte más interesante es la más cercana a la entrada principal. Aquí se encuentra el gigantesco reloj de plantas, museo y herbolario, fuentes, estanques y algunas de las secciones más representativas: orquidario, zingiberáceas, bromeliáceas, helechos, plantas acuáticas y una buena representación de plantas y árboles nativos.


Orquídeas.

    El tren bordea el cauce de un río que discurre por uno de los lados del jardín, la más selvática. La primera parada la hace en el “Jardín japonés”. Un jardín de buen tamaño con varias lagunas y una decoración similar a la de un jardín oriental con zonas de bambú y araucarias, pero muchos otros árboles y plantas son nativos de la zona. Es curioso y agradable por las vistas y la decoración, incluido un puente torii de rojo brillante, aunque resulta un poco extraño en pleno trópico. A continuación el tren circula a lo largo de un gran Arboretum, una extensa zona de Palmerales y otra aún mayor, una Cañada  de selva virgen, pero no se detiene, con lo cual es difícil de visitar, a no ser que lo hagas a pie y decidas caminar varios kilómetros por tu cuenta.


Helechos.

    De regreso a la Plaza Central visito la zona de Helechos y la de Plantas Exóticas y Canastas donde se cultivan diversas especies de Caladium, Dracaenas, Philodendron, Spatiphillum, Araceas, algunas en grandes macetas colgantes. Es bastante agradable y el conjunto está bien diseñado. También los estanques con plantas acuáticas. Hay algunas zingiberáceas en flor, pero Enero no es el mejor mes para ver plantas tropicales en flor. La mayoría de las plantas tropicales florecen al inicio de la temporada de lluvias que ocurre entre mayo y octubre en Centroamérica. El jardín está muy bien cuidado, con mucha limpieza y plantas saludables, lo cual es un punto a su favor. Las fuentes y elementos decorativos están hechos con gusto y complementan la vegetación. Incluso hay un buen café con un surtido decente de comida y bebida. Sin duda una visita que merece la pena en una ciudad todavía poco visitado por el turista en general que apenas sale aún de las zonas de costa.

 


Aula de Educación ambiental.




El gran reloj floral. Uno de los mayores del mundo.


Plaza central con estanques, fuentes y muchas palmeras nativas.



Pabellón de los helechos con esculturas modernas.


Helechos y Zingiberáceas.




Hay varios estanques con nenúfares pero no están en reposo en Enero.


Un gigantesco baniano con multitud de plantas trepadoras.


Colocasias y Philodendrum.


Alpinias en flor



Pabellón de los helechos



Dicksoniana.


Pabellón de las orquídeas.



Orquídeas de exterior.







Caesalpinas.



Puerta Tori de entrada al jardín japonés.


Estanque principal rodeada de Araucarias y Bambú.




Puente japonés del estanque central


Arbustos recortados en forma de nube.



Gigantesco árbol nativo en el jardín japonés.





El café en medio del bosque.


Alpinias y Bromeliaceas.


miércoles, 14 de mayo de 2025

La lluvia y el frío no dan tregua este año en la montaña asturiana.

 


Verde intenso en la Barrosa a mediados de primavera.

    Hacía muchos años que no recordaba una primavera igual: lluvia y temperaturas bajas una semana tras otra, y ya llevamos unas cuantas. Me ha recordado las primaveras de mi infancia, cuando a Mayo se le llamaba el mes de las flores y se adornaban las iglesias, ermitas y algunas casas con manojos de rosas recién cortadas, ramas de lilos y celindos. Estos tres arbustos tienen un aroma muy penetrante y recuerdo ese olor con una gran intensidad. También la lluvia casi permanente que inundaba los días grises de la escuela. Esas rosas antiguas que crecían en los cierres de algunas de las fincas cercanas al pueblo, hace tiempo que han desaparecido. También los arbustos de lilos y celindos que siempre había en los huertos y en el campo de la escuela. La mayoría de los huertos ya no existen y la escuela hace ya tiempo que se derrumbó. Ese Mayo de otros tiempos que yo recuerdo ya solo existe en mi memoria.

 


Arce y Glicinia en el patio detrás de la casa.

En la Barrosa hay pocas rosas y, las que tengo, no huelen como aquellas de mi infancia. Aquellas rosas se habían adaptado a este clima durante decenas de años. Las de ahora no lo consiguen y se enferman enseguida, las hojas se ponen amarillentas y se llena de bichos. Tan solo las Floribundas sobreviven con cierta dignidad, pero la mayoría no exhalan ningún perfume. Casi no parecen rosas. Las flores de las lilas  han durado poco tiempo y los Celindos apenas comienzan a florecer ahora. Se han retrasado más de lo normal, pero su penetrante olor es lo único que me queda de aquellos tiempos.

 


Acer Sango-Kaku y Ueno Yama, las ramas multiplicándose con la lluvia.

    Si hay alguien que agradece esta lluvia constante son los arces japoneses. Es asombroso lo mucho que les gusta la lluvia. Sus ramas crecen sin parar a ojos vista y se doblan por el peso de las gotas de lluvia.  Algunos han doblado su tamaño esta primavera. Luego, durante el verano, parecen encogerse y odian el calor de los atardeceres de Agosto. Son arbolitos muy temperamentales. La culpa es nuestra por sacarlos de su entorno en las laderas de las montañas de  Japón o Sichuan donde crecen resguardados por otros árboles más altos. También la hierba crece sin control, a veces varios centímetros en un solo día. Al resto de las plantas no parece gustarles demasiado esta lluvia constante. He tenido que aplicar el llamado “Chelsea chop” a muchas de las plantas perennes que florecen en verano. Esta técnica consiste en reducir a la mitad el vigor de las plantas perennes a mediados de Mayo, con el fin de que no crezcan excesivamente en altura y se fortifiquen. Se retrasan un poco las floraciones pero suelen ser mejores, o eso dice la teoría. En realidad esta técnica tiene un cierto peligro y es que, si a continuación viene mucho calor y ya no hay más lluvia, las plantas se debilitan y no florecen bien. Me ha ocurrido más de una vez así que  uno aprende de la experiencia. No todo funciona igual en todas partes. En jardinería nunca sabes lo suficiente.

 


Weigela e Iris Barbatus en flor.

La Barrosa tienes estos días un aspecto casi de selva tropical. Las flores de los Iris apenas duran un par de días y los arbustos crecen sin control. Apenas se puede trabajar en el jardín a pequeños intervalos cuando cesa un poco la lluvia. Segar la hierba es toda una hazaña y una pelea constante con la segadora. La próxima semana me voy a ver jardines a Escocia. Parece que allí está haciendo mejor tiempo. Espero que os gusten estas fotos de esta vorágine de primavera en la Barrosa este año.



Berberis y Acer palmatum Ki-Hachijo.


Contraste entre el purpura del Berberís y el blanco del Cornus controversa variegata.


Hojas y flor de Este Cornus también llamado Árbol pagoda.




Granate (arce y prunus) y Blanco (Viburnum plicatum Mariessi).



Macizo central y estanque.


Contraste de follajes.




Frondosidad de los arces y otros arbustos.


Amarillo (Berberis y evonimos) verde y granate (Acer platanoides Crimson king)




Arces, Crategus Paul Scarlet y Potinia.


Circulos de Heucheras y Gramineas.




Aquilegia flavescens.



Bajo el arce: helechos y Lamium maculatum.


Iris hollandica.


Aquilegia vulgaris.


Mezcla de Aguileñas y Anhirrinum.


Contraste entre el Iris barbatus amarillo y el granate del Berberis thumberguii.


Patio con Glicinia y Acer palmatum dissectum Green Globe.




Invernadero y manzanos en flor.




Viburnum opulus (bola de nieve).


Manzanos en flor en la pomarada.