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Lago Ercina. Picos de Europa. |
Hacía ya tanto tiempo que no visitaba los lagos de Covadonga
que hasta me sorprendió comprobar que no habían cambiado demasiado desde cuando
era un muchacho y solíamos acampar en
las orillas del Lago Enol, bañarnos en
sus frías aguas y cazar cangrejos de patas blancas.
Entonces solo los pastores con sus rebaños de vacas y
ovejas, y algunos excursionistas los visitábamos. Era un lugar como otro
cualquiera de las decenas de majadas de los puertos asturianos que durante el verano se llenaban de voces y
silbidos, mugidos y tintineos de esquilas. Al atardecer el olor a leña quemada de las cabañas de los pastores
flotaba en el aire y viajaba a través de la niebla para indicar la presencia humana
en un paisaje de otra manera desolado y, para nosotros, lleno animales salvajes
y monstruos imaginarios.
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Majada y cabañas en los alrededores de los Lagos de Covadonga. |
Hoy casi un millón de personas visitan los lagos de
Covadonga cada año, y se han convertido, junto con el Santuario de Covadonga,
en uno de los reclamos turísticos más visitados y conocidos de Asturias. Es uno
de esos lugares “patológicamente bellos” que los visitantes graban con fruición
en sus teléfonos móviles, pero que a menudo no van mucho más allá del
aparcamiento para vehículos o del restaurante de turno. Todo lo más caminan por
una escalera de madera que comunica los dos lagos sin salirse del camino, ni
imaginar siquiera la vida o vivencias de un entorno natural que ha sido utilizado
por los habitantes de esta zona durante milenios. Pocos se imaginan que en las
cabañas hay personas que ordeñan el ganado al amanecer y luego se van a segar y
recoger la hierba de los prados y caseríos que jalonan la empinada carretera o
los caminos circundantes y que, a menudo, regresan al anochecer a sus cabañas
para controlar el ganado y amamantar a las crías. Hoy más que vivir en las
majadas se transita por ellas, esa es la realidad, pero siguen estando
habitadas y conviven con un turismo de masas, cada uno ajeno al otro y sin
mezclarse. Eso es lo que ocurre en los Lagos de Covadonga o en casi todos los
Picos de Europa. Basta alejarse unos pocos cientos de metros del aparcamiento
para quedarse solo en medio de las majadas y pastizales, solo tú y el ganado en
medio de la belleza desolada que el sol del otoño cubre de tonos dorados y cobrizos.
Contemplar la mansedad rumiante de las vacas mientras las grandes cumbres
surgen de improviso detrás de la niebla es algo digno de ver y experimentar, si
algún día os acercáis por estos parajes. Basta tan solo alejarse unos cientos
de metros de la carretera y huir de la masa de turistas que permanecen juntos, como
un sumiso rebaño, temerosos de lo desconocido.
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El santuario de Covadonga con su basílica del .XIX. |
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Espino albar y paisaje de montaña en la subida a los lagos. |
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Los dos lagos son de origen glaciar. El lago Enol está a unos 1000 metros de altura. |
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En torno al lago Enol hay praderas y majadas donde pasta el ganado durante el verano, hasta la llegada de la nieve. |
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Al otro lado de esa loma y cabaña está el lago Ercina, algo más pequeño, a unos 1.100 metros de altura. Solía haber cangrejos y peces pero hoy ya no se pueden pescar ni bañarse en los lagos debido a la fragilidad del sistema ecológico. |
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Caballos y vacas son los auténticos habitantes de este paisaje aunque también abundan los animales salvajes, especialmente corzos y jabalíes. |
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Pequeña ermita junto al lago Enol. |
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Las cabañas de piedra se confunden a menudo con el paisaje circundante de roca caliza. |
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La oveja Xalda, originaria de esta zona se ordeña para producir el queso de Gamonedo y Cabrales. |
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Cabañas apoyadas en las laderas de las montañas. |
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Lago Ercina |
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Detrás de las colinas asoman sus cabezas algunos de los picos del macizo Picos de Europa. |
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Majada y cabañas. |
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Entre las rocas suelen crecer árboles de tejo extremadamente viejos (Taxus baccata) |
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Rumiando el atardecer mientras el sol se esconde. |