lunes, 8 de abril de 2024

Isla del Hierro: Naturaleza y paisaje.

 


Este paisaje de prados del interior de la isla me recordó tanto a Asturias que es una de las imágenes que más me ha cautivado.

Como muchos sabréis, la isla del Hierro es la más pequeña de las islas canarias, la más occidental y la menos poblada. También quizá la menos conocida y visitada de todas las islas. Si el año pasado visitaron las islas algo más de 22 millones de turistas, tan solo una fracción muy diminuta, de apenas 19 mil visitantes se acercó a esta isla. En cierta medida tal vez sea mejor así ya, que gracias a ello, mantiene en conjunto uno de los paisajes naturales mejor preservados de todo el archipiélago, tanto en flora como en fauna o simplemente accidentes geográficos. Desgraciadamente la isla comienza a ser conocida cada vez más por los contínuos desembarcos de inmigrantes que llegan ateridos a sus costas y que, a la larga, pueden perturbar de forma significativa la tranquilidad de sus habitantes, cansados e impotentes para hacer frente a este enorme desafío. Esperemos que con el tiempo estas llegadas se vayan haciendo más escasas y sus habitantes puedan seguir disfrutando de la belleza natural y tranquilidad en la que siempre han vivido.

 


Aeonium hierrense, una planta crasa característica de esta isla.


Una gigantesca sabina doblada por el viento es uno de sus árboles más emblemáticos.

La isla es sin duda una de las más abruptas geográficamente. Formada por erupciones volcánicas hace más de 1 millón de años, se cree que tan solo comenzó a ser habitada hacia el 120 de nuestra era, por bereberes llegados de África. Estos primeros habitantes, llamados bimbaches, vivieron durante siglos de la ganadería, algo de agricultura primitiva y la recolección, sobre todo de conchas y otros mariscos de sus costas. Vivieron principalmente en cuevas y nunca llegaron a formar reinos o caudillajes como en otras islas. Han dejado pocos restos arqueológicos, excepto algunas cuevas y petroglifos en la zona del Julán, que no pude visitar. La isla fue ocupada a principios del siglo XV, sin apenas resistencia, por Juan de Bethencourt, quién la cedió poco después a la corona española. En los años posteriores el territorio fue repartido entre algunos nobles, la mayoría con posesiones en otras islas, y poblada con nuevos habitantes traídos de la península. Siempre fue una de las islas más aisladas y pobres, debido a su abrupta naturaleza, a la escasez de terrenos agrícolas y a las dificultades para construir puertos de cierto calado. Cristóbal Colón recaló aquí en su segundo viaje y llenó sus barcos de comida y agua antes de enfrentarse al largo viaje hacia América.

 


Pinos emergiendo de la niebla en sus míticos bosques.

Con el tiempo,  el Hierro se convirtió en una isla bastante autosuficiente, donde se cultivaba casi todo lo que necesitaba la población, desde cereal, vino, quesos, carne de ovino y caprino, frutas, etc. La población hilaba su propia ropa y construía sus propios utensilios y sus cacharros de barro en alfares. Los grandes pinares de la isla suministraban abundante madera para la construcción de viviendas y muebles. Poco llegaba del exterior y pocas cosas salían hacia afuera como en otras islas.  La isla casi siempre vivió de sus propios recursos y solo en épocas de sequía los habitantes emigraron a otras islas o se vieron obligados a emigrar

 a América.

 


Mar embravecido en el Verodal.

En esta primera entrada quiero presentar tan solo una serie de fotografías de paisaje y naturaleza que muestran unas pinceladas de la abrupta geografía de la isla, de su imponente y variada flora y del fiero mar que rodea muchas de sus costas. Durante el tiempo que estuve en la isla el mar permaneció embravecido, los alisios llenaban de niebla las cumbres de la isla y un viento gélido barría casi a diario la capital, Valverde. Me hubiera gustado caminar por sus bosques de laurisilva pero fue poco menos que imposible, debido a la nula visibilidad, adentrarse en el interior. Espero visitarla en otra ocasión, ya que aún me quedan muchas cosas por conocer. Espero que os gusten estas fotos.


Las sabinas son como esculturas o gorgonas de múltiples brazos.




Monumento al pastor en la Dehesa de Sabinosa.


Paisaje en Orchilla.


El enorme faro de Orchila era la primera luz que veían los navegantes en su viaje desde América. Fue construido en un punto de referencia histórica desde época romana y marcaba el meridiano o hasta que fue sustituido por el de Greenwich.



Corral de piedra cerca del faro.


Bosques del Pinar.




Erica canariensis en el bosque de laurisilva


Drago en el mirador de la Peña diseñado por Cesar Manrique para la contemplación del valle del Golfo.


Atardecer en el Golfo.



Ganado pastando.





Cierres de pared seca en los prados del centro de la isla.


Líquenes y paredes de piedra.




El Echium plantagineum es una planta no endémica de Canarias aunque no se sabe cuando llegó a la isla. Cubre los prados 
de la isla de flores azules de la isla al inicio de la primavera.




En este barranco se cree que creció el árbol sagrado de los Bimbaches, el Garoe o árbol de la Lluvia. Sus hojas extraían el agua de la niebla que acarrean los viento alisios llenando numerosos pozos y cuevas.


Poza con agua cerca del barranco.



Sonchus canariensis (Cerrajón de monte).


Bejeques (aeonium) y tuneras.


Acantilados y mar brava en el Verodal.






Paisaje volcánico en la zona del Verodal



Arco de roca volcánica en el Verodal.



El Verodal, en el norte de la isla, se formó en alguna de las últimas erupciones volcánicas. Un paisaje de lava colonizado por aulagas y verodes (klenia nerifolia).



Caseta de pastores en el Verodal.


El campanario de la iglesia de Nuestra Señora de la Candelaria semeja un faro frente al mar.


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