Caminando por el Parque de Anaga, Reserva de la Biosfera. |
En los años ochenta, cuando yo residía
en Tenerife, no existía tal cosa como el
Parque rural de Anaga, Reserva de la Biosfera por la Unesco desde tan solo desde
2015, pero recuerdo perfectamente que, cuando me embargaba la nostalgia y el
recuerdo de las montañas de Asturias, solía conducir hasta el macizo de Anaga y
perderme por alguno de sus bosques de “laurisilva”, sintiendo el roció
empaparme la cara y la niebla envolviendo los fantasmales brezos arbóreos cubiertos
de líquenes, los acebos o las hayas. Entonces respiraba feliz porque me
recordaba a mi tierra y adoraba la enorme belleza de ese bosque que no ha cambiado
durante milenios. Hoy, al fin, las islas
se han llenado de parques y reservas naturales, y las rutas de montaña son uno
de los grandes atractivos del turismo en casi todas las islas. Es un gran
tributo a su extraordinaria naturaleza, una apuesta por el valor de su paisaje
y una enorme atractivo para los millones de visitantes que, además de playas, pueden disfrutar de un paisaje y de una forma de vida únicos.
Barrancos y terrazas de cultivo cerca de Carboneras. |
El parque natural de Anaga con algo más de 45 mil hectáreas de bosque de laurisilva, tiene una antigüedad estimada de unos 6/9 millones de años y es una reliquia viva del Terciario. Es un bosque único, del que quedan muy pocos restos en Europa, y cumple una enorme función por su acumulación de agua, flora autóctona y animales, además de por su belleza. Nada más entrar en uno de estos bosques, nos asombra esa extraordinaria conjunción de árboles de troncos retorcidos, líquenes y helechos, además de la humedad y frescura que se respira. Situado a unos 950 metros de altura, en la parte norte de la isla, aún quedan un buen número de pueblos y caseríos perdidos entre la vegetación y los barrancos, que hasta no hace mucho sobrevivían de sus rebaños de cabras y de una escasa agricultura en terrazas muy productivas, construidas en empinadas laderas cuyo acceso pone los pelos de punta a cualquiera. En los años ochenta frecuenté algunos de estos pueblos a los que entonces todavía no había llegado el turismo ni por asomo. Hoy no han cambiado mucho, pero si es cierto que el turismo ha traído muchos recursos y la vida debe ser bastante mejor de la que yo recordaba.
Cuevas abandonadas y vegetación cerca de Chinamada. |
Sendero rodeado de chumberas en dirección a la costa. |
El parque de Anaga cuenta con un
buen centro de visitantes donde te dan información sobre todas las rutas
posibles, además de los correspondientes mapas. Se han restaurado decenas de
caminos con varios siglos de antigüedad y se han construido otros nuevos. La
mayoría de ellos conducen hacia la costa o hacia la ciudad de la Laguna, antigua
capital de la isla. Hay rutas para todos los gustos y capacidades. La que yo he
hecho en esta ocasión lleva desde el lugar llamado Cruz del Carmen, donde se
sitúa uno de los centros de interpretación, hasta la costa en Punta del
Hidalgo, un lugar antiguamente desolado y muy aislado en la parte norte de la
isla. Son unos doce kilómetros de caminos con un importante desnivel y que
cubren una gran variedad de paisaje de
una gran belleza. El desnivel y los abruptos caminos te dejan bastante
extenuado pero creo que merece la pena y está al alcance de casi todo el mundo.
En la ruta hay una desviación hasta el pueblecito de las Carboneras que esta
vez no hice ya que lo conocía de muchos años atrás, pero si atraviesa el
caserío de Chinamada, un pueblo donde la mayoría de los habitantes viven en
casas cueva y que lleva habitado desde hace cientos de años, desde mucho antes
de la conquista en 1506. La flora cambia permanentemente y aunque febrero no es
el mejor momento para ver plantas en flor, si he encontrado algunas que os
pongo en estas fotos. Espero que disfrutéis conmigo de esta ruta y os animéis a
hacerla si visitáis Tenerife.
Turistas caminando por el parque de Anaga. |
Tras media hora caminando por el oscuro bosque de laurisilva, se sale a la luz cerca de Casas del Río. |
Sonchus canariensis una planta arbusto de la familia de las Asteraceae. |
Pequeños pueblos y caseríos perdidos por los barrancos. |
Esta preciosa campanulácea se llama Canarina canariensis y abunda por toda la ruta. |
Otra planta que se encuentra en la ruta y florece en color salmón es esta Isopléxis canariensis. Todas son plantas autóctonas. |
Un caserío abandonado antes de llegar a Chinamada. |
Sendero bordeado de Sonchus y Oxalis pes-caprae. Desde aquí ya se ve el mar. |
Otra planta muy vistosa en el camino, Pericallis tussilaginis. |
Vista del poblado en cuevas de Chinamada. |
Pequeño drago en Chinamada. |
Las casas en Chinamada tiene una parte exterior y otra excavada en la misma roca. |
Plaza e Iglesia de Chinamada. |
Casas y terrazas de cultivo. Estas pequeñas terrazas pueden dar hasta tres cosechas de patatas al año. |
Camino excavado en la roca y paredes de piedra volcánica. |
Desde Chinamada, se puede ver al fondo el mar y Punta Hidalgo, pero aún quedan un par de horas de camino. |
Camino y terrazas de cultivo que descienden hasta el mar. |
Roque de los Pinos. Al fondo se ven terrazas de cultivo en lugares casi inaccesibles. |
Aspecto del camino de bajada, bordeado de vegetación. |
El camino discurre a gran altura sobre los barrancos. |
Al fondo Punta Hidalgo, cubierto de invernaderos. Aunque durante siglos fue un lugar inhóspito y pobre, hoy gracias a la abundancia de agua en el barranco, ha florecido la agricultura y el turismo. |
Tabaiba cubierta de líquenes, lo que indica la abundancia de humedad, a pesar de la aparente sequedad del terreno. |
Paisaje de rocas volcánicas cubiertas de vegetación en las cercanías de Punta Hidalgo. Cardones (un tipo de Euphorbia) y tabaibas son parte importante de la flora de esta zona. |
Camino excavado en la roca, en dirección a la costa. |
Roques al lado del mar, en la llegada a la costa. |
Mirando hacia atrás. Durante siglos este fue el único camino de los habitantes de este zona costera para llegar a la capital de la isla, La Laguna. |
Un recorrido precioso, me gusta todo, las plantas especialmente. Besos.
ResponderEliminarGracias Teresa. No había muchas plantas en flor en esa época pero si alguna.
ResponderEliminarUn abrazo