La Isla de las Flores tal como yo la conocí en una foto tomada de Internet. |
Si fuera un año normal, justo
esta semana estaría preparando mi equipaje para viajar a alguno de esos países
cálidos donde, los que tenemos la inmensa suerte de haber concluido nuestra
vida laboral, podemos escapar por un tiempo del frío y la nieve que nos tiene
encerrados dentro de casa, pero este no es una año normal y no hay viaje en el
horizonte, así que uno tiene que conformarse con despertar recuerdos para
sobrevivir a esta grisura del invierno que, aquí en el norte se hace interminable.
El mirador donde solíamos ver el atardecer tomando una cerveza. |
Debió de ser a principios del
nuevo siglo. Google comenzaba su existencia y los teléfonos móviles eran casi inútiles
fuera del mundo occidental. Los que viajábamos por países lejanos llegábamos a
los sitios gracias a guías de viaje como
“lonely Planet” o simplemente hablando con los demás viajeros que encontrábamos
por el camino. Yo viajaba ese verano por Filipinas, un país aún muy poco
turístico en esas fechas y, donde aún podías entrever, de vez en cuando, un
rastro de español en el lenguaje tagalo o en las costumbres. Filipinas es un
país formado por miles de islas (alrededor de 7.600), muchas de ellas de
pequeño tamaño, así que cuando la propietaria de un hotel en la población de
Tay Tay (Palawan) me comentó que su marido francés tenía varias islas pequeñas
a la venta y estaba preparando una de ellas para ponerla en el mercado me picó
la curiosidad y decidí visitarlo. A la mañana siguiente contraté una lancha fuera
borda que en media hora me acercó a “Flower island” (la Isla de las Flores), la
pequeña isla en la que Thierry construía su resort con bungalós de hoja de
palma y con un gusto exquisito. El lugar
superaba con creces todos mis sueños de Robinson, el libro que había leído con
pasión decenas de veces en mi infancia.
Puesta de sol en la playa. |
No sé si estas fotografías son realmente
capaces de transmitir la prístina belleza de aquella pequeña isla de apenas 800
metros con una montaña de palmeras en el centro, una preciosa playa en uno de
los lados, agua transparente y los bosques de coral más hermosos que haya visto
nunca. Los días que pasé en ese lugar fueron sin duda algunos de los más
felices de mi vida. Thierry era todo un personaje por su conocimiento del
mundo, sus viajes y su forma de disfrutar de todo lo que le rodeaba. Ya había
vendido un par de islas con anterioridad. En esta, había construido unos seis bungalós
para los turistas, otros edificios anexos para cocina, comedor, lavandería,
etc. Todo muy rústico y funcional, con materiales naturales, pero con un gran
sentido estético. En una pequeña granja anexa criaba gallinas y algunos
animales y una familia local se encargaba del mantenimiento de la isla y de la
cocina. Un pozo suministraba agua y un generador de gasoil proporcionaba
electricidad durante unas horas. Además,
una barca de pescadores locales, a los que permitía pescar en los alrededores
de la isla, le suministraba diariamente todo el pescado fresco y marisco que
necesitase. Era el paraíso al alcance de las manos. En aquél momento solo
estábamos una muchacha francesa y yo alojados,
ya que su intención era ponerla a la venta al año siguiente. No dejaba nada al
azar. En la venta incluía dos barcas de distinto tamaño e incluso el contrato
de la familia que se ocupaba de todo. Me llevó a visitar otras islas, su granja
en otra isla más grande. Era un hombre con un repertorio inagotable de
recursos.
El comedor. |
La racionalidad suele acabar con los sueños y el tiempo lo cura todo. No es fácil vivir en un país del cual desconoces todo. Tenía experiencia de viajar por países poco desarrollados y sabía de la infinita corrupción y de las artimañas que utilizaban las autoridades de esos países para cualquier extranjero que quisiera poner un negocio. Además estaban los tifones, tan frecuentes en esa zona. En mi viaje había visto islas como esa, totalmente destrozadas por las enormes tormentas que desencadenan los tifones. Al final todo quedó en un sueño. Y ¿Qué pasó con la Isla de las Flores? La podéis ver en Internet y en Booking.com. Alguien la compró, construyó bungalós más grandes, un gran embarcadero y puso sombrillas de hojas de palma en la playa y motos acuáticas de alquiler. Incluso construyó una torre de observación de cemento en medio de la montaña. La estancia ronda los 350 euros la noche con las comidas. Nada que ver con los 25 que yo pagué en aquél momento. Mi sueño de Robinson se esfumó. Historias de la vida.
Acercándose a la isla en barca. |
La pequeña playa frontal y la transparencia del agua. |
Interior de la isla con los edificios escondidos entre la vegetación |
En la isla crecen hibiscus salvajes entre las palmeras. De ahí recibe el nombre. |
Las cabañas están construidas con materiales naturales menos los suelos, que son de gres importado de Francia. |
Interior de las cabaña. Incluyen baño y una pequeña terraza. Son austeras pero muy frescas y cómodas. |
Saliendo a la terraza. |
Vista del mar desde la terraza. |
Con marea alta, la roca con el mirador flota en el agua transparente. |
Caminos escoltados de hibiscos y palmeras en el interior de la isla. |
En el comedor, Thierry y la muchacha francesa. |
Decoración de los años 80 en el comedor. |
Yo con la barca de pescadores que nos suministra el pescado cada día. |
Nuestra cocinera con el pescado del día. |
Thierry acaba de capturar en pez para la cena. |
Yo sujetando uno de esos peces aguja que abundan en la isla. |
Marea baja al atardecer. |
La espectacular puesta de sol de cada día. |
Foto actual de la Isla de la Flores tomada de Internet. Playa con sombrillas y embarcadero. |
En esta foto se observan dos largos embarcaderos que antes no había además de una torre de observación en la montaña. También han construido muchos más bungalós y mayores edificios en el interior. |
Una bella historia y maravillosa isla donde uno perderse y quedarse a vivir después de la jubilación.
ResponderEliminarComo bien dices creo, que acertaste con tu reflexión, en un país como Filipinas en aquellos años e incluso ahora, puede ocurrir cualquier cosa, aunque hoy día, puestos a pensar ningún sitio es seguro. El mundo cambia con una rapidez increíble. Es un sitio maravilloso.
Un abrazo Jose.
Me alegra que te guste la historia. Nunca se sabe si los caminos que uno deja de tomar en la vida habrían funcionado o no, pero aún me siguen fascinando las islas y siempre que puedo visito alguna en mis viajes.
EliminarUn abrazo
Realmente un historia muy bonita. Como bien dices el precio de la isla una ganga pero ser emprendedor, solo y sin conocimientos de la cultura de esos países es realmente complicado. Por lo que dices una persona o empresa ya se está encargando de su explotación turística. Una gran historia.
ResponderEliminarGracias por tus comentarios. La isla terminó vendiéndose y sigue ahí. Nunca sabe uno lo que le depara la vida.
EliminarSaludos
Qué preciosidad de isla. Si me pillara joven no sé si no me la compraría :-)
ResponderEliminarUn relato muy interesante, Jose Antonio.
Un abrazo
Gracias Mónica. A veces es muy difícil tomar decisiones en tu vida. No lo se si realmente me hubiera gustado esa forma de vida, pero lo cierto es que la isla sigue ahí tan bonita como cuando yo la conocí.
EliminarUn abrazo
Fabulous blog
ResponderEliminarPlease read my post
ResponderEliminarque pena igual ahora estabas montado en el dolar y tenias propiedades hoteleras en diversos paises... ejejej, además así no nos puedes hacer descuento!!!! preciosa historia, mira que pense que ivas a soprendernos y en el final de lahistoria nos ivas a contar que eras socio del sitio o que la disfrutaste en soledad varios años .... un saludo!!!
ResponderEliminarComo ves no tengo vista para los negocios y al final quedó solo en un sueño. Cosas de la vida. Me alegro de que te guste la historia.
ResponderEliminarUn saludo
Esta entrada se me escapó. Maravilloso lo que nos cuentas, seria precioso para vivir largas temporadas, pero Asturias no le tiene envidia. Abrazos.
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