Un gigantesco Ficus engullendo las paredes de un monasterio en Angkor. |
Niños recogiendo flores de loto comestibles. |
Así titulaba la revista “National Geographic” hace ya mucho
tiempo, un artículo sobre lo que parecía ser el mayor complejo arqueológico del planeta cubierto por la selva, antes de que el terrible régimen de
los Jemeres Rojos cerrara de nuevo esa zona al mundo en 1975, interrumpiendo
las excavaciones y el estudio y mantenimiento del enorme yacimiento. Tras
veinte años de abandono y saqueo, en 1991 se firman los Acuerdos de París que
permiten que llegue la paz a un país atormentado y aterrorizado, que ha perdido
un tercio de su población durante las guerras e invasiones de esos veinte años y
en los que ha soportado uno de los peores genocidios del siglo XX.
Si hay un país donde lo mejor y lo peor del hombre puede
verse a lo largo de la historia ese es Camboya, sin duda. Cuesta trabajo creer
que no muy lejos de este paisaje idílico de campos de arroz y templos de una
belleza y perfección sin igual, se encuentren “Los campos de la muerte” y la
terrible prisión de Tuol Sleng hoy convertida en “Museo de la Infamia” donde se
cometieron las mayores atrocidades que pueda contar la historia del mundo
contra familias enteras, incluidos niños.
El muchacho que me lleva en una motocicleta de un lugar a
otro y que me hace de guía me cuenta que sus padres no le dejan estudiar porque
aún tienen miedo de los Jemeres rojos que asesinaron a todas las personas que
habían estudiado el bachillerato o una carrera universitaria. Apenas sonríe
alguna vez.
La enigmática sonrisa de las estatuas de Angkor son como un paradigma de la historia humana. (Foto del N. G.) |
El Gran templo de Angkor Wat está construido a imagen y
semejanza del lugar donde viven los dioses: el monte Meru representado por la
torre central de 65 m y sus cuatro torres laterales. En su entorno se extienden los
diferentes patios y estancias, (el rey solía vivir dentro del mismo templo ya
que era considerado un dios) y más allá´, el lago perimetral que evoca los océanos
cósmicos. Nada se deja al azar en esta civilización obsesionada con el agua y
la perfección geométrica del cosmos.
El imperio Jemer de Angkor Wat rigió los destinos del sur de
Asia desde el siglo IX hasta finales del XIV. Hacia 1350 su poder comienza a extinguirse y poco después
abandonan la planicie de Angkor donde habían construido su gigantesca ciudad
con decenas de templos, monasterios y palacios rodeados de canales y depósitos de
agua para el regadío de sus campos de arroz. Solo muy recientemente y gracias a
la tecnología más puntera comienzan los arqueólogos a evaluar el verdadero
tamaño y funcionamiento de una ciudad que pudo llegar a albergar un millón de
personas. Una teoría reciente relaciona el colapso de esta civilización con el
cambio climático producido por la llamada “pequeña edad del hielo” que se
produjo a mediados del siglo XIV, y que pudo colapsar el complejo sistema hidráulico
que la mantenía. Otros a las guerras con reinos vecinos que comienzan a
despuntar como el de Ayutthaya en la cercana Tailandia.
Cuando yo visité Angkor Wat en el 2001 no hacía mucho que el
complejo arqueológico se había abierto al público y se había limpiado la selva
colindante de las decenas de bombas lapa que habían dejado los Jemeres rojos en
su último refugio. No era un lugar totalmente seguro ya que varios turistas habían
sido asesinados en 1999 así que el flujo de visitantes era aún muy escaso. El
lugar es enorme y complejo, y lleva varios días visitar las ruinas que se
extienden en una enorme planicie entre canales, estanques y campos de arroz. Para
cualquier aficionado a la arqueología o a la historia es sin lugar a dudas el
complejo arqueológico más impresionante que uno pueda visitar. Es difícil describir
la emoción de ver aquellos magníficos templos salir de entre la vegetación
abrazados por las enormes raíces de las higueras tropicales. Ver surgir de
entre la niebla las gigantescas cabezas de Angkor Thom con la sonrisa helada de
sus labios es algo tan impresionante que te deja anonadado. Hay pocos lugares
en el mundo donde la belleza de las construcciones humanas y el paisaje
se complementen de una forma tan natural y al mismo tiempo tan trágica. Tal vez
sea la imagen última de lo que quedará de este planeta cuando nos hayamos ido. Quizás
por eso te deja tan impresionado y con un toque de nostalgia y temor al mismo
tiempo. Después de visitar Camboya (Incluido Angkor Wat y los Campos de la
Muerte) uno parece comprender un poco mejor lo terrible de “ser humano”: el
potencial de muerte y belleza que arrastramos a nuestro paso, esa es la
realidad.
Las fotos son escaneados de diapositivas y no son muy buenas,
pero espero que os den una idea de ese momento congelado en el tiempo.
Otro precioso e interesante reportaje Jose y muy bien detallado, ha sido fascinante el recorrido.
ResponderEliminarCordiales saludos
Muchas gracias, Juan.
ResponderEliminarSaludos desde Asturias
Me parece un lugar absolutamente mágico. Qué maravilla! Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarUn abrazo
Gracias Mónica. Las ruinas de Angkor Wat es uno de los lugares arqueológicos que más impresiona.
ResponderEliminarSaludos